“… la verdadera desinformación: no es informar poco, sino informar mal, distorsionando”, Giovanni Sartori, Homo videns
Sobre espirales, agendas, encuadres y predisposiciones
Otra teoría, la de la “agenda setting” (fijar, establecer la agenda), enfatiza – según exponía Rubio Ferreres -el poder de los medios de comunicación para atraer la atención hacia ciertos temas o problemas y al mismo tiempo crear los marcos de interpretación de los acontecimientos sociales. Los medios, informando sobre la realidad externa, presentan al público una lista de los temas que serán objeto de la opinión pública.
Maxwell McCombs, y Donald Shaw acuñaron en 1972 el término “agenda setting” para referirse al poder de los medios de comunicación de masas de dirigir la atención de la opinión pública hacia ciertos temas particulares, que aquéllos presentan como los más sobresalientes y problemáticos en cada momento.
El Dr. McCombs afirmaba que “las informaciones de la prensa… hacen bastante más, en realidad, que limitarse a señalar la existencia de hechos y asuntos importantes. … Su selección día a día y su despliegue de informaciones, dirigen nuestra atención e influyen en nuestra percepción de cuáles son los temas más importantes del día. Esta capacidad para influir en la relevancia de las cuestiones del repertorio público es lo que se ha dado en llamar la fijación de la agenda por parte de los medios informativos”. La selección de las noticias más importantes dada al inicio de los informativos, la noticia o noticias que aparecen en la primera página de los periódicos, el tamaño de los titulares, la extensión de una noticia y el insistir en ella un día y otro día, apuntan hacia la determinación de la importancia de los acontecimientos y ponerlos en el centro de atención de la opinión pública. Son los medios lo que trazan las pistas sobre la importancia de los temas de la agenda diaria. En cuanto al público, decía Rubio Ferreres, éste recurre a esas pistas de relevancia para organizar y también decidir cuáles son los temas más importantes que atraen su atención. De ahí que la agenda de los medios de información se convierte en la agenda pública. En otras palabras, los temas de preocupación más destacados se transforman en temas de preocupación más importantes. Esta, concluía Rubio Ferreres, es la tesis central de la teoría de la agenda setting.
Por su parte, Shaw sostienía que “como consecuencia de la acción de los periódicos, de la televisión y de los demás medios de comunicación, el público es consciente o ignora, presta atención o descuida, enfatiza o pasa por alto, elementos específicos de los escenarios públicos. La gente tiende a incluir o a excluir de sus propios conocimientos lo que los media incluyen o excluyen de su propio contenido. El público además tiende a asignar a lo que incluye una importancia que refleja el énfasis atribuido por los mass media a los acontecimientos, a los problemas, a las personas”. “El presupuesto fundamental de la agenda setting – afirmaba Shaw – es que la comprensión que tiene la gente de gran parte de la realidad social es modificado por los media”.
Así, el Dr. en Ciencias Políticas Bernard C. Cohen puntualiza que la prensa no consigue decir a la gente lo que tiene que pensar, pero sí es capaz de decir a los propios lectores sobre qué temas tienen que pensar.
Pero, aclaraba Rubio Ferrres, los medios proporcionan algo más que un cierto número de noticias. Proporcionan también las categorías y los niveles de significación en los que los destinatarios pueden situarlos de forma significativa, “paquetes” de la realidad que los sujetos no experimentan ni pueden experimentar directamente, sino que son conocidos y vividos exclusivamente en función de o a través de la mediación simbólica e interpretativa o selectiva de los medios de comunicación de masas. La mayoría de los conocimientos que los individuos tienen acerca de cuestiones públicas, la mayor parte de los temas y problemas que atraen nuestra atención, no provienen de la experiencia directa y personal, sino de los medios de comunicación, los cuales actúan como principal fuente de información.
“… los medios informativos, en tanto ventanas del mundo exterior que queda más allá de nuestra experiencia directa, determinan los mapas cognitivos, nuestras imágenes, que nos hacemos de él. […] Son los medios lo que nos narran o informan cómo es el mundo y lo que sucede en él, y al que habitualmente no tenemos acceso directo, con el riesgo de que nuestras mentes reproduzcan un mundo distinto al real, un ‘mundo imaginario’, ya que el ‘mundo real’ está ‘fuera del alcance, de la mirada y de la mente’. […] Los medios informativos presentan una visión limitada de un entorno de mayor alcance…”, Rubio Ferreres.
