Entre la numerosa y extraordinaria producción literaria de Isaac Asimov hay un libro muy interesante: The Gods Themselves (Los propios dioses). El título, que viene a raíz de la frase de Friedrich Schieller contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano (Die Jungfrau von Orlenas) -, resume bastante bien el tema de la novela la humana obstinación de persistir en el error, de desestimar los hechos, con tal de custodiar sus creencias.
Este empecinamiento es posible observarlo muy bien en el periodismo, donde la máxima de la imparcialidad parece haber sido convertida en una mínima; con la consecuencia de que cada vez más se hace pasar como información meras opiniones o rumores (y engaños, claro).
Acaso, mejor que en ningún otro lugar, esto se discierne en la cobertura en español del conflicto árabe-israelí. Donde la amplia mayoría de quienes se encargan de la misma parecen desean poder señalar a Israel con una apariencia de legitimidad (pretendidamente fáctica, moral, profesional). Y tanto lo quieren, que se niegan a dejar de creer en aquellos elementos fraudulentos que se lo permiten – es decir, las fabricaciones propias y las de los dirigentes palestinos (la propaganda y su léxico); las ocultaciones, las grotescas adulteraciones de la realidad.
Es algo que no engaña en absoluto. Después de todo, como se señalaba en la novela de Asimov, la manera más fácil de resolver un problema es negar que este existe. El recurso para continuar equivocadamente en lo cierto. De esta guisa, los periodistas pueden hablar (incluso, pontificar) de fake-news mientras se dedican a proporcionar su cuota de falsedades. Lo hacen como si en realidad estuvieran en un compartimento (el del conflicto árabe-palestino) estanco, sin relación con el resto. Un apartado, éste, donde se aplica la excepcionalidad. Aunque está visto que el mal quehacer trasciende asuntos, geografías; compartimentos. Si se permite que el activismo se presente como periodismo en un tema dado (que utilice la realidad como un mero tema de inspiración); aquel terminará por percolar a cada rincón de la profesión. Al fin y al cabo, parece más fácil repetir una narrativa a la que se adhiere, prescindir de documentarse; de buscar fuentes alternativas, balanceadas. Mucho más fácil para el activismo; para el proselitismo.