El texto afirmaba, entre otras cosas que, fuentes militares de Tel Aviv declaraban haber frustrado un intento de infiltración de la organización armada chií, después de que se difundieran vídeos de actividad artillera en el último pedazo de Líbano [las granjas de Shebaa] bajo ocupación israelí (so pretexto de que sería territorio sirio junto al Golán, también ocupado).
Pero en 2000, la ONU confirmóque Israel se retiró completamente del sur del Líbano. En 2005, dicha organización reafirmó que Israel no ocupaba territorio libanés. Pero el redactor, al parecer, sabe algo que nadie más sabe o repite la propaganda de Hizbulá.
Más adelante,se incurría en una práctica ya habitual en el tratamiento de las fuentes o voces israelíes: el periodista sabe más, y entonces,las caricaturiza, las pone en duda o, directamente, las desautoriza. Así, el texto decía:
El caso es que Israel espera, desde la semana pasada, la venganza de la organización chií, después de que un bombardeo de su fuerza aérea matara en Damasco a cinco milicianos próximos al Gobierno sirio, entre los cuales había un miembro de Hizbulah, Ali Kamel. De forma insólita, el Gobierno israelí llegó a expresar que la muerte de este último no era su objetivo.
El ataque fue atribuido a Israel. Pero el periodista, dando por cierto la acusación, decía, sin decir, aunque diciéndolo muy claro, que él sabe más, y que Israel miente. Más arriba, en cambio, daba por cierto y validado lo que afirmaba el grupo terrorista libanés.
Por ejemplo, el diario New York Times apuntaba el 27 de julio de 2020 que la fuente de la información sobre el ataque militar en Siria era nada menos que la agencia estatal de noticias siria, SANA. Y aclaraba que, aunque Israel rara vez asume responsabilidad pública por ataques específicos, sí ha reconocido que ha llevado a cabo ataques dirigidos a prevenir la transferencia de armamento sofisticado de Irán a Hizbulá a través de Siria.