En periodismo, el engaño, la falsificación, la mentira, están hechos sobre todo de lo que calla, de lo que se le esconde a la audiencia; al punto de que Robert Entman decía que “la mayoría de los marcos se definen por lo que omiten, así como por lo que incluyen, … para guiar a la audiencia”.
Decía Jean-Fraçois Revel que si el periodista se ve impelido a mutilar la información y a falsificarla, lo que sucede es que probablemente su causa no es muy buena.
Poco o nada se ha dicho verdaderamente, con ánimo de enmienda, acerca del activismo que parasita los medios de comunicación; ni, obviamente, sobre sus consecuencias más que evidentes. Ello es singularmente llamativo cuando tanto se ha hablado – mayormente diciendo insuficiencias – sobre las denominadas “fake news” y el descrédito de los medios de comunicación tradicionales
Trece párrafos parecen a priori lugar suficiente para un mínimo de exhaustividad periodística. Pero el medio español dilapidaba la oportunidad de realizar una labor profesional y sometía su texto al interés de una de las partes del conflicto
Shanzhai es un término chino que ha adquirido una nueva connotación: imitación, falsificación. Desde el campo antiisraelí – en el que conviven no pocas ONG, organismos, medios de comunicación y periodistas – han optado igualmente por la apropiación y la adulteración, luego de comprobar que la sinceridad del discurso de los líderes palestinos respecto de sus fines y esfuerzos no conducía a los mismos
¿Cómo puede llamarse periodismo a la cobertura sobre el conflicto y sobre Israel, si los periodistas hacen lo posible por emparentarla con la censura al servicio de la propaganda antisraelí?