“Se diría que Gaza es hija de la tragedia”, escribía Soha Abboud-Haggar el 16 de julio de 2014 en las páginas del diario español El Mundo. Y aseguraba que “en Occidente se tuvo noticias de ella cuando el viajero tingitano Ibn Batuta, narró que, en 1346, la peste había exterminado a 22.000 gazatíes, más de la mitad de su población”.
Quizás la “tragedia” de Gaza comience por la escasa rigurosidad histórica, por su utilización como medio para difamar a Israel. Quizás no haya mayor tragedia que la adulteración de la realidad…
En la introducción a “Los laicos de Aristote”, de Henri de Valenciennes, de los traductores y editores Leslie C. Brook y Glyn S. Burgess, se explica que:
“El poema francés antiguo más antiguo, que data de c.1130, fue escrito en el dialecto franco-provenzal por Albéric de Pisançon, pero sólo quince tiradas mono-rimadas sobreviven. Un poema Anónimo deca-silábico, de c.1160, proporciona una cuenta de la juventud de Alexander, y otros dos trabajos, uno por Lambert le Tort de Chteaudun y uno anónimo, tratan respectivamente con aventuras de Alexander en el Este y de su muerte. Unos años más tarde Alexandre de Paris, de Bernay en Normandía, reescribió el material anterior en lo que vino a ser conocido como alejandrinos. Incluyó una obra conocida como el Fuerre de Gadres que trata una incursión en Gaza (esto fue escrito originalmente alrededor 1155 por un autor llamado Eustace)”.
Es decir que los occidentales conocían desde hacía unos siglos Gaza. Es más, los occidentales ya conocían los escritos bíblicos (¡!), con lo que habían escuchado hablar de la ciudad. En Jueces, 16, por ejemplo, se relata que:
“1 Sansón se dirigió a Gaza. Allí vio a una prostituta y entró en su casa.
2 Cuando anunciaron a la gente de Gaza: ‘¡Ha llegado Sansón!’, lo cercaron y se pusieron al acecho junto a la Puerta de la ciudad. Así estuvieron a la expectativa toda la noche, diciendo: ‘Lo mataremos al despuntar el alba’”.
Ese comienzo incorrecto era poco prometedor.
Y, así, con la misma liviandad, Abboud-Haggar rubricaba su segundo error:
“La Franja de Gaza regresó al primer plano de la actualidad mundial en 1948: su población, que rondaba las 50.000 personas, se multiplicó por ocho cuando sobre ese secarral tendido junto al Mediterráneo cayeron unos 350.000 refugiados huyendo de la guerra o empujados por la limpieza étnica del ejército israelí y que esperaban alcanzar la seguridad en Egipto”.
¿Por la “limpieza étnica del Ejército israelí”?
Abboud-Haggar, licenciada en Lengua y Traducción española, licenciada en Filología árabe por la Universidad Complutense (Madrid) y Doctora en Estudios Árabes e Islámicos, debería estar familiarizada con la aportación de pruebas para sostener una tesis, una hipótesis. Pero, aún así, no aporta ninguna.
Si Israel llevó a cabo una “limpieza étnica”, ¿cómo se explica que, según publicaba (15/05/2011) la agencia palestina de noticias Ma’an, “la Oficina [de estadística] advirtió que 154.000 palestinos permanecieron en el recién creado estado de Israel en 1948 , y que hoy suman 1,36 millones”?
Pero los libelos no crean su justificación, sólo lanzan el eslogan, la frase hecha, el dato falso que pretende instalarse entre la opinión pública.
Además, Alex Safian, analista de CAMERA, comentaba que el grupo más numeroso de refugiados palestinos (como consecuencia de la guerra de agresión árabe contra Israel en 1948), aproximadamente un diez por ciento del total, que llegaron de la ciudad mixta árabe-judía de Haifa. Benny Morris (historiador tildado de revisionista, muy citado por los críticos de Israel) documentó que los palestinos que huyeron de Haifa lo hicieron en contra de los ruegos de sus vecinos judíos y de un General británico de que permanecieran en el lugar:
“Bajo mediación británica la dirigencia israelí acordó un alto el fuego, haciendo un ofrecimiento que los británicos consideraron como términos generosos. Pero luego, enfrentada a la presión musulmana, la dirección mayoritariamente cristiana se acobardó; un alto el fuego significaría rendición e implicaría disposición a vivir bajo dominio judío. Se enfrentarían a acusaciones de colaboración y traición. De tal modo que, ante el asombro de los militares y líderes políticos británicos y judíos reunidos en la tarde del 22 de abril en el ayuntamiento de Haifa, la delegación árabe anunció que su comunidad evacuaría la ciudad”.
