“[Lo] más grave… consiste en discutir de una manera sofística [utilizando argumentos falsos bajo apariencia de verdad], suprimiendo hechos o argumentos, exponiendo de una manera inexacta los elementos del caso, o tergiversando la opinión contraria”, John Stuart Mill (Sobre la libertad).
En este sentido, el profesor William Gamson, según referían Vincent Price y David Tewksbury (News Values and Public Opinion: A Theoretical Account of Media Priming and Framing), reconocía efectivamente el papel de los medios de comunicación en la formación de la comprensión de los asuntos tratados por parte de la audiencia.
De la misma manera, Noelle-Neumann y George Gerbner – citados por Dietram A. Scheufele y el propio David Tewksbury (Framing, Agenda Setting, and Priming: The Evolution of Three Media Effects Models) -, sostenían que los medios masivos de comunicación tienen fuertes efectos a largo plazo en las audiencias; efectos que descansan en “la corriente omnipresente y consonante de mensajes que presentan”.
Y es que, como apuntaran los mencionados Price y Tewksbury, las noticias son muchas cosas, y entre ellas, “son también un importante medio para que aquellos interesados en moldear la acción colectiva creen apoyo para sus posturas o calmen a la opinión pública”.
Información errónea y desinformación
El profesor Don Fallis sostenía que la información inexacta (o errónea) puede inducir a engaño a la gente, ya sea como producto de un “error honesto”, negligencia, sesgo inconsciente (todos ellos accidentales; sin intención de engañar) o, como en el caso de la desinformación, del engaño intencional. La desinformación es especialmente peligrosa porque no es casualidad o accidente que se engañe a la gente. La desinformación proviene de alguien que está activamente involucrado en un intento de engañar (ya sea la fuente de información o el propio periodista o medio). Además, el académico aventuraba que es de esperar que haya mucha desinformación “si los beneficios de ser creído son altos en relación con los costos de no serlo, y/o si la audiencia a la que se dirige la desinformación tiene muchas más probabilidades de ser crédula que escéptica”. Y para los medios en español, a la hora de informar sobre el conflicto palestino-israelí de esta manera, los beneficios deben ser altísimos – al punto de convertir el sesgo y la falsedad casi en una norma uniforme a lo largo de casi la totalidad de coberturas. Fallis (The Varieties of Disinformation), finalmente, citando Chisholm y Feehan (The Intent to Deceive), proponía que la desinformación tiene alguna de estos cuatro objetivos:
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A la hora de abordar el conflicto árabe-israelí o cuestiones referentes a Israel, los medios de comunicación en español parecen siempre estar ofreciendo los indicios para la respuesta a una pregunta que no se llega a formular (manifiestamente) – porque de hecho, a fuerza de cobertura sesgada, ya no hace falta hacerlo. El interrogante sería aproximadamente: ¿Merece Israel existir?, o ¿Tiene derecho a hacerlo?, o ¿No estaría mejor la región y el mundo sin ese “culposo capricho occidental”, sin esa “imposición colonial”?. Algo en esa línea.
Y en casi cada telediario, artículo o segmento radial que hable sobre el asunto, ya se ha ido sugiriendo casi a diario, durante años, el propio interrogante y lo que, en definitiva, se espera como contestación: la “opinión” desfavorable de la audiencia (sobre todo, en forma de reacción emocional) hacia cualquier actuación israelí.
Marco, agenda y preparación
“Puede que la mayor parte del tiempo la prensa no consiga decirle a la gente qué pensar, pero tiene un éxito asombroso a la hora de decirle a sus lectores en qué pensar”. Bernard C. Cohen (The press and foreign policy).
Tres teorías que, fundamentalmente, tratan cómo se capta y dirige la atención de las audiencias de manera sutil. Lo que, en definitiva, resulta en indicarles indirectamente en qué pensar; algo que, según sugerían los ya mencionados Price y Tewksbury, puede tener mucho que ver con guiarlas hacia ciertas evaluaciones y conclusiones.
Incluso, a generalizaciones fáciles: Como dar por sentado, de manera inconsciente,que en realidad cuando se habla de Israel se lo está haciendo sobre los judíos, ese “otro” invariable, ese eterno culpable de los males que aquejen en cada momento; la incansable antítesis que permite a quien se pone frente a ella a sentirse moralmente superior.
Pero volvamos a las teorías.
Dietram A. Scheufele y David Tewksbury sostenían que el agenda-setting (establecimiento de agenda) se refiere a la idea de que existe una fuerte correlación entre el énfasis que los medios de comunicación ponen en ciertos temas y la importancia que las audiencias masivas atribuyen a los mismos. En cuanto al priming, explicaban que se produce cuando el contenido de las noticias sugiere al público de noticias que deben utilizar cuestiones específicas como puntos de referencia para evaluar el desempeño de los líderes y los gobiernos (así como de otros asuntos y otros países).
Además, estos profesores aseveraban que no es la información sobreel asunto lo que tiene el efecto, sino que es el hecho de que el asunto ha recibido una cierta cantidad de tiempo de procesamiento y atención, lo que tiene el efecto.
Maxwell McCombs (The agenda-setting) lo resumía diciendo que una parte integral de la agenda-setting es cómo los medios retratan el tema, y cómo la gente los entiende.
En lo referente al framing (encuadre; marco), Claes H. de Vreese (News framing: Theory and typology) lo resumía diciendo que se trata de un énfasis en la importancia de los diferentes aspectos de un tema. Y lo diferenciaba del agenda-setting, recalcando que ésta se ocupa de la importancia de los temas, en tanto que el framing se refiere a la presentación de los mismos.
Finalmente, Scheufele y Tewksbury puntualizaban que, en términos psicológicos, la principal diferencia entre priming y agenda-setting, por un lado, y framing, por el otro, es la diferencia entre si pensamos sobre un asunto y cómo pensamos sobre ello. Es decir: imposición del tema, y de cómo debe ser abordado – y no sólo cómo debe la audiencia pensar sobre ello, sino cómo debe sentirse respecto del asunto.
Y así, encuadrando, presentando (priming), y estableciendo una agenda (amén de omitiendo, utilizando fuentes sin corroborar y claramente parciales, callando voces alternativas, etc.), los medios terminan por centralizar la narrativa de la realidad y de controlar medianamente qué porciones de ésta son las que serán tenidas por relevantes, y cómo la audiencia habrá de pensar sobre ellas. De tal manera que se expone al lector, al televidente, regularmente a un sistema de imágenes y mensajes (a una acumulación informativa) que es estable en el tiempo; a una forma de ver, a una forma de comprender su entorno. Y es que estos mensajes mediáticos llevan implícita una valoración moral del propio lector: “si no piensa así, no está del lado correcto del asunto; de la historia, incluso”. La “opinión” de éstos, se construirá en gran parte sobre estos patrones.
Por otro lado, parecería existir una notoria disminución de la rigurosidad periodística: la pauta parece ser publicar primero y… no, nada de corroborar y corregir después; que no estamos hablando de la prensa en inglés. Y es que se ha instalado – y muy probablemente la cobertura del conflicto árabe-israelí, con su claro sesgo, ha tenido mucho que ver en ello -, tanto en los propios medios como entre la audiencia una permisibilidad al mal quehacer periodístico (poca o nula documentación, omisiones, un trato muy flexible con los hechos, con la verdad; fuentes notoriamente sesgadas, sin verificar y sin contraparte) que, evidentemente, se ha trasvasado a otros ámbitos, a otras coberturas.