Como sea, la contradicción permaneció inmutable. Y, así, ya en el subtítulo o destacado, explicaba:
El llamado a consulta popular parece más una medida para consumo interno que un impedimento para los acuerdos con Palestina. Es parte de una serie de medidas adoptadas en los últimos días que afianzan el poder del gobierno.
Claro que la tentación no tocar un titular donde la culpa del conflicto (o de su continuidad) recae sobre Israel, es muy grande.
En su primer párrafo, el redactor indicaba que:
El debate por los eventuales acuerdos de paz que se puedan alcanzar en Medio Oriente está al rojo vivo en Israel. Esta semana, la coalición gobernante del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, aprobó una ley que obliga a llamar a consulta popular para decidir cualquier intercambio de tierras con los palestinos en las actuales conversaciones de paz. La medida provocó una avalancha de críticas, no sólo de la oposición, sino también de sectores del gobierno y de representantes palestinos.
Y enseguida reproducía las declaraciones de Yasser Abd Rabbo, miembro del Comité Ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina:
Israel extiende una mano para la paz y apuñala las negociaciones con la otra.
El periodista parece aún tan centrado en seguir el camino que le dicta el titular, que omite todo contexto. Amén de que la declaración de Rabbo no aporta información alguna, salvo una opinión interesada.
Como, por ejemplo, que, según indicaba el periodista Khaled Abu Toameh el 2 de septiembre de 2013, en un artículo que publicó el diario Jerusalem Post, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas cuyo mandato finalizó a principios de 2009 -, se comprometió a someter a un referéndum cualquier acuerdo al que llegue con Israel, durante su discurso en la apertura de una reunión del Consejo Revolucionario Fatah en Ramallah. Y dijo que se le pedirá a los palestinos en todas partes que aprueben un acuerdo con Israel a través del referéndum.
Al parecer, para el periodista de Página12, la idea pionera de Abbas no era noticia en 2013. A fin de cuentas, al parecer no puede pensarse en un titular que diga La Autoridad Palestina condiciona la paz con Israel.
Y, volviendo justamente al titular. ¿Qué es Palestina para el redactor? ¿Cómo se define, qué fronteras tiene?
Cuando dice Palestina, ¿también incluye a la Franja de Gaza gobernada por Hamas, que no está en la mesa de negociaciones?
Palestina era una región geográfica que también abarcaba el territorio hoy conocido como Jordania. Nunca fue un estado. Hablar de Palestina para referirse a la Autoridad Palestina es incorrecto, y responde sólo a un voluntarismo ideológico que no tiene lugar en un artículo informativo.
En fin. Como por el lado del referéndum el periodista no iba a ninguna parte, comentó brevemente las nuevas leyes votadas en el Parlamento israelí. Y, claro, al llegar a la ley de reforma política, una vez más introdujo una valoración propia:
Otras medidas incluyen una ley de reforma política que, en los hechos, limita la participación de los partidos árabes en el Legislativo
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El martes, la Knesset (Parlamento) aprobó la llamada ley de gobernabilidad, la cual eleva el umbral de representación electoral del 2 al 3,25 por ciento. Si bien sus promotores sostienen que la nueva legislación busca generar gobiernos más estables en el futuro, dos de los tres partidos árabes podrían quedar fuera del Legislativo en los próximos comicios.
En los hechos aún no ha pasado nada, puesto que los hechos se producirán en las próximas elecciones. Lo que el periodista llama hechos, no ha sucedido, son meros supuestos, valoraciones personales.
Pero, sobre todo, la ley afecta a todos los partidos minoritarios (judíos, árabes, cristianos, seculares, de derecha y de izquierda). De hecho, afecta, ni más ni menos, al partido Hatnuah de la actual ministra de Justicia, Tzipi Livni; también, al partido de izquierda Mertezy a Kadima (liderado por Shaul Mofaz).
La legislación no limita la participación de los partidos árabes ya que si se formaran alianzas, los árabes, que representan el 20 por ciento de la población israelí, no tendrían problema alguno para obtener escaños en el Parlamento y pasar a ser un jugador político de mucho peso.
Pero indicar esto disminuiría la imagen que en todo momento pretende dar el periodista: Israel como mal en sí, y como causa del mismo. Mejor, entonces, dar a entender, implícitamente, que el objetivo de la ley es limitar (o excluir) a los partidos árabes.
¿Podrá el periodista (cualquier periodista, en realidad) decir en una crónica que la Autoridad Palestina o Jordania o el Líbano, o un largo etcétera, limitan a los partidos judíos?
O, formulada de otra manera:
¿Alguna vez uno de estos países permitirá aunque sea un único partidos judío en su Parlamento?