El alcalde judío, Shabtai Levy, y el comandante británico, el general Hugh Stockwell, suplicaron a los árabes que reconsideraran su decisión… pero los árabes permanecieron impasibles… (Morris, 1948 y Después, p 20)
Es decir, no sólo no había una política de expulsión contra los árabes, sino que lo contrario era lo cierto.
Por su parte, el también analista de CAMERA, Gilead Ini explicaba que:
“Los historiadores concuerdan en que no hubo una sola causa para que los árabes huyeran de Palestina. Las masas huyeron principalmente porque vieron que la élite palestina hacía lo mismo. En parte, esta huída fue como respuesta a las exhortaciones de los líderes militares y políticos árabes para que los civiles palestinos evacuaran sus casas hasta que la lucha finalizara. Muchos simplemente huyeron de la intensa lucha que los rodeaba, o que perturbaría sus vidas muy pronto. En algunos casos, los militares judíos forzaron a los palestinos a salir de sus casas.
[…]
Los líderes palestinos instruyeron explícitamente a los palestinos a abandonar sus casas. El Gran Mufti de Jerusalén, Haj Amin al Husseini, le dijo a una delegación de árabes de Haifa en enero de 1948 que debían “sacar a las mujeres y niños de las áreas peligrosas para reducir el número de víctimas”, y siguió promoviendo evacuaciones en los meses siguientes. De hecho, sólo unos meses después, cuando los líderes británicos, judíos y árabes trabajaban para negociar una tregua, de conformidad con las órdenes del Mufti, el lado árabe insistió en una evacuación completa de todos los residentes árabes, para gran sorpresa de todos los involucrados.
De manera similar, el liderazgo nacional palestino (o “Comité Superior Árabe”) publicó un panfleto en marzo de 1948 exhortando la evacuación de mujeres, niños y ancianos de las áreas afectadas por la lucha.
La Legión Árabe de Jordania ordenó que las mujeres y niños salieran de Beisan, un pueblo cercano a la frontera jordana y un punto anticipado de invasión por la Legión”.
Ini, además, aclaraba que del lado israelí nunca se enviaron órdenes de oficio para expulsar a los árabes, y de hecho, el nuevo ejército israelí, por petición del gobierno, dejó claro en julio de 1948 que “se prohíbe… expulsar habitantes árabes de sus pueblos, barrios y ciudades, y desplazar a la fuerza a los habitantes sin un permiso especial u orden explícita del Ministro de Defensa en cada caso específico”.
Evidenciar una mentira siempre es más difícil que referirla: la mentira prescinde, una vez más, de los datos; en tanto que, para rebatirla y demostrar su falsedad, hay que recurrir, justamente, a esos datos.
Pero la Dra. Abboud-Haggar lo tenía más sencillo en su artículo: afirmaba, culpaba, acusaba; y se eximía de probar sus dichos. Así, continuaba diciendo que:
“La ONU, responsable de la partición de Palestina e incapaz de controlar el consiguiente conflicto y de obligar a Israel a recibir a los más de 700.000 refugiados dispersos por Gaza, Líbano, Siria, Jordania y Egipto, se limitó a emitir resoluciones, que Israel jamás cumplió, y a encargar a la UNRWA que suministrara las ayudas indispensables para impedir que los refugiados se murieran de hambre”.
Laresolución 194 (III)de las Naciones Unidas, del 11 de diciembre de 1948, como legislación de dicho derecho. Esta resolución de la Asamblea General (y por tanto, no vinculante; ergo, no tiene fuerza ni valor legal; siendo una mera recomendación), resolvía, en su artículo 11, que:
“…deberíapermitirse [shouldbe permitted; suele encontrarse, de manera errónea – dado el contexto de la frase – en las traducciones al español, como “debe permitirse”] a los refugiados que deseen regresar a sus hogares yvivir en pazcon sus vecinos, que lo hagan así lo antes posible…”.
