La enumeración de las diez organizaciones terroristas más ricas del mundo que dicha revista publicó el 24 de enero de 2018 tuvo muy escasa o nula repercusión. A pesar de que es evidente de que la financiación de tales grupos es de vital importancia para que lleven adelante sus ataques. El terrorismo implica mucho más que el sujeto que atenta (propaganda, logística, captación de adeptos, etc.). Y para mantener dichas estructuras hace falta, precisamente, mucho dinero. Cortar dichas fuentes, es de vital importancia para combatirlos.
Así pues, una lista de grupos terroristas y sus activos estimados, y sus fuentes de financiación, no parece a priori algo de escasa relevancia.
Pero sucede que en dicha lista figuran algunas de las organizaciones terroristas que atentan o atentaron contra Israel. Y eso, afea la “narrativa”. Vamos, esa ficción con que muchos medios sustituyen la información para acomodar la realidad a sus caprichos ideológicos o de mercado.
El primer lugar en esa lista ominosa lo ocupa Hizbulá, el proxy iraní, que posee unos 1100 millones de dólares provenientes de la financiación de dicho país, del narcotráfico, lavado de dinero y el tráfico de armas, entre otras fuentes. Sí, el “Partido de Dios” se dedica a tales menesteres. Además de asesinar, claro está.
Superando a Al-Qaeda y al ISIS, en el tercer lugar nos encontramos con el grupo terrorista palestino Hamas. Mientras la UNRWA está de campaña – y al parecer, varios medios de comunicación, con ella – para conseguir dinero para los “refugiados” palestinos, la organización terrorista tiene unos 700 millones de dólares. El origen es diverso: impuestos cobrados a los gazatíes (de hecho, una elaborada y sofisticada red impositiva redirige el capital que fluye hacia Gaza como ayuda, hacia las arcas de Hamas), negocios hoteleros e inmobiliarios, financiación iraní y catarí. UNRWA, muda.