Así que exigirles que hagan su labor es casi como entrar a través del espejo a un mundo donde periodismo significa activismo y ocultar – como si fuesen spin doctors de Hamas y de la Autoridad Palestina, según lo que toque – e inventar. Total, todo vale; y no hay consecuencias.
Vale, pues, comer de la mano de las cifras de Hamas. Vale beber de su terminología. Vale arrogarse prácticamente el papel de apóstoles de la “causa palestina”: es decir, todo vale para, en definitiva, presentarse a sí mismos del “lado correcto” del asunto, del aplauso. Y es que, la noticia, a fin de cuenta, va de ellos mismos, de su valía “moral”.
Y muchos lectores compran esa impostura.
Sin ir más lejos, al parecer la compraron ayer, cuando, sin corroboración alguna, convertidos en obedientes altavoces, los periodistas se dedicaron a ofrecerle al público las palabras, el guion de Hamas: “tantos muertos a manos de Israel” en un “marcha pacífica”; “civiles desarmados”, etc. Sin filtro. Como si toda esa información hubiese sido objeto de una labor periodística.
Y de pronto, y como ya lo han hecho tantas veces (por ejemplo, en 2009, luego de la operación Plomo Fundido, Fathi Hammad, Ministro de Interior de Gaza, terminó por cifrar las bajas de Hamas en 600 a 700, una cifra cercana a la estimación israelí de 709; y muy superior a la que manejaba la ONU), Salah Al-Bardawil , alto cargo de Hamas que hace las veces de portavoz de Hamas, en una entrevista en una televisión gazatí reconoció hoy que “de los 62 mártires” del 14 de mayo, “50 eran miembros de Hamas”. “Le estoy dando la cifra oficial”, le remarcó al entrevistador.
En inglés la información comenzaba a fluir. En español, en cambio, al parecer se había quedado relegada. Mucho. Tanto, que al momento de publicar este breve texto, ni siquiera figuraba.
Tampoco el hecho de al menos tres de los doce fallecidos restantes (de acuerdo a las cifras de Bardawil), eran miembros del grupo terrorista Yihad Islámica Palestina.
Mientras tanto, quienes han servido para maquillar el verdadero rostro de Hamas, para silenciar sus verdaderos objetivos, se siguen llamando a sí mismos periodistas. Pero en realidad son activistas. Su obsesión es Israel (no la información, ni los palestinos – les tiene sin cuidado su situación en Siria o en el Líbano). Su trabajo es la prueba.
Mientras tanto, los líderes de Hamas dicen en árabe lo que piensa. Lo que siempre han creído.
¿Cuánto más silencio podrán meter los medios en español debajo de la alfombra?