La resolución no habla de “refugiados palestinos”. Es de remarcar, que este párrafo no reconoce ningún derecho, sino que recomienda que “debería permitirse” [de ahí, que al tener sólo carácter recomendatorio, se utilice el condicional, en lugar del idicativo] a los refugiados retornar.
Los refugiados de los que habla dicha resolución, también son los judíos expulsados. De hecho, como explicaba Ini, entre 1948 y 1951, como resultado de la Guerra de Independencia, Israel absorbió unos 400.000 refugiados judíos que habían sido desalojados de sus casas en suelos árabes. En total, más de 800.000 judíos nativos de países árabes y musulmanes perdieron sus casas y propiedades después de la guerra de independencia de Israel, alrededor de 600.000 de los cuales encontraron refugio en Israel. Aunque el número de refugiados judíos y el área total de sus pérdidas excedió a la de sus contrapartes árabes, el número ligeramente similar de refugiados judíos y árabes ha llevado a algunas personas a describir el éxodo de los dos grupos como una transferencia de población de facto.
Pero la ONU, no estableció una agencia especial para los refugiados judíos, ni para los cerca de 7 millones de hindúes y 7 millones de musulmanes (surgidos a partir de la partición de la India – y creación de Pakistán – en 1947); sino que sólo lo hizo para los palestinos. Algo que la Doctora decide callar, para escenificar una tragedia.
Tampoco menciona la Doctora Abboud-Haggar que la resolución de partición recibió el consentimiento de la comunidad judía en el Mandato de Palestina, pero los Estados árabes no sólo votaron en contra de la partición, sino que sostuvieron inicialmente que era inválida (Julius Stone, Israel and Palestine: Assault on the Law of Nations).
A la negativa siguió una guerra de agresión de cinco ejércitos árabes con el apoyo del liderazgo de los árabes palestinos contra el recién nacido Estado de Israel.
Azzam Pasha, Secretario General de la Liga Árabe, llegó a declarar que:
“Esta guerra será una guerra de exterminio y una masacre trascendental, de la que se hablará como de las masacres mongolas y de las Cruzadas”.
Es decir, que, para la Doctora, ¿los agredidos tenían que compensar al agresor? ¿Y la ONU debía hacer aún más que darles un trato de preferencia a los árabes palestinos?
Pero estas preguntas quedarán sin respuesta y, mientras tanto, la Dra. , Abboud-Haggar continuaba con el traslado de culpas hacia Israel. Y, así, prescindiendo de lo fáctico, ingresaba en el territorio de lo puramente adjetival, de lo emocional, para lo que, tampoco hacen falta pruebas ni datos que lo sostengan:
“La situación aún empeoró tras la derrota árabe de 1967, pues la Franja de Gaza fue sometida al puño de hierro de la dominación israelí”.
Un documento elaborado por CAMERA comenta que, luego de que Israel se hiciera con el control de la Franja (y Cisjordania) en 1967:, Nadav Safran,
“Los funcionarios israelíes también instituyeron la “política de abrir puentes” que, según [Nadav] Safran [Israel: The Embattled Ally], permitió la “libre circulación de personas y mercancías de un lado a otro a través del Río Jordan para evitar la interrupción de las relaciones comerciales anteriores y los contactos familiares y personales”. Israel también permitió a los árabes de Cisjordania y la franja de Gaza visitar Israel. […] Por otra parte, a los árabes de Cisjordania y la franja de Gaza se les permitió trabajar en Israel, “un paso que inició una revolución en la vida de las zonas y sus habitantes”. (Safran, 267-68)”.
A todo esto, en 1978, se fundó la primera universidad de Gaza, la Universidad Islámica de Gaza. Y, de acuerdo con el mencionado documento, según el Banco Mundial, el Producto Nacional Bruto per cápita real en los territorios más que se duplicó entre 1970 y 1980. En 1993, el Banco Mundial informó:
“La economía de los [territorios ocupados] creció rápidamente entre 1968 y 1980 (promedio anual aumento de un 7% y un 9% por ciento per cápita real del PIB y el PNB respectivamente), provocada por una serie de factores, incluyendo la rápida integración con Israel y el auge económico regional. En los primeros años de la ocupación, hubo una fuerte expansión en el empleo de mano de obra palestina calificada en Israel y un aumento en los ingresos, lo cual a su vez impulsó la actividad económica doméstica, especialmente en el sector de la construcción. Las ganancias de los trabajadores palestinos en Israel aumentaron de niveles insignificantes en 1968 a casi una cuarta parte del PIB en 1975”.