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La frase de Cohen, acaso precise una revisión y ampliación, ya que, según este segundo nivel, los medios no sólo dicen sobre qué hay que pensar, sino también cómo hay que pensar sobre determinados temas o asuntos – cada vez más cerca del qué hay que pensar sobre determinado tema.
“Encuadrar es seleccionar algunos aspectos de una realidad que se percibe y darles más relevancia en un texto comunicativo, de manera que se promueva una definición del problema determinado, una interpretación causal, una evaluación moral y/o una recomendación de tratamiento para el asunto descrito”, McCombs, Estableciendo la agenda.
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Gracias a estos esquemas interpretativos, los encuadres atraen la atención del público hacia los puntos de vista dominantes en las imágenes, los cuales no sólo sugieren qué es relevante o no lo es, sino que trazan una definición del problema, una interpretación causal y una evaluación moral.
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Los autores apuntaban que, justamente, una de las eventualidades en esta cadena de comunicación, es que el emisor intente de manera intencional crear una falsa impresión o conclusión en el receptor. Lo que se conoce como engaño (deception).
Rubin y Chen, entonces, exponían las variedades de engaño según las definiciones o clasificaciones de varios autores:
“R. M. Chisholm y T. D. Feehan (The intent to deceive) distinguen dos amplias categorías, según sea pasivo o activo el papel del engañador: Comisión (deliberada y conscientemente) y omisión (permite a una persona creer algo falso).En su Interpersonal Deception Theory, J. K. Burgoon y D. B. Buller distinguen tres variedades de engaño basadas en siete rasgos diferenciadores: cantidad y suficiencia de la información, el grado de veracidad, claridad, pertinencia, propiedad e intención. Los tipos son: falsificación (mentir o describir ‘la realidad preferida’), ocultamiento (omitir hechos materiales) y ambigüedad (esquivar, rodear las cuestiones cambiando de tema u ofreciendo respuestas indirectas).S. Metts (An exploratory investigation of deception in close relationships) tambiénidentifica tres tipos básicos de mentira: falsificación (afirmar información en contradicción con la información veraz o negar explícitamente la validez de la información veraz), distorsión (manipulación de la información veraz a través de la exageración, minimización y ambigüedad, de manera queel oyente noconozca todos los aspectos relevantes de la verdad o que lógicamente malinterprete la información proporcionada) y omisión (retener toda referencia a la información relevante).H. D. o ‘ Hair y M. J. Cody (Deception): su taxonomía de cinco niveles de actos engañosos incluye: ‘mentiras, actos directos de fabricación; evasión, redirigir la comunicación de temas delicados; ocultamiento, ocultar o enmascarar verdaderos sentimientos o emociones; exageración, exageración o magnificación de los hechos; y connivencia, donde el engañador y el objetivo cooperan para permitir que tenga lugar el engaño”.
“Informar es propocionar noticias, y esto incluye noticias sobre nociones. Se puede estar informado de acontecimientos, pero también del saber. Aun así debemos puntualizar que información no esconocimiento… Por sí misma, la información no lleva a comprender las cosas: se puede estar informadísimo de muchas cuestiones, y a pesar de ello no comprenderlas. Es correcto, pues, decir que la información da solamente nociones. Lo cual no es negativo… Pero si el saber nocional no es de despreciar, tampoco debemos sobrevalorarlo. Acumular nociones, repito, no significa entenderlas”.
Además, Sartori hacía una distinción sumamente relevante: subinformación; es decir, “una información totalmente insuficiente que empobrece demasiado la noticia que da, o bien el hecho de no informar, la pura y simple eliminación de nueve de cada diez noticias existentes. Por tanto, subinformación significa reducir en exceso”. Y desinformación; “una distorsión de la información: dar noticias falseadas que inducen a engaño al que las escucha. Nótese que no he dicho que la manipulación que distorsiona una noticia sea deliberada; con frecuencia refleja una deformación profesional, lo cual la hace menos culpable, pero también más peligrosa”.
