El señalamiento del grupo terrorista que acaba de perpetrar una masacre en la que torturó, violó, quemó, mutiló y asesinó a unos 1400 israelíes y secuestró a más de 200 civiles es, para los autoproclamados adalides de la profesión, más admisible que las evidencias de un estado democrático. O lisa y llanamente eso es lo que sus audiencias consuman: chatarra moral, efluvios terroristas y una emoción que, en muchos casos, llevó a más de uno a pintarrajear o a atacar una sinagoga
El ataque al hospital Al Ahli en Gaza refleja la guerra informativa en el conflicto de Medio Oriente, pero también la codicia de los medios de comunicación y la bancarrota de la profesión periodística.
La desinformación, el doble rasero moral, la falta de contexto, el sesgo y la falta de rigor informativo son sólo algunos de los problemas que revela la cobertura periodística de la crisis en Medio Oriente.
A esta altura debería ser posible partir, de entrada, con el conocimiento compartido de que la Franja de Gaza está controlada por un grupo terrorista: Hamás – y nunca mejor dicho, controlada, porque las vidas de los habitantes están bajo su poder. Es decir, que cuando se dice el “Ministerio de Sanidad” o “Ministerio del Interior” de Gaza, se está diciendo Hamás
Se aferran, quienes se dicen “progresistas”, “humanistas” y cuanta etiqueta favorable y falaz haya (y que ya no disimula su rancio antisemitismo), al victimismo palestino, esa herramienta necesaria para refugiar el odio en la pretendida dignidad de la solidaridad
¿Qué queda en un medio una vez que el periodismo ha sido considerado una práctica prescindible? O, puesto de otra manera, ¿cuál es el residuo que permanece, que se establece en su lugar? No es el único, pero la propaganda es el escombro más conspicuo
Una vez más están los líderes palestinos en el turbio negocio de la sensiblería y la violencia asaltando, como con anterioridad, la valla de seguridad entre Israel y la Franja de Gaza. Los medios, por ahora, callan.
La “realidad” que presentan algunos medios, parafraseando a Jean Baudrillard (Simulacra and Simulation), devora el contenido de la realidad, así como a la propia comunicación que dicen ejercer
Se va convirtiendo en un lugar común el reproducir sin más lo que afirma una organización no gubernamental, un líder o, por ejemplo, una entidad; sin añadir la contraparte ni el valor añadido (y obligado) de la verificación, de la documentación, del entorno político, ideológico, histórico del suceso
Si lo que ha costado fijar, puntualizar, es empleado con la liviandad y el afán de difamación o intimidación con que se emplean las palabras en las gradas de un estadio de fútbol o en un ring de boxeo; pierde toda capacidad de diagnóstico, de potencial capacidad disuasoria