El documento explicaba que el declive de este crecimiento económico siguió al inicio de la Intifada que comenzó en diciembre de 1987 (que la Dra. Abboud-Haggar encomiará y mitificará y mistifacará más adelante como “la guerra de los niños acosando a pedradas a los soldados israelíes” ).
En tanto que, según Ben Dror Yemini, durante la ocupación egipcia:
“La franja de Gaza se convirtió en un campo cerrado. Se hizo casi imposible abandonar Gaza. Se impusieron restricciones severas a los gazatíes (los originales y los refugiados) en todo lo relacionado con empleo, educación y otros asuntos. Cada noche, había un toque de queda hasta el amanecer del día siguiente. Hubo sólo un asunto en el que los egipcios asistieron a la medida de sus posibilidades: los libros escolares contenían una grave incitación contra los judíos. Ya en 1950, Egipto notificó a la ONU que “debido al crecimiento demográfico”, no sería posible ayudar a los palestinos reubicándolos. Eso fue una excusa dudosa. Egipto frustró la propuesta de Naciones Unidas para reasentar a 150.000 refugiados en Libia. Muchos de los refugiados que habían huido en las etapas anteriores y estaban dentro de Egipto también fueron obligados a trasladarse al gigantesco campo de concentración que se estaba formando en la franja de Gaza. En efecto, todos los acuerdos de asentamiento propuestos para el reasentamiento de los refugiados fueron bloqueados por los países árabes.
[…]
Y cabe destacar otro hecho: cuando Israel llegó a la franja de Gaza, la esperanza de vida era de 48 años de edad. Después de un poco más de dos décadas, la esperanza de vida ha aumentado a 72 años de edad, más allá de Egipto”.
Mas, la Dra. Abboud-Haggar daba un paso más y emprendía una justificación del terrorismo:
“Fue en Gaza -que por entonces, 1987, contaba con 650.000 habitantes- donde los palestinos hallaron una palanca para mover la intransigencia israelí: la Intifada, la guerra de los niños acosando a pedradas a los soldados israelíes y regando con su sangre las miserables calles de los campos de refugiados.
La revuelta de los desheredados, perduró con altibajos hasta 1992, con el apoyo de la OLP y, sobre todo, con el de una organización surgida al comienzo de esa lucha, el Movimiento Islámico de Resistencia, Hamas. El mundo entero se conmovió y el Gobierno israelí, encabezado por Yitzak Rabin, inició en Oslo conversaciones secretas con la OLP para hallar una solución al conflicto”.
¿La intransigencia israelí? ¿Olvidó los tres “no” de Jartúm? (no a la paz con Israel, no reconocimiento de Israel y no a las negociaciones con Israel) ¿Olvidó el historial de ataques terroristas de la OLP? ¿Y la carta de la OLP?
La Carta de la OLP (de la cual Fatah es miembro, así como PFLP, DFLP y el Partido del Pueblo Palestino, entre otros) dice, por su parte, en su primer y segundo artículos:
“Palestina es la patria del pueblo árabe palestino; es una parte indivisible de la patria árabe, y el pueblo palestino es una parte integral de la nación árabe.
Palestina, con las fronteras que tenía durante el mandato británico, es una unidad territorial indivisible”.
En el artículo 20 sostiene que “la Declaración Balfour, el Mandato de Palestina y todo lo que se ha basado en ellos, se consideran nulos y sin efecto”.
El artículo 21 afirma que:
“El pueblo árabe palestino, que se expresa a través de la revolución palestina armada, rechaza todas las soluciones que son sustitutos de la liberación total de Palestina y rechaza todas las propuestas encaminadas a la liquidación del problema palestino, o su internacionalización”.
