La posibilidad de negociaciones de paz entre israelíes y palestinos vuelve a ser noticia a raíz del impulso que busca darle la administración Obama, materializado en el cuarto viaje del Secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry a la región.
Pero los medios hispanos, en su amplia mayoría, ofrecen una perspectiva única, en la que los escollos para sentarse a la mesa negociadora provienen, siempre, de la parte Israelí.
Así, el diario El Nuevo Herald, publicaba el 22 de mayo de 2013 un artículo de la agencia Associated Press, firmado por Mohammed Daraghmeh, que, ya desde el título, establecía un desbalance informativo: Palestinos tienen poca fe en el plan de paz de Kerry.
La crónica indicaba que:
“Las negociaciones de paz se desplomaron a fines del 2008 y desde entonces están interrumpidas, en gran parte debido a las disputas por la construcción de asentamientos israelíes en Cisjordania y Jerusalén oriental.
Los palestinos reclaman ambas áreas, como también la Franja de Gaza, para su Estado futuro, y dicen que no tiene sentido negociar mientras Israel sigue construyendo asentamientos judíos. Más de medio millón de israelíes viven ahora en Cisjordania y Jerusalén oriental. Los palestinos dicen que ese hecho dificulta cada vez más compartir la tierra con Israel. Israel capturó los tres territorios en 1967, aunque se retiró de Gaza en el 2005 después de desmantelar sus 21 asentamientos allí.
Los palestinos han exigido que Israel congele la construcción de asentamientos y acepte las líneas previas a 1967 como la base de una futura frontera”.
¿Eso es todo lo que hay que decir? ¿La postura israelí puede ser obviada sin más? Y la realidad y los hechos históricos, ¿pueden ser despreciados como si se tratase de información innecesaria, irrelevante?
No. Evidentemente, no. Los hechos que señalan el camino que ha llevado a la situación presente, no pueden ser ignorados.
El periodista árabe israelí Khaled Abu Toameh señalaba en un artículo publicado en Gatestone Institute el 14 de mayo de 2013, con motivo de la visita del presidente estadounidense a Israel y Cisjordania, que:
“Cualquier acuerdo al que llegaran Israel y la Autoridad Palestina sería rechazado por un gran número de palestinos, especialmente por los refugiados palestinos que siguen insistiendo en el “derecho de retorno” a sus antiguos pueblos dentro de Israel.[…]Con la excepción de al-Fatah, todas las organizaciones palestinas–principalmente Hamas, Yihad Islámica, el Frente Popular para la Liberación de Palestina y el Frente Democrático para la liberación de Palestina–rechazarían automáticamente cualquier acuerdo de paz con Israel por varias razones. Algunos de estos grupos quieren ver a Israel borrado de la faz de la tierra, mientras que otros creen que Israel nunca aceptaría todas sus exigencias, como una retirada completa a las líneas anteriores a 1967 y la liberación de todos los prisioneros palestinos.[…]Muchos palestinos, incluyendo a Abbas y al liderazgo de la Autoridad Palestina, se oponen a la reanudación de las conversaciones de paz a menos que Israel libera un número significativo de los prisioneros palestinos, detenga todas las construcciones en los asentamientos, así como de Jerusalén oriental y acepte las líneas previas a 1967 como las futuras fronteras de un estado palestino.[…]El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, no tiene mandato de su pueblo para llegar a cualquier acuerdo con Israel, su mandato expiró en enero de 2009”.
Aquí hay un caudal de información para comenzar.
¿Las líneas de armisticio de 1949 como fronteras palestinas? ¿Tiene sustento legal?
Antes que nada, las líneas de armisticio eran sólo eso, una demarcación de cese el fuego entre Israel y Jordania.
Dore Gold, presidente del Jerusalem Center for Public Affairs, señala que de hecho, el artículo II del armisticio con los jordanos especifica explícitamente que el acuerdo no compromete ninguna reivindicación territorial futura por parte de las partes, ya que había sido “dictada exclusivamente por consideraciones militares”. En otras palabras, la línea de armisticio no era una frontera internacionalmente reconocida.
Por otra parte, Robbie Sabel en su ensayo International Legal Issues of the Arab-Israeli Conflict: An Israeli Lawyer’s Position agrega que los estados árabes insistieron en no darle el estatus de frontera permanente.
Y, no es nada despreciable dato que aporta Barry Rubin en un ensayo que forma parte del libro The Middle East Enters the Twenty-first Century (editado por Robert O. Freedman):
“… durante el período 1948-1967, el lado árabe nunca consideró implementar la solución de los dos estados, transformando de Cisjordania (bajo control jordano) y la Franja de Gaza (controlada por Egipto) en un estado palestino”
El profesor de derecho de Harvard, Alan Dershowitz, señalaba en un artículo del 28 de septiembre de 2011 que si los palestinos lograran retornar al estatus anterior al ataque jordano en 1967, entonces la agresión militar no habría sido castigada, sino recompensada. Y argumentaba:
“Es por ello que la resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU – que en esencia fue un tratado de paz como resultado de la Guerra de los Seis Días [de 1967] – estaba destinada a que Israel retuviera el territorio necesario para otorgarle fronteras seguras…”.
