Con fecha 11 de noviembre de 2019, el medio español publicaba un brevísimo artículo titulado “Arafat, una muerte bajo sospecha”. La sospecha a la que apuntaba el medio, en lo que más que una crónica periodística parecía el aperitivo para una teoría de la conspiración, era la de “de una acción israelí”.
1. “… con el paso de los años surgió la sospecha de una acción israelí, y su viuda, Suha, entregó algunos de sus objetos personales para un análisis científico…”
El medio mencionaba a la viuda de Arafat pero evitaba explicar que, además de que fue la propia Suha quien, al momento de la enfermedad de su marido, y según informó el diario Ha’aretz el 10 de noviembre de 2004,no permitió que se llevaran a cabo análisis médicos para determinar el motivo de su enfermedad; en 2013, y precisamente a partir de los resultados suizos, acusó a gente del círculo más cercano a Arafat, de envenenar al líder palestino.
2. “Se exhumó su cuerpo y empezó una cadena de investigaciones forenses que, a pesar de dar resultados negativos para dos de los tres equipos que las llevaron a cabo (los suizos sí se ratificaron en sus conclusiones), mantienen entre los palestinos la sombra de una sospecha”.
La agencia de noticias Reuters lo explicaba así el 12 de noviembre de 2016:
“La causa oficial de la muerte fue un accidente cerebrovascular masivo, pero los médicos franceses no pudieron, en su momento, determinar el origen de la enfermedad y no se practicó ninguna autopsia. Líderes palestinos han culpado a Israel. Israel niega implicación.
En 2012 se abrió una investigación en Francia, a pedido de la viuda de Arafat, y sus restos fueron exhumados para realizar análisis que fueron examinados separadamente por expertos franceses, rusos y suizos.
Los suizos informaron que sus resultados eran consistentes – pero no una prueba – con el envenenamiento con polonio radioactivo. Los franceses concluyeron que no murió de envenenamiento, y los expertos rusos informaron no haber encontrado trazas de polonio en su cuerpo.
La investigación se cerró en 2015”.
A esto cabe añadir, tal como señalaba un texto de CAMERA, que en marzo de 2016 el Ha’aretz indicaba que “la corte francesa dictaminó una ‘falta de evidencia suficiente para continuar la investigación’” y que los expertos franceses dictaminaron posteriormente que las trazas de polonio halladas eran de naturaleza ambiental”. Además, el medio indicaba que los médicos habían descartado “juego sucio”.
Otra de las convenientes omisiones de La Vanguardia para avanzar “la sombra de la sospecha” sobre Israel erael hecho de que la investigación suizase realizóa instancias del canal de televisión Al Jazeera – con el beneplácito de la viuda de Arafat –, perteneciente a la monarquía absolutista catarí, que financia, entre otros grupos terroristas, que financia, entre otros grupos terroristas, a Hamas, ISIS y a los yihadistas libios.
Por otra parte, un artículo del 8 de septiembre de 2005 publicado por el New York Times apuntaba que, según los registros obtenidos por el diario, “Arafat no recibió antibióticos hasta el 27 de octubre, o 15 días después de la aparición de su enfermedad, que fue diagnosticada originalmente como una gripe. Eso fue sólo dos días antes de que fuera transferido al Hospital Militar Percy en Clamart, en las afueras de París, y probablemente fuera demasiado tarde para salvarlo, según los expertos médicos israelíes y estadounidenses consultados por el Times”.
Poco importan los datos si el aniversario del fallecimiento de Arafat sirve, una vez más, para que la “sombra de la sospecha” ilumine a Israel como “culpable”.