Mucho hablaron los medios de comunicación sobre la iniciativa de paz promovida por la administración Obama, y por su Secretario de Estado, John Kerry, en particular. En realidad, mucho dijeron sobre los “obstáculos” para la consecución de dicho fin. Y por “obstáculos”, se referían a Israel (“ocupación”, “el gobierno más derechista”, etc.).
Mas, el 8 de junio de 2017, el diario israelí Haaretz – muy crítico con el gobierno de Netanyahu, y acaso la referencia israelí estrella de los medios en español – publicaba una información que venía a exponer, una vez más, la negativa del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, a aceptar un marco para llevar adelante un acuerdo definitivo.
El mencionado medio señalaba que había obtenido dos documentos (acuerdos marco de febrero de 2014 y de marzo del mismo año) de la administración Obama (2014) que no habían sido vistos con anterioridad, y que “revelan cómo fracasaron las conversaciones [de paz entre israelíes y palestinos] en 2014”, así como también muestran los que el Primer Ministro israelí, Benyamin Netanyahu, estaba dispuesto a aceptar en relación a las líneas de 1967.
El documento de febrero, entre otros puntos, afirmaba que “las nuevas fronteras, seguras e internacionalmente reconocidas, entre Israel y Palestina serán negociadas basándose en las líneas de 1967, con intercambios [de tierras] mutuamente acordados, y cuyo tamaño y localización serán negociados, de manera que Palestina tendrá un territorio viable que se corresponda en tamaño al territorio controlado [ocupado] por Egipto y Jordania antes del 4 de junio de 1967…”.
La Casa Blanca le presentó primero el documento a Netanyahu, que aceptó la hoja de ruta propuesta. Pero Abbas, consultado luego, dijo no. El motivo principal: Jerusalén. El líder palestino quería un lenguaje más claro, más explícito, que le garantizara que Jerusalén Este sería la capital palestina. Así pues, Washington volvió sobre el texto.
El resultado de dicha revisión, es un documento fechado en marso de 2014, que afirma que, “con el fin de satisfacer las necesidades de ambas partes, el acuerdo de estatus permanente tendrá que asegurar que tanto a Israel como a Palestina tengan sus propias capitales reconocidas en Jerusalén, con Jerusalén Este como capital palestina”; y además indicaba que “la Ciudad Vieja, los lugares religiosos, los barrios judíos, serán tratados de manera separada com parte de las negociaciones dell estatus final” .
Según refería Haaretz, la Washington decidió primero buscar la aprobación del documento por parte de Abbas, y posteriormente, la de Netanyahu. De tal manera, durante una reunión en la Casa Blanca, Obama le leyó el nuevo documento a Abbas.
Pero Abbas ni lo aprobó, ni lo rechazó. Sencillamente, y como había hecho en 2008 ante la propuesta de paz de Olmert, no respondió.
Un mes después, las conversaciones colapsaron.
“Funcionarios palestinos y estadounidenses explicaron luego que Abbas estaba decepcionado por el hecho de que el gobierno de Netanyahu estaba planeando retrasar la prometida excarcelación de docenas de presos palestinos [la mayoría condenados por crímenes de sangre y terrorismo], y que sentía que la administración Obama no podía ‘proporcionar’ [‘extraer’] concesiones por parte de Netanyahu”, indicaba Haaretz.