Fundación del estado de Israel es el breve texto publicado por Zenda Libros (grupo Vocento) para contar a sus lectores la historia del estado de Israel. Para ser tan corto, llama la atención la cantidad de medias verdades que en él figuran, y algún serio error, que impiden al lector entender algo tan esencial como la legitimidad histórica y legal sobre la que reposa el Estado de Israel.
Para empezar, no hace mención alguna al vínculo histórico de los judíos con esa región y sitúa el origen de Israel como la culminación del “proceso iniciado años atrás con la declaración Balfour”, como si eso fuera la piedra fundacional. El texto en ningún momento explica que esa región es la tierra ancestral de los judíos y éstos figuran como una especie de realidad implantada y perniciosa:
“Impulsados por los británicos, que dominaban el territorio, los judíos consiguieron tomar el control de Palestina y marginar a sus pobladores árabes”.
No sólo los británicos no impulsaron ninguna toma de control por parte de los judíos, sino que, todo lo contrario, a través del Libro Blanco de 1939 se opusieron al establecimiento de un estado judío e impusieron un veto para limitar drásticamente su entrada en el mandato Palestino, impidiendo así que muchos judíos pudieran huir del Holocausto.
Por otra parte, la afirmación de que los judíos “marginaron a sus pobladores árabes” presenta dos serios problemas:
- ¿A qué tipo de marginación se refiere? Israel nace como un estado democrático desde el momento mismo de la Declaración de Independencia. Todos sus ciudadanos gozan de los mismos derechos. ¿Por qué la autora habla de marginalización? Es falso.
- “Sus pobladores árabes” incide en la idea de que los judíos no perteneces a esa tierra. Algo que, de hecho seguirá apareciendo en el texto.
Así, afirma la historiadora que:
“Después del final de la II Guerra Mundial, gracias al apoyo de las potencias mundiales —horrorizadas por el holocausto y que no querían gestionar el problema en el viejo continente— y a la marcha de los soldados de Reino Unido de Oriente Próximo, los sionistas crearon la nación de Israel.”
Y así, con una frase desprolija, la autora da a entender que es el Holocausto (con mayúsculas, no con minúsculas como escribe Zenda Libros) y la mala consciencia europea, la raíz de la creación de Israel. Interesante revisión de la historia, ya que cuando los campos de exterminio salieron a la luz y a pesar de estar “horrorizadas” (según la historiadora), el veto a los judíos en el mandato seguía en pie. No es hasta 1948, efectivamente con la retirada de los ingleses, cuando los judíos declaran su independencia.
Pero lo que la historiadora olvida comentar, es que no es una idea exclusiva de los “sionistas”, sino que la ONU votó al respecto, recomendando la partición de la tierra. Es más, la ONU se limitó a poner en práctica el mandato encargado por la Sociedad de las Naciones en 1922, que ya entonces había afirmado la presencia antigua y continua del pueblo judío en la tierra de Israel y el derecho de los judíos a reconstruir ahí su hogar nacional.
Hay que reconocerle al texto que reconozca que fueron los países árabes quienes declararon la guerra a Israel, pero es llamativa la frase que emplea la autora:
“Al día siguiente de la declaración oficial, Egipto, Líbano, Siria, Transjordania e Irak le declararon la guerra a este nuevo país que suponía un peligro para sus intereses y sus fronteras”.
En primer lugar, no se trataba de “Transjordania”, sino de Jordania, que realizó el cambio de nombre con su independencia el 25 de mayo de 1946. O sea 2 años antes de declararle la guerra a Israel.
En segundo lugar, otra velada mención: ¿cuáles eran sus intereses? Tal vez podría ser más específica y explicar que lo que buscaban no era la creación de un estado palestino, sino una guerra “de extermino y una masacre transcendental” contra los judíos- tal como lo expresara Azzam Pasha, Secretario General de la Liga Árabe.
En cualquier caso, el texto carece de rigor histórico y se maneja entre veladas insinuaciones como aquella con la que describe a quien fuera primer ministro y artífice de la independencia de Israel:
“Ben-Gurión se convirtió en el principal líder sionista, imponiendo sus posturas a los moderados que abogan por una convivencia entre judíos y árabes”.
¡Pero es que Ben Gurion representaba a la corriente dominante y era conocido como un moderado! Su rival más extremo era Ze’ev Jabotinsky del movimiento sionista revisionista. En su discurso de independencia, Ben Gurion, tendió la mano a sus vecinos árabes, proponiendo “una oferta de paz y buena vecindad” y exhortándolos “a establecer vínculos de cooperación y ayuda mutua con el pueblo judío”.
¿No es eso “abogar por una convivencia entre judíos y árabes”? ¿Por qué la historiadora confunde los protagonistas de la Historia? ¿Por qué confunde nombres? ¿Por qué pasa por alto datos trascendentes?
¿Y sobre todo, por qué Zenda Libros publica este artículo?
Teniendo en cuenta que mes antes había publicado otro libelo plagado de errores y medias verdades titulado Palestina, un siglo de resistencia, parece legítimo sospechar que Zenda Libros y el grupo Vocento son más fieles a una agenda ideológica que al rigor analítico e informativo.