Las posibilidades se angostan. O las explicaciones. Quienes piden para Gaza (para Hamás), y para Hizbulá un “alto el fuego” pueden ser dos tipos de personas: estultos o cómplices – o una mezcla de ambos, como mucho. Se han agotado los matices: los hechos están a la vista de todos, sin disimulos, y hasta harto repetidos, como para que la ignorancia, a esta altura del partido, tenga algo que ver en el vergonzoso despliegue de cinismo, farsa, mediocridad y corrupción.
Lo decía Osama Hamdan, un destacado miembro de Hamas en un episodio del podcast SamaQuds, publicado en YouTube el 11 de octubre de 2024, y traducido por MEMRI:
“El ‘diluvio de Al-Aqsa’ [ataque contra Israel el 7 de octubre de 2023], que fue la culminación de una secuencia de operaciones en desarrollo, que condujo a la apertura de una gran guerra con la ocupación está sentando las bases para la liberación que requiere una guerra muy grande con la ocupación. No se pueden sentar las bases de una guerra de liberación quemando leña. Se necesita una guerra de este tamaño para sentar las bases de la liberación.
Si nuestro Señor nos permite vivir tanto tiempo, no creo que Israel esté en el mapa de la región dentro de diez años. La gente dirá entonces: ‘Que Alá esté complacido con la gente que lanzó el diluvio de Al-Aqsa, porque escribieron la primera línea de la historia del fin de Israel‘”.
Alto el fuego sin una derrota militar de Hamás, sin la posibilidad de un cambio de régimen sustancial, sin la imposición de unas condiciones básicas a la manera de la Conferencia de Potsdam – desarmar y desmilitarizar; impedir la utilización de materiales con fines militares; erradicar la glorificación e incitación a la violencia de las aulas, como así también la negación del derecho de Israel a existir dentro de sus fronteras. Sin todo ello, pues, el cese del fuego no pasa de ser una mera tregua estratégica, una ofrenda para los grupos terroristas palestinos para su reagrupación y rearme, y vuelta a empezar.
Las múltiples negativas árabes a una solución negociada, seguidas muchas de ellas de agresiones armadas (1948, 1967, 1973, intifadas, ataques desde el sur del Líbano, desde Gaza, desde Cisjordania, 7 de octubre), deberían haber anulado, como en el caso de la Alemania nazi, la facultad de estos países, yde quienes los apoyaron, de erigirse en demandantes y de enarbolar un estatus igual al del agredido en cualquier negociación.
Pero lo que había valido apenas años antes en Potsdam, y lo que había valido durante la partición de la India sólo un año antes en términos de refugiados (14 millones en total, en ese caso), había caducado. O, en realidad, lo que había cambiado era el carácter de uno de los actores. Así, con agencia de la ONU ad hoc y el inexistente “derecho de retorno” para hipertrofiar y perpetuar el conflicto, bochornosas resoluciones y los agresores elevados a reclamantes legítimos, se iniciaba el largo hostigamiento del estado judío.
Excusa ideal para el antisemitismo new age, para el tradicional, el de izquierda, el de derecha, el de las élites, el del pueblo llano, el de los artistas sensibles, el de los periodistas comprometidos, el de los políticos sin escrúpulos y sin más propósito que el pecuniario, o los estudiantes que juegan a la revolución. Lo de siempre, en definitiva. Únicamente que adornado con el maquillaje barato, de esquina mal iluminada, de un fraudulento “anticolonialismo” y de un “multiculturalismo” que está esperando tragarse de un bocado a tanto imbécil para imponer las restricciones tajantes de la sharía.
Sea por un motivo o por otro, la patología afectará no sólo el devenir de Oriente Medio, como tantos quiere creer o hacer creer. Sus esfuerzos por entregar la región, a Israel, al islamismo no harán nada por apaciguar a quienes aspiran a mucho más. El mal, que es un derrotismo que se va aceptando en lo que se creen son módicas cuotas; es decir, una ceguera para ver de cerca lo que de lejos se ve tan deformado por la ideología.