De la misma manera, las palabras del líder de Hamás en Gaza, Yahya Sinwar, pronunciadas durante una conferencia del grupo terrorista en el enclave costero el martes de la semana pasada, y recogidas por Ynet el 4 de septiembre de 2018, tampoco eran novedosas:
“Luego de que los esfuerzos de reconciliación [entre Fatah y Hamás] llegaran a un punto muerto, un número de facciones planeaba causar una explosión interna en la Franja de Gaza, pero las Marchas de Retorno frustraron ese plan”.
Así, decía el medio, Sinwar admitía que dichas “protestas” estaban orquestadas con el fin de evitar una crisis interna desviando la presión hacia Israel.
Nada nuevo, como se decía.
De hecho, el Jerusalem Center for Public Affairs (JCPA) apuntaba el 27 de marzo de 2018 que de acuerdo a fuentes de Fatah, Hamas estaba alentando entonces a los residentes a dirigirse a la zona limítrofe. Según dichos informes, activistas del grupo terrorista habían prometido pagos.
Hasta Mahmoud al-Habbash, asesor de Mahmoud Abbas en asuntos religiosos – y al que no se le puede sospechar siquiera una mínima afinidad hacia Israel – expresaba (8 de abril de 2018) lo que era evidente para todos, menos para los periodistas: que “Hamas está enviado de manera deliberada a civiles gazatíes a la muerte para lograr buenos titulares”.
A principios de abril de 2018, el mismísimo Sinwar, durante un discurso o arenga desde el lugar de las “protestas” espetó que los palestinos “no pueden entregar ni un centímetro de Palestina”, que reiteró que incluía todo Israel. Y dijo:
“Derribaremos la frontera y les arrancaremos [a los israelíes] los corazones de sus cuerpos”.
Y el 27 de abril, el diario estadounidense New York Times señalaba que “cientos de palestinos, exhortados por un ardiente discurso de un líder de Hamas a media tarde, se lanzaron contra la barrera de seguridad en el extremo oriental de la ciudad de Gaza e intentaron cruzar a Israel”.
El líder, Ismail Radwan, según el diario, instó a los “manifestantes a no temer la muerte sino a darle la bienvenida al martirio”:
“Cuando somos valientes, nos acercamos al martirio, al martirio, al martirio, al martirio”.
Además, el medio estadounidense indicaba que “la protesta fue la quinta de una serie de manifestaciones organizadas por Hamas, el grupo islamista que controla Gaza. Han tenido éxito de maneras en que el disparo de misiles a Israel no ha tenido, atrayendo la simpatía internacional y la atención hacia la causa palestina…”.
Organizadas por Hamás.
En los medios en español, ni enterados.
El mismo JCPA apuntaba el 30 de abril de 2018 Khalil al-Hayya, jefe adjunto de Hamás, y miembro de la “oficina política” de esta organización terrorista, “definió los tres principales objetivos de las ‘marchas de retorno‘”. Sí, era Hamás quien los definía; no un grupo de organizaciones de derechos humanos. Vamos, que este grupo terrorista controla la Franja costera.
Uno de estos objetivos era el de “inculcar el ‘derecho de retorno’”: es decir, perpetuar el conflicto; puesto que el inexistente “derecho de retorno” implica acabar con Israel – dicho de otra manera, aplicar la “solución” de un único estado palestino.
Por su parte, el Centro afirmaba que la “Gran marcha de retorno” era “el nombre en clave” de Hamás para su campaña que atentaba, precisamente, contra la existencia de Israel. “La campaña incluye asambleas, manifestaciones y violentos disturbios semanales contra el orden público en varios lugares a lo largo de la valla fronteriza entre Israel y Gaza. Se está intentando derribar las vallas para permitir la infiltración en Israel”.
Al-Hayyah lo aclaraba, por si había algún despistado que no quería ver lo que estaba muy claro:
“Avisadle a Israel que espere hasta el 15 de mayo, cuando estalle la rebelión luchadora palestina y nada la detendrá. Oleada tras oleada, hasta que nos encontremos en Jerusalén”.
Y por si quedaran dudas, unos días después, el e11 de mayo 2018 desde una de las carpas de la “marcha del retorno”, y con cánticos antisemitas como fondo, el líder de Hamás, Ismael Haniyeh, decía:
“¡Nunca olvidaremos Palestina desde el mar [mediterráneo] hasta el río [Jordán]! ¡Palestina es desde el mar [Mediterráneo] hasta el río [Jordán]! ¡Y nunca, nunca, nunca, nunca reconoceremos a Israel!”
“Estos no son meros eslóganes. Este es nuestro camino. ¡Es la verdad, la verdad! Este es nuestro principio, nuestra ideología, y no está dispuesta a transigir”.
Y unos días después (13 de mayo de 2018), lo explicitaba aún más Mahmoud Al-Zahhar, un alto cargo de Hamás:
“… ¿es esto realmente una ‘resistencia pacífica’? Esto no es resistencia pacífica. ¿Ha disminuido la opción [de la lucha armada]? No. Al contrario, está creciendo y desarrollándose. Eso está claro. Así que cuando hablamos de ‘resistencia pacífica’, estamos engañando al público. Se trata de una resistencia pacífica reforzada por una fuerza militar y por agencias de seguridad, que goza de un enorme apoyo popular”.
No, no eran, como pretendía la mayoría de medios en español, “marchas pacíficas”.
En este sentido, hay material suficiente distribuido por las IDF que muestra claramente a palestinos intentando infiltrarse en Israel, disparando, o lanzando cócteles molotov contra los soldados. Incluso han aparecido materiales explosivos en el territorio israelí.
Además, claro está, de las numerosas declaraciones de intenciones de los líderes terroristas palestinos.
El NYT, al que sin duda no se puede considerar un medio afín a Israel o a las políticas de su gobierno, aseguraba en el mencionado artículo, que “la violación de la valla no fue una mera protesta: Aquellos que la asaltaron, lanzaron cócteles molotov, hicieron rodar gomas ardiendo para intentar derretirla; algunos, al menos, portaban pistolas, según testigos tanto palestinos como del Ejército israelí”.