El más reciente y masivo ataque de los grupos terroristas palestinos Hamas y Yihad Islámica fue tan palmario, tan brutal, que los medios no tuvieron mucho margen para desplegar el habitual repertorio de mala praxis. Aun así, hubo intentos de confundir al lector, presentando una “víctima” consuetudinaria, cuando en realidad, era el agresor – ergo, el responsable del sufrimiento en Israel, como aquel que deben padecer, por sus acciones, los civiles gazatíes. Unos civiles que, cuando protestan contra el régimen impuesto por Hamas y son reprimidos por ellos, no interesan, o lo hacen muy poco, a estos mismos medios.
Por ejemplo:
El 4 de mayo de 2019, según señalaba la Directora de ReVista de Medio Oriente, Masha Gabriel, en su cuenta de Twitter, los diarios El Mundo y ABC alteraban la cronología de los eventos y, así, invertían el orden de los factores. Algo que en este caso da un resultado completamente distinto.
Pero no sólo alteraban la cronología de los hechos, sino que modificaban el titular correcto de la fuente que utilizaban: la agencia de noticias Europa Press.
Otro ejemplo lo ofrecía el 5 de mayo, cómo no, El País. El medio daba por hecho probado que la muerte de la bebé se debió a la respuesta israelí al ataque masivo e indiscriminado palestino. Y, más adelante, como un mero eludir responsabilidades, la postura del ejército israelí al respecto. Una práctica habitual para ladear la opinión, la emoción del lector. Lo de verificar y buscar otras fuentes (que no sean del Ministerio de Sanidad de Gaza controlado por el grupo terrorista Hamás), lo dejan para otras coberturas.
Credibilidad para las afirmaciones palestinas. Sospecha, incredulidad para las israelíes.
Mas, ya entonces, incluso el Palestinian Centre for Human Rights decía que el “origen de la explosión era aún indeterminado”. Pero El País ya sabía a quién señalar.
Y dos días después, el Jerusalem Post publicaba que el grupo terrorista palestino Yihad Islámica admitió que la muerte del bebé en Gaza durante los ataques contra Israel fue provocada por un cohete fallido suyo:
“‘Una filtración…de las Sarayat al-Quds [de la Yihad Islámica] sobre las circunstancias de la muerte del bebé Saba Abu ‘Arar indica que un cohete de la resistencia explotó dentro de la casa de la familia debido a un fallo técnico’, dijo al-Risala, publicación de Hamás”.
Otra de las maneras de intentar blanquear los ataques palestinos, es convertirlos en fenómenos casi atmosféricos emparentados con el ciclo del agua y no con la voluntad de Hamas y Yihad Islámica de acabar con el Estado judío para suplantarlo con uno árabe y musulmán. Esta era la fórmula que utilizaba el diario La Vanguardia.
Sobre Israel llovía… Y estos israelíes locos, pensando que los atacaban.
Va a terminar siendo cierto aquello que alguien pintó en una pared – y que luego se reprodujo en otras: “Nos mean y los medios dicen que llueve”. Los israelíes pueden decir: “Nos atacan indiscriminada y masivamente con misiles, y los medios dicen que llueve”.
Para La Voz de Galicia, al parecer, la “tormenta” se padecía en otra parte… El atacado era Israel, pero qué importaba. Cuando ya se ha normalizado el activismo ideológico y la mediocridad profesional, ya no importa andar disimulando nada.
La misma línea seguía La Vanguardia una vez las partes habían acordado un alto el fuego.
Al sur de Israel que le dieran. Después de todo, allí sólo había “llovido”. Bien agradecidos deberían estar, con lo seco que es el país…
Por su parte, la agencia de noticias Efe pretendía hacer pasara a un grupo terrorista y a la OLP como meras “medios” de comunicación…
Además, el lector debía esperar hasta el quinto párrafo para enterarse que existía una versión israelí distinta. En realidad, el lector se enteraba de que Hamás, entre otros, negaban esa versión.
Dicen que Aristóteles dijo algo así como que no basta decir solamente la verdad, sino que conviene mostrar la causa de la falsedad. Y es que ésta, por disonancias o distorsiones cognitivas o por prejuicios, tiende a quedarse fácilmente adherida y a surgir, posteriormente, con mayor facilidad. Decir, pues, la verdad, el hecho, cada vez más parece insuficiente: la mentira ya no tiene las patas cortas, sino musculadas y ágiles. Y muchas veces está auxiliada por quienes se dicen sus defensores, valedores o verificadores. La mentira, se pretende, es la nueva verdad de este post-postmodernismo. Porque hoy en día ya no es una cuestión de hechos o datos, sino de emociones: de cómo se siente uno respecto de un hecho (que, así, ejerce, como mucho, de “inspiración” para una “narrativa”, un “relato”).
Aunque los hechos sean contundentes, es decir, que no dejen mucho espacio para la ideología; aun así, ésta, como el agua, encuentra sus resquicios para colarse, en el caso de los medios de comunicación, hacia el lector, para salpicar en la medida de lo posible su lectura, sus conclusiones (ya muy embarradas con previas publicaciones).