Este artículo es parte del Volumen 7 de Cuadernos de Sefarad, Hebraica Ediciones, titulado “Israel en los Medios de Comunicación Españoles (2006-2009)” publicado por la Federación de Comunidades Judías de España en 2010.
Según cuentan, le preguntaron a Bertold Brecht cómo distinguir una obra antisemita. Al parecer, el dramaturgo habría respondido algo así: “sencillo: si en la obra aparecen muchos personajes judíos y uno es el malo, entonces la obra no lo es; pero si en la obra aparece un sólo personaje judío y éste es el malo, entonces la obra lo es.”
Más allá de lo fidedigno de dicha cita, resulta evidente que cuando ofrecemos una imagen monolítica de un colectivo determinado corremos el peligro de fomentar el estereotipo, que enfocado hacia un lado o hacia otro, convertirá al objeto de nuestro análisis o bien en “una panda de villanos” o bien en un “heróico grupo”.
Si bien esto es válido para cualquier grupo social, en el tema que nos ocupa, “lo judío”, parece más delicado trazar una clara frontera entre el antisemitismo y la crítica legítima. Muchas veces, bajo la excusa del supuesto análisis objetivo, vemos asomar la patita del lobo judeófobo por debajo de las líneas de ciertos escritores o periodistas. Y en contrapartida, en otras ocasiones, con el eco de siglos de persecuciones aún resonando en los oídos, se nos dispara con facilidad la acusación de antisemitismo. Algún punto medio debe de haber, pero no parece que estemos en épocas que se caractericen por los colores matizados.
Antes de seguir convendría aclarar qué entendemos por “lo judío”. Ni en el seno de los mismos catalogados, el debate acerca de qué es el judaísmo apunta a que vaya a tener una pronta respuesta. Para algunos es exclusivamente una religión, para otros es una tradición común, no pocos apostarán por la definición de “raza” (aunque científicamente esta variante haya quedado definitivamente descartada), muchos se aferrarán a la categoría de “pueblo” y para una gran mayoría será una Memoria compartida.
Nosotros en adelante emplearemos esta vago concepto de la manera más amplia y generosa, para referirnos a todas las facetas que de un modo u otro afecten a la colectividad judía en general.
Puede que la imprecisión del término escogido se deba, entre otros motivos, a una cuestión cuantitativa. A diferencia de otras minorías, “lo judío” se integra en numerosos aspectos de las sociedades. Como mínimo (y con un trazo bastante burdo) podríamos destacar tres ámbitos distintos:
– Política interna de los países, (relación Estado-religión, integración de las minorías, políticas sociales, etc…)
– Política exterior (relación con Israel y relaciones con los países árabes)
– Memoria Histórica (Shoah, siglos de discriminación, pogroms, y en el caso de España: 1492)
Por otra parte, debemos sumar a estos factores, otro cualitativo. Y es que después de la Shoah, la judeofobia es algo más que un vago rechazo a un pueblo determinado. Después de la Shoah la judeofobía es una imagen muy concreta grabada en todas las mentes. Después de la Shoah, la judeofobia es Auschwitz. Así que como sabemos cuál es la “casilla de llegada”, ya nada tienen que ver el desprecio y la inquina que los judíos despertaron en el siglo XVIII en pensadores como Voltaire, con la misma animadversión de la que pueda hacer gala en el siglo XXI cualquier emulador del ilustrado francés.
El hecho de ser considerado hoy en día antisemita, tiene unas connotaciones de Mal Absoluto que ningún intelectual “bienpensante” está dispuesto a asumir. Aunque su discurso presente preocupantes síntomas de esta enfermedad.
ESPAÑAMención aparte merece el caso de España y su especificidad histórica. Aunque 1492 no es ni mucho menos la primera expulsión de la que es víctima el pueblo judío, a diferencia del resto de Europa, esta fecha marcará en la Península Ibérica el principio de una unidad basada en la exclusión de las minorías. Así como el resto de países europeos verá pronto retornar a sus judíos, gracias al Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición el primer Estado Moderno colocará su piedra fundacional persiguiendo la unificación religiosa a través de la “limpieza de sangre”. Por cierto, que muchos historiadores verán en ello la semilla de lo que con el tiempo conoceremos como “limpieza étnica”.