Además, Dershowitz apuntaba que hay que tener en cuenta cómo se llego a la situación presente:
“El rechazo árabe de la recomendación de partición de la ONU [en 1947, que preveía que Jerusalén y Belén fuesen un cuerpo separado de los dos estados previstos] y el ataque contra el nuevo Estado Judío que resultó en la muerte del 1 por ciento de la población de Israel; el ataque emprendido por Jordania y sus soldados palestinos contra Israel en 1967, que terminó con la captura de Cisjordania por parte de Israel; la oferta hecha por Israel de cambiar tierra por paz que fue rechazada en Jartum con los infames tres ‘no’ – no a la paz, no al reconocimiento y no a la negociación [con Israel]; la generosa oferta de estado que hizo Israel en 2000-2001 que fue rechazada y a la que se respondió con violencia; la subsecuente, y más generosa, oferta de Olmert, que no fue aceptada por el presidente Abbas”.
Arafat abandonó Camp David en 2000 y lanzó, efectivamente, la segunda intifada.
Por su parte, Eugene Rostow, jurista fallecido en 2002 – ex decano de la Facultad de Leyes de Yale y Vicesecretario de Estado para Asuntos Políticos durante la presidencia de Lyndon B. Jonson (y, como tal, uno de los que participó en la redacción de la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU – explicaba (The Future of Palestine, 1993), en referencia a la resolución 242 que:
“La norma… Refleja la amarga experiencia no sólo de Israel, sino también de Gran Bretaña, Estados Unidos y de Dag Hammarskjod, ex Secretario General de la ONU… [que] persuadieron a Israel a que se retirara del desierto del Sinaí en 1957 a cambio de la promesa de Nasser de mantener abiertos al tráfico naviero israelí el Canal de Suez y los Estrechos de Tirán; detener todos los ataques de guerrilla contra Israel desde territorio Egipcio y hacer la paz. Todas esas promesas fueron incumplidas. Esa historia es la fuente de la primera de las dos disposiciones territoriales de la resolución 242, que los israelíes no están obligados a retirarse de ninguna parte de los territorios ocupados hasta que cada uno de los estados árabes haga la paz. Y la palabra ‘paz’ en la resolución 242 significa una paz plena y formal, no meramente el abandono de todas las demandas de los derechos de beligerancia”.
La crónica de Associted Press, que reproducía El Nuevo Herald, decía:
“…Israel sigue construyendo asentamientos judíos. Más de medio millón de israelíes viven ahora en Cisjordania y Jerusalén oriental”.
¿Sólo eso? ¿Ninguna información más? La idea que deja la crónica es que los asentamientos son el gran obstáculo para la paz.
En un artículo de 2009 (Protecting the Contiguity of Israel), Nadav Shragai explicaba que:
“La construcción israelí y palestina en Cisjordania ha sido gobernada por los términos legales del Acuerdo Interino Oslo II [firmado por palestinos e israelíes]a partir del 28 de septiembre de 1995.”
Israel, según Oslo II, retuvo los poderes de división por zonas y planificación del área C. Por consiguiente, la mayor parte de la construcción palestina recientemente realizada allí, apuntaba Shragai, es ilegal. En contraste, ninguno de los Acuerdos de Oslo prohibió la actividad de establecimiento (“asentamiento”) israelí, aunque Israel aplicó auto-limitaciones unilaterales en este área en años recientes.
El Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel informa en su página web que en los Acuerdos de Paz entre israelíes y palestinos “no sólo no hay una restricción de los asentamientos durante el período provisional, sino que la Autoridad Palestina no tiene jurisdicción sobre los asentamientos o sobre los israelíes.”
Ergo, los “asentamientos” no son un obstáculo para la paz. Algo bien distinto es que los líderes palestinos lo utilicen como excusa para evitar los compromisos de una negociación sin precondiciones.
El texto de El Nuevo Herald, también indicaba que Israel se retiró de Gaza en 2005. Pero olvidaba mencionar algo vital para comprender las preocupaciones israelíes: La respuesta fueron más de 8000 cohetes lanzados contra Israel desde Gaza.
También se puntualizaba que:
“Más de medio millón de israelíes viven ahora en Cisjordania y Jerusalén oriental. Los palestinos dicen que ese hecho dificulta cada vez más compartir la tierra con Israel.”
Según la Oficina Central de Estadística de Israel, el 20, 7 por ciento de la población en Israel es árabe: 1.658.000 millones de personas.
¿Cómo es que en un caso resulta un problema y en el otro no? ¿Cómo es que en un caso es mencionable y en el otro no?
Pero la prensa se empeña en dibujar una historia donde existe un malo, un bueno, y donde el lector fácilmente puede elegir el lado “apropiado”.