Imagine que le han enseñado que resueltamente infectan a sus compatriotas con el SIDA, y que tales males han sido una parte integrante de la historia judía durante miles de años, desde que mataron a sus propios profetas y desde que trataron de matar al suyo. Crea que su objetivo final es corromper al mundo y que atesoran dinero y poder. Siéntase seguro de que son tan diabólicos que incluso las rocas y los árboles la tierra misma los quiere muertos.
La resolución del conflicto árabe-israelí requerirá confianza. Pero no se puede confiar en el diablo. Requerirá compromiso. Pero uno no se compromete con el mal. Requerirá de la comprensión de cada una de las partes de los legítimos intereses de la otra y de sus preocupaciones. Pero si los judíos – no sólo los israelíes, no solamente uno u otro partido político, pero los judíos – están irremediablemente preocupados en propagar enfermedades, sembrar la corrupción y acumular dinero, sería razonable concluir que se deberían encontrar con el rechazo absoluto, no concesiones.
¿Y si, a pesar de vientos impulsados por la repulsión pública para con estos judíos demonizados, sus dirigentes, no obstante, firmaran un acuerdo de paz con ellos? ¿Podría enraizarse en suelos tan poco fértiles?
¿Puede una sociedad que acepta las más extravagantes teorías conspirativas sobre los judíos – y que ha utilizado durante mucho tiempo los judíos como el chivo expiatorio de fracasos – prosperar? ¿Puede con éxito tal sociedad luchar cuerpo a cuerpo con dificultades que, en realidad, no tienen nada que ver con judíos?
Walter Russell Mead sostiene que “el extendido antisemitismo popular es, casi siempre, uno de los principales indicadores de fracaso económico y autocrático.” Aunque los antisemitas podrían pensar que esto sucede porque los judíos “usan sus súper-poderes para bloquear y frustrar el desarrollo económico de pueblos suficientemente valientes para decir la verdad sobre las maquinaciones judías, Mead dice que:
el antisemitismo se encuentra, habitualmente, asociado a actitudes de intolerancia, dogmatismo y hostilidad a las nuevas ideas a perspectivas diferentes. Tolerancia, apertura a diferentes ideas y la voluntad de trabajar con personas de distintas religiones y orígenes son cualidades esenciales para un desarrollo exitoso y democrático a largo plazo en un mundo capitalista, y la gente que odia a los judíos a menudo carece de estas cualidades.
En otras palabras, para que dos partes coexistan de manera pacífica, sostenible y exitosa, sus pasiones más bajas deben moderarse. Como dice Martin Luther King Jr hacia el final del vídeo que se adjunta, el odio te hace hacer cosas irracionales. No puedes ver puede ver correctamente cuando se odia, explica.
Pero el vídeo también revela que, en muchas mezquitas, escuelas, programas de televisión a lo largo del mundo árabe y musulmán, el público es adoctrinado por medio del más vil fanatismo anti-judío. El americano medio, y el israelí medio, no pueden comprender ni imaginar hasta qué punto el odio es idealizado.