Cuestiones adyacentes: el paradigma de Asch
Se han identificado tres motivaciones fundamentales subyacentes al comportamiento de conformidad: el deseo por la exactitud, el deseo de afiliación y el mantenimiento de un auto-concepto positivo. Un reciente trabajo – señalaban – encontró reciente que la contribución de estos factores varía en función de las creencias previas de los individuos hacia el tema bajo consideración. Cuando las creencias previas se oponen enérgicamente a la posición sostenida por la mayoría, la conformidad es impulsada por el deseo de encajar en el grupo. Pero cuando las personas tienen creencias moderadas o no fuertes sobre el tema, la conformidad es impulsada por la creencia de que la opinión mayoritaria es más probable que constituya un consenso objetivo.
Se supone que la gente viola una norma de racionalidad cuando permite que el consenso social anule los hechos.
Lee Ross, Günter Bierbrauer, y Susan Hoffman (El papel de los procesos de atribución en la conformidad y el disentimiento: revisitando la situación de Asch – American Psycologist, 1976, 31) explicaban a grandes rasgos las llamadas “demostraciones de [Solomon] Asch” – psicólogo estadounidense, pionero en psicología social -(sobre los procesos de conformidad) :
“Quizá la característica más provocativa de estas demostraciones era el tipo de juicios que resultaban susceptibles a la influencia social: a los sujetos de Asch se les ponía una tarea perceptiva simple que consistía en comparar líneas de longitudes variables; la respuesta correcta en cada ensayo planteaba un problema de ´’realidad objetiva”, inconfundible para el sujeto. No obstante, enfrentado con el juicio público unánime pero incorrecto de sus cmpañeros, y a la pedirle que expresara su propia respuesta, el sujeto llegaba a sentirse inseguro e incómodo. […] En efecto, enfrentados con este conflicto entre la evidencia de sus sentidos y el consenso de sus compañeros, muchos sujetos eligieron el camino del conformismo público”.
Y explicaban:
“Para el sujeto, el juicio correcto parecía tan obvio que sólo podian equiovocarse personas incompetentes desde el punto de vista perceptivo, tontas, o locas. Además, tenía todas las razones para suponer que la respuesta correcta parecía igual de clara para sus compañeros. Por eso, si disentía, corría el riesgo de parecer incompetente, tonto, o incluso loco; en el mejor de los casos, su disconformidad sería tan incomprensible para sus compañeros como los juicios de éstos lo eran para él. Si disentía, en efecto, pondría en cuestión la competencia, la inteligencia y el equilibrio mental de los otros; un reto que no uno no está muy dispuesto a plantear, sobre todo cuando la propia capacidad para dar sentido al mundo parece de repente en tela de juicio. […] Los riesgos potenciales del inconformismo para el sujeto de Asch iban, entonces, mucho más allá de la pérdida de la aprobación del grupo o de la posibilidad de parecer menos perspicaz o entendido que sus porpios compañeros. Los desacuerdos sobre política, arte, etc., pueden cuestionar los valores, el intelecto o la sofisticación de uno…”.
“Looking Back on the Spanish Civil War”, George Orwell:
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El conflicto es abordado y enmarcado de manera maniquea (y en gran medida falaz o equivocada o llamativamente incompleta), de forma que Israel es presentado como responsable absoluto (agresor, errado, malintencionado; reprobable), en tanto que los palestinos, indefectiblemente, son introducidos como víctimas de la arbitrariedad israelí (de las circunstancias impuestas por el Estado judío, que no permiten espacio de maniobra, como no sean reacciones “desesperadas” – y por tanto, justificables – a la “frustración” que esta situación provoca).
En este esquema, cualquier hecho que menoscabe la imagen que pretende crearse de los palestinos (y de los israelíes) es borrado del relato noticioso; es decir, del canon del conflicto. Originando, por consiguiente, que el lector haga suya la “narrativa” palestina, y que perciba y que sienta el conflicto desde la misma, pero ya como algo personal.
En consecuencia, Israel termina siendo el modelo del “mal” moderno, al que se le pueden adjuntar toda suerte de calificaciones denigratorias “apropiadas” a tal figura – o, más bien, representación, proyección – (apartheid, genocida, etc.); y el conflicto, por ende, el “padre” de todas las inestabilidades, de todos los conflictos.