Hebrón es el sitio de la comunidad judía más antigua del mundo. Es también el segundo lugar más sagrado del judaísmo. Ahí se encuentra la Tumba de los Patriarcas. A excepción de breves períodos tras su conquista por parte de los Crusados en 1100 y de los Otomanos en 1571, los judíos habitaron en Hebrón de manera continua desde tiempos bíblicos, a través de los períodos Romano, Bizantino, Árabe, Mameluco y Otomano.
Sin embargo, en las páginas de El País, Hebrón es exclusivamente una colonia israelí en la que el judío es presentado como un elemento externo:
Israel consolida la presencia de colonos en Hebrón en plena visita del secretario general de la ONU
Este era el titular del diario más influyente de habla hispana para un artículo que se iniciaba con la siguiente explicación:
Casi cuatro décadas después de que los primeros israelíes se instalaran en Hebrón tras la Guerra de los Seis Días…
Es decir que miles de años de historia se borran de un plumazo, convirtiendo al judío en un mero israelí colono. Porque en términos generales, para El País la historia entre israelíes y árabes se inicia en 1967.
Recordemos que en 1929, tras miles de años de presencia, 67 judíos fueron asesinados por árabes en lo que se ha dado en llamar la Masacre de Hebrón. Los supervivientes expulsados y sus bienes robados. En 1931 la comunidad intentó reconstruirse, pero durante los disturbios de 1936, las autoridades británicas evacuaron a los residentes judíos de Hebrón y no les permitieron regresar a sus hogares, quedando Judenrein’ por más de treinta años.
Nada de este contexto es presentado para explicar por qué, los primeros israelíes se instalaron en Hebrón tras la Guerra de los Seis Días.
Así, un hecho real (los primeros judíos con ciudadanía israelí se instalaron en Hebrón en 1967), se convierte en una verdad a medias cuando es desprovista de su contexto (los judíos anteriores a obtener el pasaporte llevaban miles de años ahí y fueron masacrados y expulsados por los árabes). Y una verdad a medias no es una verdad.
Al obviar la importancia del lugar, así como la historia del lugar para el judaísmo, El País se alinea con una de las partes en el conflicto, y propaga una única imagen del israelí como la de usurpador de tierras.
Y es interesante destacar la doble vara de medir de El País, que cada vez que se menciona la disputa acerca de Jerusalén, aclara que la explanada de las mezquitas es el tercer lugar más sagrado del Islam, pero que para describir a Hebrón no especifica que se trata del segundo lugar más sagrado del judaísmo.
Otra omisión destacable en dicho artículo de El País es que el corresponsal cita un artículo del Jerusalem Post para explicar que le han dado un estatus distinto a la comunidad judía de la ciudad, pero obvia explicar la razón, algo que la nota citada del Jerusalem Post deja bien claro:
“La medida se hizo necesaria este año después de que los palestinos en Hebrón eligieran como Alcalde a Sheikh Tayseer Abu Sneineh, que había sido condenado y encarcelado por su papel en el asesinato de seis israelíes en un ataque terrorista”.
Una primera versión de este artículo aseguraba erróneamente que en Kiriat Arba viven 70.000 habitantes. El País corrigió ese dato, no obstante los problemas más amplios de omisiones se mantienen.
Lo que en definitiva hace El País es transmitir una idea de judío usurpador a base de omitir parte de la historia y ocultando la amenaza a la que se enfrenta una de las partes.