Bajo el título Aún así seguiremos defendiendo a Israel, Darío Valcárcel escribe el 15 de septiembre de 2011 en el diario español ABC, un artículo de opinión en el que asegura que:
Los defensores de Israel estamos perplejos. Seguiremos defendiéndolo, pero qué decepción
El problema es que tras la lectura del artículo el lector no termina de entender qué es lo que tiene tan decepcionado al autor, aunque sí recibe una confusa mezcla de sensaciones todas ellas desfavorables hacia Israel, de cuya amenaza existencial no menciona una sola palabra.
Por un lado, el texto no ahorra en terminología extremadamente crítica contra Israel, a quien llega a tildar de niño díscolo, a la vez que utiliza una generosa visión del otro lado de la disputa:
Hoy Israel aplasta y vuelve a aplastar, machaca y vuelve a machacar a Palestina, su resistente vecino
Convendría destacar que ese “resistente vecino” de sonoridades épicas rechazó en su día la posibilidad de tener su propio estado, al no aceptar el plan de partición de la ONU. Posteriormente, el mismo resistente vecino inició una serie de guerras para destruir a Israel, y en su empeño mortal no ha dudado en recurrir al terrorismo en forma incesante y generalizada hasta el día de hoy.
Sin embargo, Valcárcel asegura “defender a Israel”, y para ello recurre a la mítica figura de David Ben Gurion, para posteriormente acusar a Israel de traicionar su legado:
El espectáculo avergonzaría a Ben-Gurión. Al frente de Israel, Benjamin Netanyahu dedica su esfuerzo sobre todo a poner paz entre las fracciones de su gobierno. Mientras tanto, un millón de jóvenes judíos se manifiestan contra él en las calles.
En este párrafo, el columnista de ABC mezcla dos realidades que no tienen nada que ver entre sí. Por un lado, afirma, como si eso fuera algo de lo que avergonzarse, que Netanyahu intenta mantener su coalición de gobierno de la manera más armoniosa posible. Pero eso es lo que hacen todos los líderes políticos que están al frente de las democracias representativas: intentar, con mayores o menores aciertos, que las distintas sensibilidades puedan convivir.
Por otra parte, Valcárcel utiliza la figura de los “indignados” israelíes para manifestar su descontento con el gobierno, aunque no se entiende bien si el columnista de ABC se refiere a su desacuerdo con las políticas de Netanyahu de cara a los palestinos (que es, al fin y al cabo, de lo que trata el artículo). El problema es que esos indignados israelíes no se quejan por lo que sucede con los palestinos, sino por el encarecimiento del coste de la vida y las desigualdades sociales. Por cierto, que tampoco fueron un millón, tal y como escribe el autor, sino unos 450.000.
Valcárcel prosigue su listado de argumentos inconexos, que arrojan una sombra de duda sobre Israel, asegurando que:
En las revoluciones árabes, desde Bahréin a Argelia, apenas se ha mencionado a Israel. Hace unos días, manifestantes egipcios invadían la embajada israelí en El Cairo, uno de los episodios más graves desde 1948. Poco antes, en agosto, habían muerto cinco soldados egipcios ante Gaza. Israel pidió disculpas pero las disculpas no resucitan a los muertos.
El detalle es que Israel no mató a esos policías (no soldados como afirma Valcárcel) egipcios en un ataque contra su país vecino, sino que varios terroristas se infiltraron a través de la frontera, portando algunos disfraces de soldados egipcios, y asesinaron a ocho personas, seis de ellas civiles. En la posterior persecución y en el intercambio de disparos, Israel mató por error a los cinco policías. Recientes investigaciones revelan que esos terroristas habrían sido todos ciudadanos egipcios y entre ellos habría habido un agente de la policía de ese país. Por el error, Israel se disculpó. Pero lo que fue válido para Egipto, que tras las primeras horas de confusión optó por mantener al embajador en su puesto, no parece bastante para Darío Valcárcel. Es más, Egipto no se disculpó por lo sucedido y ningún periodista internacional, Valcárcel incluido, ha mostrado compasión por las inocentes víctimas israelíes de un acto de terrorismo por parte de ciudadanos egipcios.
Del mismo modo, en lo tocante a Turquía, en cuya “trifulca” Israel ha visto legitimada su actuación por la Comisión Palmer de la ONU, el autor escribe:
Turquía es una gran potencia regional, de 82 millones de habitantes, poco dispuesta a admitir desplantes del niño díscolo. Desde 1952, los turcos están en la mayor alianza del mundo, la OTAN. Su primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, ha enviado un duro mensaje a Netanyahu: la Casa Blanca no lo dice pero cree que la razón está del lado de Erdogan.
¿Qué información privilegiada posee Darío Valcárcel para asegurar lo que en el fondo piensa la Casa Blanca? Hasta ahora, Obama ha sido bastante claro a la hora de pedirle a Turquía que repare su relación con Israel.
Otro detalle interesante y a la vez contradictorio con la realidad es la afirmación del columnista de que
La Asamblea de Naciones Unidas respalda la constitución del estado de Palestina. Si esa confirmación de soberanía se viera amenazada en el Consejo de Seguridad, ni siquiera se votaría allí.
Eso parecería lo lógico, sin embargo la realidad es que a pesar de que el presidente Obama ha afirmado que vetará la propuesta palestina en el Consejo de Seguridad, Abbas ha decidido llegar hasta el final con su estrategia, según muchos analistas, para evidenciar la postura norteamericana.
También sorprende cuando Valcárcel escribe que Egipto y Jordania, son “los únicos hoy con embajada en Jerusalén”. Le honra al autor situarlas en Jerusalén ya que ésta es la capital de Israel, pero las embajadas de Jordania y Egipto se encuentran en Tel Aviv.
No obstante, el colmo de la perplejidad ante la lectura de este artículo, llega con la conclusión del columnista, cuando el lector piensa que por fin podrá entender la decepción de la que habla al inicio:
Hoy las encuestas son claras: en 2005, un 60 por ciento de israelíes defendían los dos estados, israelí y palestino. Hoy son más del 70 por ciento.
¿Eso es lo que lo tiene tan “decepcionado”? ¿O está decepcionado porque a pesar de eso, aún no se ha logrado la paz?
En cualquier caso, ningún acuerdo es posible, si ambos lados no están representados en los acuerdos. La estrategia de Abas de declarar unilateralmente su estado, pretende precisamente lo contrario: pretende excluir a una de las partes.
Son demasiadas las incorrecciones de este artículo, aunque su autor se erija en defensor de una de las partes. Sin duda, sus lectores y los del ABC, tienen derecho a un mejor análisis de la realidad.