Los Reyes Católicos consiguieron su objetivo: una patria unida por una sola fe. Por lo menos hasta 1834, año en el que la reina Isabell II abolirá definitivamente la Inquisición. Así, mientras en el resto de Europa los judíos se integran o son discriminados, debaten o polemizan, en definitiva: mal que bien conviven, en España el “judío” no será más que un fantasma imaginario, compendio de todas la vilezas imaginables. Y el mismo vocablo: “judío” se convertirá en un insulto, de hecho vigente aún hoy en día en el habla popular.
Durante esos años, los creadores de opinión de la época, escritores, filósofos, artistas en general, se empeñarán en probar su catolicismo sin fisuras repudiando todo lo que sea o suene a “judío”. Recordemos, por ejemplo, la Execración contra los judíos, donde Quevedo escribe “Contra sí oye las palabras de Jesucristo cualquiera cristiano que de los judíos promete otra cosa que muerte y persecución.” O bien “Pues, Señor, quien buscare o se persuadiere que entre estos malditos ha de haber uno siquiera que haga bien no perderá sólo el tiempo, sin duda se perderá, pues pierde el respeto al propio Dios…”
Basta pasear por las galerías del Museo del Prado para poder disfrutar de obras pictóricas que durante cientos de años plasmaron, magistralmente eso sí, la perfidia del judío y su condición de “pueblo deicida.” Y todo esto, a diferencia del resto de Europa, sin una contrapartida que pudiera equilibrar la balanza, ya que en España no había judíos. Y pocas cosas infunden más miedo que aquello que no vemos…
Por ello, aunque 1834 es el final oficial de la Inquisición, no lo es del trauma y la confusión que siglos de “pureza racial” han creado a una España aislada y monocolor. El miedo y el prejuicio no se pueden abolir con un decreto. Habrá que esperar poco menos de un siglo para que la vida judía en el país empiece a normalizarse con la llegada de aires frescos provenientes de Europa, donde bullen nuevas ideologías humanistas y sociales. Pero ya sabemos que esos aires darán de bruces con los totalitarismos de todos los colores, que terminarán desangrando al continente y cometiendo la mayor demostración de maldad humana.
Y aquí, una vez más, España vuelve a ser un caso específico. El general Francisco Franco, en el poder desde 1939, pese a no ocultar sus simpatías por adolf hitler y haberse beneficiado de su ayuda para resultar vencedor en la contienda civil española, decide no intervenir activamente en la Segunda Guerra Mundial. Pero los vencedores no le perdonarán su posicionamiento ideológico cercano al Eje, y España volverá a quedar aislada del resto de Europa. De modo que cuando se reconstruye el continente, económica, pero sobre todo éticamente, de los Pirineos para abajo se hace oídos sordos. Mientras Europa se regenera sobre la enseñanza de la Shoah, en España se vuelve a ver en el judío a un elemento peligroso y desestabilizador. No en vano, Franco parece tener una verdadera obsesión con lo que llamará “complot judeo-masónico”.
Es interesante echar un vistazo a los intelectuales españoles de los años 40 y 50, padres ideológicos de los creadores de opinión que hoy en día leemos y escuchamos a diario en todos los medios de comunicación. En su conferencia pronunciada en los encuentros “¿Enseñar el Holocausto?” (Instituto Francés, Madrid, 24-01-05), el profesor Reyes Mate subrayaba cómo la mayoría de ellos, “maestros progresistas que marcaron generaciones, habían sido fascistas o cercanos al fascismo y cuando cambian (hacia el liberalismo) jamás hay en ellos una palabra, una revisión crítica del genocidio judío”. Reyes Mate menciona nombres como Laín Entralgo o Dionisio Ridruejo (ambos provenientes del movimiento Falange Española). Otro ejemplo es el de Ortega y Gasset, quien viaja a una Berlín derruida, a finales de los años 40, para no sólo no mencionar una sola palabra sobre la Shoah, si no para aseverar que Alemania es EL gran país europeo.