Además, y como explicaba CiF Watch, organización asociada a CAMERA, cualquiera que esté familiarizado con el levantamiento (de 1987 hasta alrededor de 1991) sabría que, caracterizarlo como una rebelión “desarmada” (o como, “la guerra de los niños acosando a pedradas a los soldados israelíes”) es extraordinariamente engañoso, ya que la intifada fue violenta desde el principio. “Mientras que la mayoría de la gente recuerda imágenes de jóvenes palestinos lanzando rocas, de hecho más de 3.600 ataques con cócteles Molotov ataques, 100 ataques con granadas de mano y 600 agresiones con armas de fuego se llevaron a cabo durante ese tiempo – la violencia dirigida a soldados y civiles por igual. Durante este período, más de 200 israelíes fueron asesinados por estos ataques terroristas, y más de 1.400 civiles israelíes y 1.700 soldados israelíes resultaron heridos”.
También, la página del American-Israeli Cooperativa Enterprise, del cual Mitchel Bard es su Director Ejecutivo, indicaba que:
“A lo largo de la intifada, la OLP jugó un papel primordial en la orquestación de la insurrección. El Liderazgo Unificado de la Intifada (UNLI), dominado por la OLP, por ejemplo, con frecuencia emitía folletos dictando qué días debía escalarse la violencia, y cuál iba a ser su objetivo. El liderazgo de la OLP del levantamiento fue desafiado por la organización fundamentalista islámica Hamas, un grupo violentamente antisemita que rechaza cualquier negociación de paz con Israel”.
Pero, además, de la justificación del terrorismo, la Dra. Abboud-Haggar recurría a una imagen que es, realmente, trágica, que tal vez tenga que ver con esa tragedia gazatí de la que responsabilizar a Israel: es el ensalzamiento de la figura del niño como un combatiente, como un “luchador de la resistencia”. Es la figura del niño hecho adulto por su propia sociedad, forzado a dar un paso al frente. Soha Abboud-Haggar decía alegremente: “… la Intifada, la guerra de los niños acosando a pedradas a los soldados israelíes y regando con su sangre las miserables calles de los campos de refugiados”. Los niños como primera línea de ataque. Los niños como arma…
Ya desprendida de cualquier ilusión de rigor académico, la Dra. Abboud-Haggar cae en los habituales comunes utilizados por el activismo pro-palestino y/o anti-israelí: palabras vacías que apelan a la emoción y que no precisan argumento alguno; su mera repetición los convierte en “verdaderos”:
“Los Acuerdos de Oslo desembocaron en la creación de una Autoridad Palestina sobre los territorios ocupados de Cisjordania y Gaza, paulatinamente evacuados por Israel.
El camino iniciado debería conducir a la creación de Palestina como país independiente, pero el asesinato de Rabin y los mil obstáculos israelíes en cuestión de fronteras, territorio, asentamientos, prerrogativas, agua, compensaciones... condujeron al proceso al callejón sin salida donde hoy se encuentra.
Gaza fue evacuada por los pocos israelíes que allí vivían, convirtiéndose en una prisión donde hoy habitan millón y medio de personas”.
Fue el gobierno israelí el que, total y unilateralmente, se retiró de Gaza, evacuando a los alrededor de 8000 israelíes que vivían en la Franja.
¿Prisión? ¿Por el bloqueo legal?
¿Qué fue primero, Doctora, el bloqueo, o los ataques de Hamas?
Tomemos sólo tres años luego de la desconexión:
2005: 488 cohetes arrojados a Israel desde Gaza
2006: 1123
2007: 2427
2008: 3278
¿Quién “diseñó” la supuesta “prisión”? ¿No fue Hamas con sus acciones terroristas?
Pero la Dra. Abboud-Haggar continúa justificando el terrorismo con la pobreza como causal, a la vez que minimiza los ataques con misiles (o cohetes) por parte de los grupos terroristas palestinos:
“… una de las concentraciones de población más alta de la tierra: 4.300 habitantes por km2., de las cuales apenas tiene trabajo un 20%, mientras el resto sobrevive gracias a la ayuda humanitaria, con una dieta que, según la OMS, apenas aporta el 60% de las calorías imprescindibles y consumiendo aguas que en un 80% no tienen el nivel imprescindible de potabilidad.
La esperanza de vida disminuye cada año, aumentan la mortalidad y el raquitismo infantiles, las enfermedades infecciosas proliferan, el 30% de los escolares manifiestan ‘dificultad para el aprendizaje, abulia, alienación, comportamiento destructivo o violento’ (OMS), la mayoría de los gazatíes sufren el síndrome del ‘aislamiento físico y mental’.
