Se va convirtiendo en un lugar común el reproducir sin más lo que afirma una organización no gubernamental, un líder o, por ejemplo, una entidad; sin añadir la contraparte ni el valor añadido (y obligado) de la verificación, de la documentación, del entorno político, ideológico, histórico del suceso.
En otras palabras, el periodismo se está convirtiendo meramente en el oficio de reproducir – de traducir, acaso, como esfuerzo dudoso – sin más. De divulgar escogidos pasajes de lo dicho. Una labor que no precisa más que seleccionar – motivados ideológica o políticamente; o sin más pulsión que la de repetir por añadir el propio nombre a la cadena de transmisión.
La agencia argentina de noticias Télam caía en esta práctica fácil el 25 de junio de 2023– por lo poco que requiere su aplicación, y porque permite un amplio juego a los files de la balanza de posicionamientos: una voz, ninguna contextualización.
La única voz:
“Watchlist on Children and Armed Conflict (WCAC), una red de ONG con base en Nueva York”, como toda presentación.
Algunas de las afirmaciones seleccionadas por la agencia:
“En 2022, la ONU verificó que las fuerzas israelíes fueron responsables de la muerte de 42 niños palestinos y de heridas a otros 933, así como de 110 ataques contra escuelas y hospitales en la Franja de Gaza.”
“‘La ONU ha considerado a Israel responsable de más de 6.700 víctimas infantiles entre 2015 y 2020, sin embargo, las fuerzas israelíes nunca han sido añadidas a la llamada ‘lista de la vergüenza’’, dijo el comunicado de las ONG”.
“En definitiva, señalan, que las expectativas que generó entre las ONG que siguen el tema la advertencia de Guterres de incluir a las Fuerzas Armadas israelíes y a los grupos palestinos en su ‘lista de la vergüenza’ quedaron insatisfechas”.
Télam, por lo demás, dejaba claro cuál era el foco:
“Télam consultó a Heffes si la no inclusión de Israel en esa ‘lista de la vergüenza’ se explicaba por el alineamiento internacional del Gobierno israelí”.
Poco más había.
Lo que faltaba:
La organización no gubernamental:
De acuerdo con la organización NGO Monitor (2020), los miembros de Watchlist incluyen a Human Rights Watch (una ONG obsesionada con Israel), World Vision (con una relación poco imparcial en este conflicto), Defense for Children International (cuya filial palestina, según NGO Monitor, “lidera la campaña de explotación de niños para promocionar la demonización de Israel, y que está vinculada con el grupo terrorista palestino FPLP”), y, entre otras, según figura en la página de Watchlist, Amnistía Internacional (otra de las organizaciones con animosidad contra Israel).
NGO Monitor continuaba diciendo que en un informe de junio de 2020, que Watchlist presentó junto a las organizaciones Save the Childrey y Children and Armed Conflict; Watchlist “se limita(ba) a repetir y amalgamar ‘informes de dominio público’ publicados por fuentes de la ONU y ONG, sin aportar ningún contenido original y con un análisis mínimo”. Y añadía que no había información sobre cómo se evaluaba la credibilidad de esos informes, ni sobre los criterios para incluir o excluir fuentes. “Además – añadía NGO Monitor -, el número desproporcionadamente elevado de ONG que publican información sobre Israel infla arbitrariamente el número de violaciones denunciadas”.
En su informe de 2023, Watchlist obviaba la problemática central de los propios niños palestinos bajo jurisdicción palestina, silenciando la incitación sistemática al odio y la violencia, glorificación de la violencia (prácticas que se cuelan en los libros de texto), la violencia como método de ascenso socio-económico, la utilización de niños soldado por parte de los grupos terroristas palestinos, su utilización más amplia en el conflicto como herramientas propagandísticas y como escudos humanos. Esto es, la responsabilidad ulterior palestina de colocar a sus niños en medio del conflicto armado.
Y no es que, como ya se señalara en CAMERA Español, el aparato que convierte a los niños en instrumentos – que los cosifica, vamos – del liderazgo palestino no sea evidente. Si es que, por evidente, está a la vista de todos.
Así, el 16 de mayo de 2018, el líder del grupo terrorista Hamás en Gaza, Yahya Sinwar, afirmaba durante una entrevista televisiva:
“Cuando decidimos embarcarnos en estas marchas, decidimos convertir lo que nos es más querido – los cuerpos de nuestras mujeres y niños- en un muro de contención que impida la deriva muchos árabes hacia la normalización de los lazos con [Israel]”.
“Lo más querido…”. Un cariño medido en cruento beneficio.
El contexto:
NGO Monitor explicaba en su informe de 2020 que “para que una parte en conflicto figure en el Anexo [la ‘lista de la vergüenza’], debe demostrarse que el grupo vulnera sistemáticamente al menos una de las cinco ‘violaciones graves’ desencadenantes de los Derechos del Niño. Estas incluyen ‘reclutamiento y utilización, ‘muerte y mutilación’, ‘violación y otras formas de violencia sexual contra niños’, ‘ataques a escuelas y hospitales`’ y ‘secuestro de niños’”.
Entre las disposiciones del Protocolo Facultativo de la Convención relativa a los Derechos del Niño (Protocolo Facultativo 2000), señalaba la Cruz Roja Internacional (CRI), figura que: “los grupos armados que no sean fuerzas armadas nacionales no deberían reclutar nunca, de modo obligatorio o voluntario, a niños de menos de 18 años, ni hacer que participen en las hostilidades”.
Además, apuntaba la CRI, el Estatuto aprobado en Roma el 17 de julio de 1998 (Estatuto de la Corte Penal Internacional), “incluye en la lista de crímenes de guerra que son de la competencia de la Corte el hecho de hacer participar activamente en las hostilidades a niños de menos de 15 años, su reclutamiento en las fuerzas armadas nacionales en caso de conflicto armado internacional (art. 8 (2) (b) (xxvi)), y en las fuerzas armadas nacionales y otros grupos armados en situación de conflicto armado no internacional (art. 8(2)(e)(vii))”.
Amén de incrustar por sistema, como hace el grupo terrorista Hamás en Gaza, las infraestructuras terroristas – túneles, centros de mando, lanzaderas de cohetes, arsenales – en zonas residenciales, convirtiendo forzosamente a miles de personas, niños entre ellas, en escudos humanos.
La Cruz Roja Internacional mencionaba al respecto la Práctica relativa a la Norma 23 -Ubicación de objetivos militares fuera de zonas densamente pobladas. Y especificaba que el artículo 58 del Protocolo adicional I de 1977 establece que las partes en conflicto evitarán, en la mayor medida posible, “situar objetivos militares en zonas densamente pobladas o en sus proximidades”.
Mucha escasez para un tema tan relevante.
Y es que, entonces, la pregunta no sería por qué Israel no está en la lista de marras, sino, más bien, cómo es que aún no se ha incluido al liderazgo palestino en la misma.
Ese interrogante, está visto, no interesa que interese. Ni interesa dejar a la vista de todos el porqué de ese desinterés…