Shanzhai es un término chino que ha adquirido una nueva connotación: imitación, falsificación. Desde el campo antiisraelí – en el que conviven no pocas ONG, organismos, medios de comunicación y periodistas – han optado igualmente por la apropiación y la adulteración, luego de comprobar que la sinceridad del discurso de los líderes palestinos respecto de sus fines y esfuerzos no conducía a los mismos
Es esencial que los medios hagan hincapié en la diferencia entre un atacante y una víctima civil, ya que, de lo contrario, no sólo faltan a la profesión sino que blanquean a los culpables, a la vez que condenan a los inocentes.
La cobertura que realiza la mayoría de medios en español sobre el conflicto no suele superar una raspadura mínima del hecho: apenas una muestra que no representa nada; como no sea un material que viene a agregarse al sedimento artificioso un una “narrativa” propia del activismo ideológico, del que precisa esa geología pesada de signos.
Sin disimulo ya. Con el léxico obvio del activismo. Con las omisiones propias de quien no está construyendo una crónica sino texto para convencer. Con todos los ingredientes que lo separan del periodismo.
Una suerte de mesianismo que espera que llegue un porvenir sin estado judío. Eso es lo que prescribe una memoria fundada en elementos adulterados e hipertrofiados, cuando no, directamente, fabricados
Ambas agencias de noticias presentaban a un joven miembro del grupo terrorista Yihad Islámica, muerto en un operativo israelí contra el mismo, como una suerte de “víctima colateral inocente”
Acaso crean los profesionales que cubren los eventos relacionados con Israel, que el aplauso breve - un eco, más bien - que se ofrendan entre sí, y que les conceden sus seguidores, es el espejo que define su quehacer. Pero es, precisamente, la cobertura, o su simulacro, la que lo retrata cabalmente.