Una frase anónima asegura que “lo malo de la ignorancia no es todo lo que no sabe, si no todo lo que sabe mal”. Probablemente esa sea una parte del problema que, por su herencia, subyace en gran parte de la opinión pública española. Y es que si resumimos el caso español a lo largo de su historia, podríamos decir que el país (constituido como tal) no conoció, pero odió a unos judíos imaginarios hasta el siglo XX, y que a los judíos “post-Shoah” los ignoró. Difícil, entonces, hablar de normalidad española frente a “lo judío”.
CÓMO SE FORMA UNA OPINIÓNHemos seleccionado de la prensa española de los últimos años, algunos textos que ilustran ese “desencuentro” español con todo lo que rodea al judaísmo. Aprovechando que éste “se pone de moda” cada vez que Israel hace o dice algo que perjudica su imagen internacional, analizaremos esencialmente algunos artículos de opinión publicados en los periódicos de mayor tirada durante la Operación Plomo Sólido (o Plomo Fundido según otras traducciones), que enfrentó entre Diciembre de 2008 y Enero de 2009 a las tropas del Tzahal con el grupo Hamás.
Destaca el politólogo y ensayista italiano Giovanni Sartori, que Opinión no es Conocimiento. El pueblo “opina sobre todo en función de cómo la televisión le induce a opinar; y en el hecho de conducir la opinión, el poder de la imagen se coloca en el centro de todos los procesos de la política contemporánea” (Homo Videns. La sociedad teledirigida) En esta obra, el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Políticas 2005, reflexiona acerca de la revolución multimedia en la que estamos inmersos. Desde sus páginas, plantea cómo en este nuevo diseño de comunicación social en el que impera la imagen sobre la palabra, el Homo Sapiens está sufriendo una especie de regresión evolutiva para convertirse en un Homo Videns. Si el primero se caracteriza por ser producto de la cultura escrita, el segundo es víctima de la “video-política”. El primero, como “animal simbólico” desarrolla su capacidad de análisis a través de su capacidad de abstracción, del desciframiento del símbolo que es la escritura. El segundo, no tiene más que un estímulo visual que apela a sus emociones y al que obedece sin reflexión. Y sobre él se construye lo que conocemos como “Opinión Pública”.
Pero mientras los medios audiovisuales inundan sus pantallas con las imágenes del horror, estos no nos dan a entender el contexto. Se limitan a la creación de un estado emocional. Es entonces cuando los medios escritos acuden para introducir esas imágenes en una trama de significado. Y es en este punto donde el campo semántico empleado se convierte en clave para la comprensión del mensaje. Así, se nos informa de que Israel = Terrorismo de Estado, Sionismo = apartheid, judío = vengativo Religioso = fanático , Gaza = Auschwitz, etc…
El 13 de Enero de 2009, Lluis Foix escribía en las páginas de La Vanguardia: “Lo que me inquieta de este conflicto es la banalidad del lenguaje. Cambiar el sentido de las palabras, dijo primero Montaigne y luego Lewis Carroll, es el primer paso para deformar la realidad. Hablar de genocidio en Gaza es adulterar su significado…”
De modo que tal y como subraya Sartori, Información no es Conocimiento. “Se puede estar informadísimo de muchas cuestiones, y a pesar de ello, no comprenderlas”.
He aquí dos claros ejemplos de cómo se inicia, desde la base, esa bola de nieve de la desinformación (o de incomprensión):
1 Tergiversación de los hechos:
AGENCIA EFE – 9 DE MAYO DE 2009
ISRAEL-PALESTINOS
Colonos judíos matan a un palestino en Ramala
Jerusalén, 9 may (EFE).- Un grupo de colonos judíos mataron hoy con armas de fuego a un palestino en la ciudad cisjordana de Ramala, informaron testigos presenciales.
