Los primeros conatos de revuelta contra la empresa sionista datan de comienzos del siglo XX en la Palestina todavía Otomana. En los años veinte y treinta, se agravaron bajo el mandato británico. En 1948 se fundó el Estado de Israel y se desató la primera guerra de Oriente Próximo. En 1967, el Ejército ocupó Cisjordania y Gaza, además del Golán sirio y el Sinaí egipcio. En 1988, la OLP reconoció a Israel nada más desatarse la primera Intifada. Explotó otra en 2000.
Muñoz relata una serie de eventos en voz pasiva e impersonal: se agravaron, se fundó, se desató. En estos casos, no ha habido ningún agente violento, belicoso, o intolerante que les diera origen. Todo esto ocurrió como por la naturaleza de las cosas, que es, realidad, y sin mencionarlo, el completo rechazo a la empresa sionista, o, en otras palabras, a la presencia de judíos. Cuando llegamos a la ocupación, ahí aparece la voz activa: el Ejército ocupó Cisjordania y Gaza, además del Golan sirio y el Sinai egipcio. No sabemos por qué el Ejército hizo esto. En este caso fue pura agresión del Ejército. Luego con las intifadas volvemos a las causas naturales, a hechos que ocurrirían en la naturaleza, como se abrieron las flores o llegaron las mariposas o se desató una tormenta. La Intifada se desató, y la segunda explotó.
Con este análisistorpe de las relaciones entre dos pueblos viviendo lado a lado a lo largo de cien años, comenzamos a entender las serias limitaciones cognitivas e intelectuales de Muñoz para desarrollar una labor histórica como la que se propone en este artículo. De un lado todo ocurre por sí mismo, como si fuera natural, del otro, el Ejército invade. ¿El mal?: la empresa sionista.
Continúa Muñoz:
Pero si se escucha estos días a los líderes políticos israelíes, da la impresión de que el conflicto comenzó en septiembre de 2005, cuando un general israelí cerró el candado en el paso de Kisufim, en la frontera con la franja, tras la evacuación de los colonos. “Nos retiramos de Gaza, y como respuesta nos disparan cohetes” es el mantra repetido hasta la saciedad. Una distorsión obvia.
La distorsión obvia la acaba de producir Muñoz: Si la demanda era retirarse de los territorios ocupados e Israel lo efectuó y entonces llueven los cohetes, ¿cuál es realmente la demanda, los territorios o todo Israel? Muñoz no lleva su propia lógica adelante hasta decir: No era sólo de Gaza que queríamos que os fuesen, era de Sderot, de Ashkelon, de Tel Aviv y de Haifa. ¿Por qué no admite abiertamente Muñoz que lo que quieren Hamas y los palestinos es que Israel desaparezca? La respuesta es simple: Porque entonces la lucha de Israel se vuelve una de defensa propia y ya no se lo puede pintar como el agresor. Israel es el agresor porque no accede a suicidarse, porque continúa viviendo en la zona y manteniendo una sociedad democrática y digna, para colmos también.
Muñoz pretende pintar a Hamas y sus intenciones políticas como las de una pobre víctima de Israel cuando en realidad Hamas obedece las manipulaciones de Irán y actúa bajo su tutela. Hamas practica el terror con Israely no reconoce a Israel, a la vez que se ha embarcado en la “iranización” del Medio Oriente. El deseo de Irán es usar a Hamas para extender su influencia sobre Egipto, junto a los Hermanos Musulmanes. Muñoz no parece tener idea de nada más que de las tiradas ideológicas de sus patrocinadores palestinos. Su “inocencia” y simplismo son apabulladores.
Israel continúa siendo la potencia ocupante. A la franja no se le permite abastecerse de cuadernos para las escuelas o de agujas de coser…
Realmente pretende Muñoz que Israel se ocupe de agujas para coser y cuadernos? Si Hamas quiere agujas para coser y cuadernos, ¿no podría (por su propia y libre voluntad) dejar de pasar armas por sus famosos túneles y comprar en vez agujas y cuadernos? Si de verdad Hamas pretende buena voluntad de parte de Israel, ¿por qué no deja de bombardearla?. De lo que Muñoz se ha olvidado, no se da cuenta, o no incluye en su algoritmo perfecto, es que Hamas quiere destruir a Israel, como bien lo dice su Declaración. Muñoz pretende que Israel deje que Hamas la destruya, y también que le envíe cuadernos.
Su artículo se cierra con el siguiente párrafo:
Lo afirmó Isaac Shamir hace más de 20 años: “Israel quiere la paz, pero no cederemos un centímetro de la tierra de Israel”. Es decir, paz sin concesiones. Sin abandonar una pulgada de Cisjordania. Como si sólo desearan la bandera blanca del enemigo
Muñoz trae una cita de un primer ministro que está completamente caduca, en lugar de la oferta de cesión de territorio que hizo otro primer ministro, Ehud Barak que es ahora ministro de defensa. Barak hizo concesiones de territorio extensas hacia un líder, Yassir Arafat, que demostró que no quería territorio, sólo bombas y muertos. La misma política continúa con Hamas, sólo que con el islamismo de Irán de fondo.
Que lástima para los lectores de El País la vergonzosa calidad de lo que este periódico les ofrece para entender la compleja situación del Medio Oriente.