Pero además de la omisión, los medios se han acostumbrado a adoptar la “narrativa” palestina como si se tratase de un hecho dado. Así, el conflicto, en el mejor de los casos se inició por generación espontánea (o sus orígenes se pierden en el tiempo), y en el más habitual, es responsabilidad del agredido, Israel.
De esta manera, la información sobre el plan de paz osciló entre los dichos de una y otra parte (sin contextualizar), en errores ya sistemáticos, como el denominar a las líneas de armisticio de 1967 como fronteras establecidas (con lo que se pretende otorgar una titularidad inexistente a los palestinos – que, por otro lado, y en todo caso, sería a Jordania), y la adhesión a la terminología (visión) del liderazgo palestino.
Por ejemplo, en el El País se señalaba que:
“Tras dejar de lado disputas que envenenan su relación, las facciones palestinas se han reunido en Ramala para aliarse en la resistencia a la propuesta de Donald Trump. “No cederemos. No nos agacharemos”, ha advertido el presidente Mahmud Abbas”.
El término “resistencia” es utilizado por los líderes palestinos como un eufemismo y, a la vez, una clave para denominar y llamar a “acciones violentas”, al “terrorismo”. Curioso que se utilice en una pieza informativa. Pero, a fin de cuentas, también evitaba identificar a Hamás como organización terrorista.
Y también:
“Hamás ha vuelto a convocar las protestas ante la frontera con Israel que entre 2018 y 2019 movilizaron a decenas de miles de gazatíes en defensa del derecho de retorno a los lugares que tuvieron que abandonar tras el nacimiento de Israel en 1948”.
El falaz “derecho de retorno” no sólo sin comillas, sino que enmarcado en la omisión nada menos que de la negativa árabe a la partición propuesta por la ONU y a la subsiguiente guerra iniciada por éstos; colocando a la creación del Estado judío como causa…
Por su parte, El Confidencial informaba:
“‘La bofetada del siglo’. Así ha descrito el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, la propuesta con la que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sorprendió ayer a propios y extraños poniendo sobre la mesa un plan de paz para Oriente Medio en el que desempolva la vieja solución de dos Estados, uno israelí y otro palestino, que parecía ya descartada y que apuesta por un modelo para Palestina poco viable”.
¿Qué es viable para los palestinos?
Bueno, teniendo en cuenta que han rechazado todas las propuestas anteriores, nada. O, mejor dicho, sólo es viable la totalidad del territorio: es decir, la eliminación de Israel. En ello coinciden la carta de la OLP y Fatah con el grupo terrorista Hamás.
Pero eso, precisamente, es lo que nunca van a mencionar los medios. Como tampoco en ningún caso se ha resaltado el elocuente hecho de las negativas árabes y palestinas a la paz y a la creación de un segundo estado árabe (luego del establecimiento de Jordania) en lo que fuera el Mandato Británico (con una coalición de ejércitos árabes lanzando guerras de agresión hasta en tres oportunidades) que, de acuerdo a la Liga de las Naciones, debía haberse convertido en el Hogar Nacional para el Pueblo Judío.
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En agosto de 1945, los líderes de la Unión Soviética, Reino Unido y Estados Unidos, se reunieron en una conferencia en Berlín. El resultado de la misma se conocería sucintamente con el nombre de Acuerdo de Potsdam.
¿Qué acordaron los tres países victoriosos de la Segunda Guerra Mundial iniciada por Alemania?
Pues, básicamente, las condiciones de la posguerra; de la paz. Entre los puntos acordados:
El objetivo inmediato de este consejo era la imposición de las condiciones de paz a Alemania. No había lugar a negociaciones. La nación agresora y derrotada, debía aceptarlas.
Entre las condiciones figuraba el poder de proponer – e implementar, como se demostró, finalmente – resoluciones territoriales en Europa.
Además, el Acuerdo establecía la ocupación de Alemania por parte de los miembros del consejo, con el fin de:
Desarmar y desmilitarizar completamente a Alemania y para controlar la industria de este país, que pudiese utilizarse con fines militares.
Abolir completamente todas las fuerzas – terrestres, navales y aéreas – alemanas de manera permanente de prevenir el resurgimiento y reorganización del militarismo alemán y del nazismo.
“Todas las armas, municiones e implementos de guerra y todas las instalaciones especializadas para su producción, se mantendrán a disposición de los Aliados o serán destruidos”.
“Convencer al pueblo alemán de que sufrieron una derrota militar total y de que no pueden escapar de la responsabilidad por lo que han traído sobre sí mismos…”. Es decir, la agresora es el culpable, la responsable, no sólo de lo que ha provocado a las partes agredidas, sino de las consecuencias que ha supuesto o la guerra para ella misma.