Según recoge la prensa local, el incidente se produjo después de que la víctima abriera fuego contra los colonos.
La policía israelí confirmó el incidente, pero no dio detalles sobre los sucedido. EFE
En este teletipo de la Agencia EFE, una de las más importantes proveedoras de información, vemos cómo se invierten los términos. El titular sitúa a la víctima (el colectivo agredido) como responsable de la agresión. Hay que leer la poca información siguiente para comprender que se ha trastocado la lógica de la “causa y efecto”.
2 Confusión en los términos:
AGENCIA EFE – 30 DE ABRIL DE 2009
Sáez ha recordado que de los seis millones de sionistas asesinados por los nazis, 1,5 millones eran niños que perecieron en los guetos hacinados, por falta de comida y en condiciones infrahumanas, cuando no eran fusilados o gaseados por su escasa utilidad para la ejecución de los trabajos forzados a los que eran sometidos sus progenitores.
La misma agencia confunde “judíos” con “sionistas”, o sea, una condición con una ideología. Resulta arriesgado suponer que todos los judíos exterminados por los nazis albergaban la idea del retorno a Palestina que planteaba el sionismo. Más absurdo si cabe, convertir a ese millón y medio de niños en pequeños activistas políticos. Teniendo en cuenta las connotaciones negativas que en el público español en general despierta el término, cabe preguntarse si fue tan solo una confusión.
ISRAEL
Sabemos que el Conflicto en Oriente Próximo es el “Conflicto Estrella”. Podríamos decir que está en el “Top Ten” de la inmensa lista de problemas que interesan al mundo. Así se puede tal vez explicar cómo, mientras la Embajada de Israel se veía apedreada por pretendidos manifestantes por la paz, el 31 de diciembre de 2008 la siguiente noticia apenas encontraba su hueco en la página 8 de Internacional del diario El País:
CONGO
Rebeldes ugandeses
asesinan a 400
civiles congoleños
Rebeldes ugandeses del Ejército
de Resistencia del Señor
han asesinado, desde el día de
Navidad, a más de 400 civiles
en el noreste de la República
Democrática de Congo, según
la ONG católica Cáritas.— AFP
Ni qué decir que el Consulado Honorario de Uganda no recibió en esos días la visita de ningún grupo manifestante reclamando justicia para los 400 civiles asesinados.
Habrá que entender pues que el conflicto entre Israel y Palestina tiene más “tirón” que los asesinatos en África. Israel y Palestina es un conflicto que vende. Pero ¿en qué momento Israel y Palestina pasan a ser portada? Es decir ¿en qué momento interesa consumirlo?
En los últimos 7 años, cayeron en el sur de Israel unos 10.000 cohetes kassam. Ni uno de ellos mereció algo más que un tímido comentario en las páginas interiores de los periódicos. El sufrimiento de los habitantes de Sderot no parecía atraer el interés de la sociedad española.
Sin embargo el día después del inicio de la Operación Plomo Sólido, los periódicos ofrecían en sus portadas las fotos de una Gaza devastada por las bombas. Si bien no hubo un solo artículo en prensa española condenando o refiriéndose a los miles de cohetes kassam que durante años acosaron a la población del sur de Israel, fue inmediata la aparición de textos denunciando la respuesta del ejército, firmados por “opinadores” especializados e incluso por importantes actores.
Como en otras ocasiones, se empezó entonces a escribir y debatir al respecto. Las manifestaciones en contra de Israel convocaron desde el principio de la Operación del ejército israelí, a un buen número de asistentes, que conocían los nombres de los dirigentes, las cifras de muertos, de heridos, cuántos eran civiles, cuántos mujeres, cuántos niños, las cantidades de armamento utilizado (todo esto antes de conocerse las cifras oficiales)… Difícil encontrar a una persona media que no tuviera una opinión al respecto.