En ese caldo de cultivo nacen los estallidos de violencia y las salvas de cohetes lanzados contra Israel, más ruidosos que efectivos como reflejan las estadísticas…”.
Las estadísticas, debería saber la Doctora, no son meros números; están dentro de una realidad: la realidad del desarrollo (y el gasto financiero que ello implica) del sistema anti-misiles Cúpula de Hierro por parte de Israel, o el sistema de alarmas y de refugios anti-misiles.
Además, ¿preferiría que fuesen más “efectivos” y menos “ruidosos”?
El ex profesor de Derecho de la Universidad de Harvard, Alan Dershowitz (The case for Israel) argumentaba que la historia del terrorismo contra Israel socaba la presunción de que el terrorismo es un acto emocionalmente motivado de venganza llevado a cabo por individuos frustrados que no tienen otro recurso. Por el contrario, Dershowitz aseguraba que el terrorismo palestino es una táctica racional elegida por sus líderes porque ha probado ser efectiva. Y explicaba que uno de los objetivos de los terroristas es provocar una sobrerreacción israelí que genere apoyo a su “causa”. Otro objetivo, relataba – particularmente el de Hamas -, es el de empujar al electorado israelí hacia la derecha con el fin de reducir las perspectivas de una paz negociada que dejaría a Israel como un Estado judío.
El argumento de la pobreza como causal del terrorismo se golpea, por lo demás, contra una realidad indiscutible: ¿por qué en países sumidos en pobrezas aún mayores que la de Gaza, no se da ese fenómeno?
¿No habrá otras causas primordiales? ¿No será la pobreza un facilitador para aquellas?
La carta fundacional de Hamas establece, en su Introducción:
“Nuestra lucha contra los judíos es muy grande y muy seria”.
Y en su artículo 8, anuncia que “la Yihad es su senda, y la muerte por Alá es su más alto anhelo”. Y en el 13 postula que “no hay solución para la cuestión palestina si no es a través de la Yihad”, porque “las iniciativas, y las llamadas soluciones pacíficas y conferencias internacionales, están en contradicción con los principios del Movimiento de Resistencia Islámica”.
La Dra. Abboud-Haggar pasa por alto todo esto, para construir la leyenda. Augusto Roa Bastos decía en su novela Yo el supremo, hace falta olvido para formar una leyenda. Olvido y saber.
Por otra parte, la Dr. Abboud-Haggar olvida mencionar que el grupo terrorista Hamas, que controla la Franja, ha decidido invertir en cohetes en lugar de hacerlo en sanidad y en infraestructura.
Según un documento de Enero de 2012 del Dr. Haim Gvirtzman, del Begin-Sadat Center para Estudios Estratégicos de la Universidad de Bar Ilan – The Israeli-Palestinian Water Conflict: An Israeli Perspective – como parte de los Acuerdos de Oslo de 1994 se decidió que Israel transferiría a los palestinos (AP) el control del suministro de agua en Gaza, incluyendo la responsabilidad por los acuíferos locales y los pozos de bombeo y la administración, desarrollo y mantenimiento de los sistemas de agua y alcantarillado. Con la desconexión total y unilateral israelí, también los pozos y sistemas de los barrios judíos en la Franja pasaron a control palestino.
¿De quién, pues, es la responsabilidad de la calidad del agua?
Una pregunta que quedará sin responder. O de la que fácilmente se puede intuir una respuesta sin fundamento.
Y, tal como había comenzado, olvidada de la realidad, la Dra. Soha Abboud-Haggar finalizaba:
“Hoy como ayer, al mundo sólo llegan las noticias terribles de Gaza. Cuando no estallan cohetes y no están en marcha tales operaciones exterminadoras [de Israel], Gaza vuelve al olvido y amasa su desesperación en el más atroz abandono”.
Por cierto, “exterminar” significa acaba con algo del todo, devastar. Algo que Israel nunca ha hecho. 1.7 millones de argumentos viviendo en Gaza lo testifican.
Quizás, Sra. Soha Abboud-Haggar, una de las peores formas de abandono sea utilizar a Gaza como medio de señalar a Israel; de utilizar la figura de los niños como combatientes, como “luchadores” de la “resistencia”. Quizás este proceder, que se suma al de tantos otros, sea el que ayude a amasar una tragedia que, de otra manera, sería evitable.