En esta ocasión, el diario La Vanguardia, ofrece sus páginas a John V. Whitbeck, abogado internacional conocido, entre otras cosas por su apoyo a las teorías conspiratorias que sotienen que Al Qaeda no derribó las Torres Gemelas.
También es famoso por haber hecho algún que otro chiste considerado anti-semita, o por ser autor de un libro, cuyo título dice todo acerca suyo: El Mundo según Whitbeck.
En esta ocasión, Whitebeck escribe en La Vanguardia una artículo antisionista a la altura de su pensamiento: delirante, confuso, lleno de falsedades y que propaga una visión antisemita.
Según él Europa debería expiar sus pecados en relación con Israel, imponiéndole sanciones económicas, exigiendo visados a los israelíes y llamando a los judíos a que se marchen de Israel y se establezcan en Europa otra vez.
Probablemente, lo más llamativo del artículo en cuestión sea su afirmación de que el sionismo es, y siempre ha sido, un sueño antisemita. ¿En qué sostenta Whitbeck este delirio? En que según él, el sionismo es la solución inventada para quitarse de encima a los judíos, mándándolos a la tierra que, según él hasta 1948 fue llamada Palestina.
Primero, un pequeño recordatorio histórico:
Jamás esas tierras pertenecieron a los hoy llamados palestinos. Nunca existió un país llamado Palestina. Lo que era el antiguo reino de Judea pasó a llamarse Palestina cuando los romanos decidieron expulsar a los judíos de su hogar y optaron por cambiarle el nombre a la zona bajo su administración, para evitar que pudieran volver a reclamarla. Los romanos decidieron rebautizarla con un nombre que hiciera referencia a los antiguos enemigos de los judíos: los filisteos. De ahí viene el nombre Palestina, que pasó de mano en mano por distintos imperios hasta que los británicos se la arrebataron al Imperio Otomano tras el fin de la Primera Guerra Mundial, y parte de la cual (aproximadamente el 11%) volvió a manos judías en 1948.
Los judíos no llegan ahí como caídos del cielo. Los lazos de los judíos con esa zona datan de más de tres mil años, tal como demuestran los restos históricos y los hallazgos arqueológicos. Ahí nace el pueblo judío, de ahí surgen sus textos sagrados y ahí construye sus templos. Sus lazos con esa tierra se fundamentan en la esencia misma del judaísmo, no sólo como religión, sino concebido como pueblo.
En segundo lugar, una aclaración esencial. ¿Qué es el sionismo?
El derecho a la autodeterminación del pueblo judío en su propia tierra, y por muchas vueltas que Whitbeck le quiera dar al asunto, es obviamente lo opuesto al antisemitismo. ¿Que el antisemitismo mundial demostró que Israel era esencial para la superviviencia del pueblo judío? Sí. Pero eso no lo convierte en antisemita.
Lo que irónicamente sí se considera antisemita según la definición oficial de antisemitismo de la OSCE y del Departamento de Estado de los Estados Unidos es::
– Negar al pueblo judío el derecho de autodeterminación, por ejemplo afirmando que la existencia del Estado de Israel es un proyecto racista
Precisamente lo que hace Whitbeck a lo largo de todo su artrículo al acusar al sionismo de cometer:
– límpieza étnica: curiosa limpieza étnica en la que la población palestina creció un 30% en la última década
– el racismo y el apartheid: En Israel, más allá de que como en toda sociedad existan ciertas dificultades, el 20% de la población árabe goza de los mismos derechos que sus conciudadanos. Votan en las elecciones, tienen representación política, su idioma es lengua oficial y se casan con quien quieren. Fue George Karra, un juez árabe, quien mandó al expresidente Katzav a la cárcel, algo inimaginable en la Sudáfrica del apartheid.
Hay en el texto otra interesante barbaridad histórica, cuando afirma el autor que a raíz del Holocausto la comunidad internacional ignoró
las súplicas árabes para tratar el reasentamiento de los judíos como un deber y una obligación para todo el mundo
Parece un chiste. Los árabes (o al menos sus líderes) no querían que los judíos regresaran a su patria, esa era toda su preocupación. De hecho, en tierras palestinas no dejaron de sucederse pogromos (antes y después del 48) para liquidar a los judíos, mientras que en el ámbito internacional, el Gran Muftí de Jerusalén se alineaba con hitler y colaboraba en la medida de sus posibilidades en el extermino de los judíos.