Tanto es así que Israel entró en la campaña electoral. En esas fechas, España estaba a pocos días de las elecciones autonómicas en Galicia y en el País Vasco, en las que el PSOE y el PP calcularían sus posibilidades de alcanzar la Moncloa en las próximas generales. Y el arranque de la campaña gallega lo dio el presidente español José Luis Rodríguez Zapatero exigiendo a Israel el “el alto al fuego inmediato” y llamando al líder de la oposición a manifestarse respecto a lo que sucedía en Palestina.
El 15 de Enero, el diario La Vanguardia, publicaba un editorial respecto a esta actitud y alertaba de sus consecuencias:
Antijudaísmo, lo que no puede ser
LA acción militar israelí contra las bases del movimiento palestino Hamas en la franja de Gaza está teniendo una enorme repercusión en la opinión pública internacional. En Europa los ánimos bullen. Dos corrientes de opinión fuertes, bien argumentadas y arraigadas – el apoyo a Israel y la solidaridad con los palestinos-parecen estos días condenadas a un choque sin matices. En la mayoría de los países europeos, los gobiernos han optado por una difícil prudencia y voluntad de síntesis: respeto a Israel, sin un apoyo explícito a su ofensiva militar; comprensión del dolor de los palestinos, y gestiones diplomáticas a todos los niveles para lograr un rápido alto el fuego. En líneas generales es una posición justa. Es, seguramente, la única posición razonable que puede adoptar hoy la Unión Europea.
España presenta, sin embargo, algunos elementos de singularidad que llaman la atención. Y sobre los que conviene reflexionar. En el plano diplomático, el Gobierno socialista se ha sumado con ahínco a las gestiones para la consecución del alto el fuego. Pero en el plano político, ideológico y propagandístico, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero ha ido escorando su posición, hasta definir una intensa sintonía entre el PSOE y la causa palestina. El popular eslogan No a la guerra (primavera del 2003, invasión de Iraq) ha reaparecido en perfecta coincidencia con la convocatoria de elecciones en Galicia y el País Vasco el próximo día 1 de marzo.
En términos de táctica política, el significado de ese movimiento es obvio, pero resulta insólito que el PSOE (y el PSC) participe en manifestaciones encabezadas por pancartas que acusan al Estado de Israel de genocida, esto es, de aplicar a la población palestina el mismo plan de exterminio ideado por los nazis. En algunas de esas manifestaciones se ha quemado la bandera de Israel. Y la estrella de David ha sido equiparada con la esvástica hitleriana. En la manifestación de Barcelona se repartieron octavillas con los nombres y apellidos de diversos periodistas y articulistas que defienden, total o parcialmente, las razones de Israel. Estas siniestras octavillas fueron acompañadas por la exhibición de un pistola, real o de juguete (aún no se sabe), por parte de un encapuchado. A escasos metros se hallaba el conseller de Interior, Joan Saura.
Es preocupante. Es muy preocupante. En otros países europeos, hechos de esta naturaleza no se habrían producido bajo el amparo de partidos socialdemócratas. El Gobierno de España, el Govern de la Generalitat, el PSOE, el PSC, Izquierda Unida, Iniciativa per Catalunya, Esquerra Republicana y todos aquellos que estos días han preferido mirar hacia otra parte, deberían reflexionar sobre lo ocurrido. Gaza tensa los ánimos y los sentimientos, convoca a la crítica y a la protesta, pero la relativización del holocausto, la banalización de uno de los principales fundamentos de la reconstrucción de la democracia en Europa y la siniestra reaparición del antijudaísmo no son admisibles.