“La educación alemana debe ser controlada de manera de eliminar completamente las doctrinas militaristas y nazis, y posibilitar un exitoso desarrollo de las ideas democráticas”.
Además, el Acuerdo estipulaba que, con el fin de eliminar el potencial bélico de Alemania, la producción de metales, químicos, maquinaria y otros bienes directamente necesarios para la economía de guerra, debían ser rígidamente controlados y restringidos. De hecho, la capacidad productiva no necesaria para los requerimientos alemanes en tiempos de paz debía ser retiradas o destruidas.
Esto, sin entrar en las reparaciones económicas.
En cambio, los estados árabes y los líderes palestinos que participaron de tres guerras de agresión (los líderes palestinos, además, han continuado la senda de la violencia como práctica política) y fueron derrotados, vieron un trato diametralmente opuesto:
– Los refugiados obtuvieron el dudoso beneficio (pues los mantendría en tal estado ad infinitum) de una definición ad hoc y una agencia ad hoc – los refugiados judíos, expulsados de los países árabes fueron absorbidos sencillamente por Israel.
Tal como señalara en su momento el exdirector para la ayuda de la ONU a los palestinos en Jordania, Ralph Galloway:
“Los Estados árabes no quieren resolver el problema de los refugiados. Quieren mantenerlo como una herida abierta, como una afrenta a las Naciones Unidas y como un arma contra Israel. A los líderes árabes les da lo mismo si los refugiados viven o mueren”. (Ralph Galloway, UNRWA, citado por Terence Prittie en The Palestinians: People History, Politics, p 71)
– Impunidad y tabula rasa que les permitía volver a exigir lo que habían negado.
– Una serie de agencias o organismos internacionales a su disposición (de su propagada y de su financiación).
– Una copiosa financiación a través de diversos programas internacionales
– Una atención desmesurada y una cobertura llamativamente afín.
En definitiva, un Potsdam invertido.
Hasta ahora, nadie los ha responsabilizado de sus acciones y decisiones. Por el contrario, han sido premiados (sus líderes, claro). Así, poco importa qué se les ofrezca (a pesar de su elocuente historial): siempre será un no tras otro lo que tengan para ofrecer (y el recurso de agitar la violencia – es decir, de utilizar a su pueblo como medio, como arma), porque el problema, para su dirigencia es la propia existencia de Israel.
La “causa palestina” se ha elevado a una suerte de “causa moral internacional”, de paradigma del derecho de autodeterminación y de la “lucha contra la opresión y la colonización”, cuando la realidad ha sido, y es, bien distinta.
La carta de la OLP (de la cual Fatah es miembro mayoritario) establece en su primer y segundo artículos:
“Palestina es la patria del pueblo árabe palestino; es una parte indivisible de la patria árabe, y el pueblo palestino es una parte integral de la nación árabe.
Palestina, con las fronteras que tenía durante el mandato británico, es una unidad territorial indivisible”.
Carta escrita por Abbas (2012) a los residentes de Gaza:
“Nuestra tierra fue conquistada y no es territorio en disputa, y esto es así para toda la tierra que Israel conquistó antes de junio de 1967”.
Es decir, todo el territorio. Ergo, Israel no tiene derecho a existir…
El 11 de marzo de 2016, en la televisión oficial de la Autoridad Palestina, Abbas le decía a su gente:
“Hemos estado bajo ocupación por 67 o 68 años [es decir, desde el establecimiento de Israel en 1948]. Otros se habrían hundido en la desesperación y la frustración. Sin embargo, estamos decididos a alcanzar nuestro objetivo porque nuestro pueblo está con nosotros”.
Por su parte, la constitución de la organización palestina Fatah – que los medios se empeñan en presentar como “moderada” – afirma:
– artículo 12: “completa liberación de Palestina, y a la erradicación de la existencia económica, política, militar y cultural sionista”
– artículo 8: la “existencia israelí en Palestina es una invasión sionista”.
En una entrevista en el diario libanés Daily Star (15 de septiembre de 2011), Abdullah Abdullah, embajador palestino en el Líbano, aseguró que no todos los palestinos se convertirán automáticamente en ciudadanos de un futuro estado palestino en Cisjordania y Gaza, ni siquiera “los refugiados palestinos que están viviendo en [campos de refugiados] dentro del estado [palestino], seguirán siendo refugiados. No serán considerados ciudadanos”.
Y añadió:
“Cuando tengamos un estado aceptado como miembro de las Naciones Unidas, no será el fin del conflicto. Esto no es una solución al conflicto. Esto es sólo un nuevo marco que cambiará las reglas del juego”.