No, no les.
Pero debería serlo.
Mas, dado el comportamiento del liderazgo palestino, pocas cosas resultan sorprendentes. Así, ya no conmueve que los líderes palestinos que dicen abogar por su estado propio, que exaltan su identidad árabe diferenciada del resto de los países árabes, solicitaran en los 2000 la nacionalidad jordana. ¿Cómo es posible?
Así lo informaba el diario árabe Al-Quds Al-Arabi, según dio a conocer el diario israelí Jerusalem Post el 26 de abril de 2018. Según el primero, los jordanos, “por una cuestión de cortesía”, no pudieron negarse. De esta manera, el presidente de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbas y sus dos hijos, y Saeb Erekat (Jefe Negociador de la Autoridad Palestina), ni más ni menos, recibieron la nacionalidad jordana al mismo tiempo (2011) que el Reino Hachemita estaba revocándosela miles de palestinos residentes en dicho país, con la peregrina excusa, según el gobierno jordano, de “consolidar su identidad”.
Recientemente, y sin explicar los motivos, Jordania decidió revocar la nacionalidad de unos 30 líderes palestinos – Abbas, sus hijos y Erekat incluidos. Acaso, también desearan “consolidar su identidad”…
Pero esto último, en realidad, es lo de menos.
Lo relevante es que aquellos que ante las audiencias internacionales pontifican sobre la consecución de su estado, y ante los propios ciudadanos sobre su identidad casi privilegiada, no hace mucho solicitaban que otro país les diese su nacionalidad.
Otra vez, ¿por qué harían eso?
¿O es que acaso no les interesa tanto la consecución de un estado palestino? ¿Acaso el conflicto es una herramienta para mejorar su propio estatus (económico) y para acabar con el estado de Israel? ¿Es decir, que no pretenden construir nada (como no sea su bienestar familiar, su seguridad en otro país), sino destruir? ¿No irá de esto el conflicto? A fin de cuentas, cada vez que los líderes palestinos se encontraron ante la posibilidad cercana de crear un estado han salido corriendo (y luego llamado a la intifada o a la internacionalización del conflicto) o no han contestado las ofertas.
Y es que el conflicto no va de lo que los medios dicen que va. Va de un racismo, de un supremacismo de connotaciones o justificaciones religiosas. Lo dice clarito el artículo 11 de la carta de Hamas: “la tierra de Palestina [Israel incluido, claro está] es un Waqf islámico consagrado a las futuras generaciones musulmanas hasta el Día del Juicio. Ni a ella, ni ninguna parte de ella… se puede renunciar… Esta es la ley que rige para la tierra de Palestina en la sharía (ley) islámica, e igualmente para todo territorio que los musulmanes hayan conquistado por la fuerza, porque en los tiempos de las conquistas (islámicas) los musulmanes consagraron aquellos territorios a las generaciones musulmanas hasta el Día del Juicio… ”.
Y lo repetía en 2016, según indicaba Palestinian Media Watch, el director de la Academia de Patrimonio y Antigüedades del Waqf de Al-Aqsa, Najeh Bakirat en la televisión oficial de la Autoridad Palestina:
“Cada grano de suelo en Palestina es nuestro. El estatus de Hebrón [segunda ciudad sagrada del judaísmo; dividida en dos sectores, uno bajo control israelí, otro bajo la Autoridad Palestina (80%)] es parte del estatus de Palestina, como una parte integral de la tierra Palestina, como el estatus de Nazaret a nuestros ojos, y Haifa y Jafa y Acre [estas cuatro, ciudades en Israel]. Cada grano de suelo en Palestina es parte de la bendecida Palestina, y sagrada Palestina que es un waqf [i.e., un legado o dote religiosa inalienable en la ley islámica]. Por lo tanto, está prohibido renunciar a un solo grano de su suelo”.
Y antes, Muhammad Hussein, Gran Muftí de Jerusalén y de los territorios palestinos de la Autoridad Palestina:
“La tierra de Palestina es un waqf. No se debe renunciar a ella ni debe venderse ninguna parte de ella… Es el deber de los líderes de la nación [islámica] y de sus pueblos liberar Palestina y Jerusalén, para evitar su judaización”.
Mahmoud Abbas ha dejado muy claro, y ya no ante su gente, sino ante el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (28 de octubre de 2015), que para el liderazgo palestino Israel no tiene derecho a existir:
“Sr. Presidente, damas y caballeros, no se han preguntado por cuánto tiempo durará esta prolongada ocupación israelí de nuestra tierra. Luego de 67 años [es decir, desde la creación del Estado de Israel], ¿Cuánto más?”
Y Abbas, en definitiva, no hacía otra cosa que repetir dos de los principios de la constitución de Fatah:
Artículo 8: “La existencia israelí en Palestina es una invasión sionista con una base expansiva colonial, y es un aliado natural del colonialismo e imperialismo internacionales”.
Es que (artículo 7) el “movimiento sionista racial y colonial y agresivo en su ideología, sus objetivos, organización y métodos”.