Destacamos a continuación algunos artículos que muestran cómo algunos articulistas abordaron la Operación Plomo Sólido. No hemos incluido en la siguiente selección ni los artículos supuestamente informativos de los corresponsales de los principales periódicos (su cobertura del conflicto merece un estudio aparte), ni aquellos textos que pese a ser duras críticas hacia el ejecutivo israelí, contemplaban de alguna manera su dolor. Los textos que a continuación les ofrecemos, pertenecen a creadores de opinión españoles y se caracterizan por su maniqueísmo y por la absoluta ausencia de comprensión por el sufrimiento del otro bando:
* EL MUNDO
30/12/2008
David Torres
OPINIÓN |
A DIESTRA Y SINIESTRA |
Buena Lógica |
DAVID TORRES La desproporción de la respuesta israelí se mide en montones de cadáveres. Hay una fábula bíblica que ilustra al respecto: la de mi tocayo, David, un pastorcillo pertrechado únicamente de una honda, y un gigantón filisteo armado hasta los dientes. Pero como los israelíes saben que las historias sagradas pertenecen al terreno de la mitología y la ciencia-ficción, esta vez han preferido reservarse el papel de filisteos. Reclutado por el ejército más burro de la actualidad, Sansón lleva ahora la estrella de David y viaja en F-16, en tanques acorazados y en helicópteros apache. La buena lógica siempre ha imperado en Oriente Medio. No sabemos qué esperaba Hamas tras hurgar con un palo en las narices del coloso israelí salvo favorecer el auge del negocio funerario. Los dirigentes judíos aseguran que su castigo no va dirigido a los civiles pero sus misiles no son tan inteligentes como para distinguir a justos de pecadores. Es difícil que las bombas discriminen en el lugar más poblado del planeta: una angosta franja de tierra donde se hacinan millón y medio de palestinos sólo para servir de diana a unos y de medallita de mártir a los otros. En la Tierra Prometida Yahvé y Alá siguen jugando al tiro al plato. Visto en perspectiva -y en Gaza no hay más perspectiva que el horizonte del cementerio- los objetivos de unos y otros ya están cumplidos. Israel ha demostrado una vez más que es la auténtica bestia parda de la zona y Hamas ha conseguido publicitar su proverbial estupidez a nivel mundial al coste de unos cuantos centenares de muertos, algo apenas más caro que el saldo de los atentados de Bombay, cuyas víctimas inocentes no movilizaron ni un solo pañuelito delante de una sola embajada. Hamas va a pedir una reedición del mismo alto el fuego del que disfrutaba antes de que decidiera hacerse el harakiri e Israel va a seguir entrenándose en su deporte nacional: enterrar niños bajo toneladas de escombros. Me van a disculpar que este artículo me haya quedado un poco tonto, pero como decía Kurt Vonnegut en Matadero Cinco, no hay nada inteligente que decir acerca de una matanza. |
El periodista del diario El Mundo es tajante a la hora de minimizar la importancia de los cohetes kassams, permitiéndose incluso bromear con la comparativa, de manera a quitarles más su carga de agresividad. En términos generales, en este texto, la utilización del humor sirve para simplificar el complejo trasfondo, de manera a esquematizar a sus protagonistas.
En su lectura, Israel es un vecino violento y adulto que ha sido apenas incordiado por unos palestinos, reducidos aquí a la condición de “niños molestos”, por lo tanto inofensivos e irresponsables.
Imaginamos que cuando el periodista escribe “Sansón”, se refiere a “Goliat”, que es quien se enfrentó a David. De hecho, la utilización de la imagen bíblica de David y Goliat, es algo recurrente en las críticas a Israel, que en general intentan utilizar la tradición judía como arma contra los israelíes.
Para Torres, Israel es LA “bestia parda” mientras que Hamás es estúpido. O sea, unos tienen la fuerza y golpean para causar el mayor daño posible (“su deporte nacional: enterrar niños bajo toneladas de escombros”), mientras que los otros son unos inconscientes, de modo que vuelven a ser irresponsables de sus actos.
* PÚBLICO
05/01/2009
Juan Diego Botto
La decenciaEl actor español Juan Diego Botto narra su visión de la invasión israelí a Gaza en una carta enviada al director de ‘Público’
JUAN DIEGO BOTTO – 05/01/2009 22:43
¡Cómo se pueden llegar a retorcer las palabras! Olmert y Livni quieren preservar la seguridad de los ciudadanos de Israel, que se ven sometidos a los ataques de los muy temibles misiles qassam. Tan temibles, por cierto, que en el último año han matado a cuatro ciudadanos israelíes, mientras que en sólo diez días Israel ha asesinado a más de 400 palestinos.
El Estado terrorista en que se ha convertido Israel ha cortado el suministro de alimentos, medicinas, electricidad y demás necesidades básicas a toda la franja de Gaza, es decir, ha castigado a 1 millón y medio de personas para obtener fines políticos: deshacerse de Hamás, elegido democráticamente por su pueblo (nos guste o no). Dispara contra objetivos tan militares como universidades o casas de civiles y con toda seguridad su incursión en Gaza multiplicará las víctimas.
La sangre de estas acciones –que encajan con cualquier definición de terrorismo por estricta que sea–, inunda el corazón de los palestinos y manchará por siempre la conciencia de los mandos israelíes que las cometen. Ellos deberían saber que la Historia olvida mal. Y habrá museos del Holocausto palestino para recordar a las víctimas de esta masacre. Pero lo que realmente es escandaloso, lo que produce una vergüenza infinita, es la respuesta de la comunidad internacional.
Si la decencia, no ya la moral o la ética, sino simplemente la decencia, tuviera alguna cabida en la política, los Estados europeos deberían amenazar con romper relaciones con Israel, o romperlas de hecho, o llamar a consultas a los embajadores, o, al menos, imponer sanciones económicas –por muchísimo menos se las impusieron a Hamás–. Pero todos sabemos que eso no va a ocurrir. Israel entrará en Gaza a sangre y fuego, Europa no hará nada, Estados Unidos ni hablemos, (Obama sigue jugando al golf).
El títere de Abbas negociará un Estado palestino sin poder alguno sobre sí mismo, acantonado, sin fronteras, sin recursos, sin soberanía real. Entonces, con la tierra ya quemada, saldrán los ministros de Exteriores europeos a decir “señores cálmense”. Aún recuerdo a algunos dirigentes europeos encerrados con Arafat en la Mukata. De aquellos días a esta pasividad, cuánta autoridad moral hemos perdido.
En este texto, el actor Juan Diego Botto, inicia su razonamiento anulando el sufrimiento israelí. A través de la ironía pone en duda la agresividad de los cohetes kassam, de modo que cualquier respuesta israelí ya está deslegitimizada de antemano.
Interesante notar cómo para Botto, los cohetes kassam “matan” (término desprovisto de ensañamiento, casi podría ser accidental), mientras que Israel “asesina” (es decir, mata voluntariamente).
La cifra de 400 muertos vuelve a aparecer: (recordemos que 400 civiles congoleños fueron asesinados por tropas ugandesas en unas 4 jornadas) aquí, Botto destaca los 400 asesinados por Israel en 10 días. Las víctimas palestinas le interesan evidentemente más, ya que jamás apareció un artículo suyo condenando lo sucedido en África. No se trata de entrar en una competencia de cifras, pero es importante destacar una vez más, cómo esta solidaridad es selectiva y por lo visto sólo se manifiesta cuando es una solidaridad contra Israel.
En este artículo, Hamás es un grupo elegido democráticamente, en contraposición con Israel, que es tachado de Estado Terrorista.
El paralelismo entre las acciones israelíes y los crímenes nazis ha sido formalmente tachado de antisemitismo por la Agencia Europea de Derechos Fundamentales, sin embargo, tanto en este texto, como veremos a continuación es uno de los argumentos más recurrentes en todas las críticas a Israel.
* SIGLO XXI
06/01/ 2009
Carlos Carnicero
Muchos de quienes no quieren comprometerse contra la masacre que está llevando a cabo el Ejército de Israel en Gaza hablan de “guerra justa” en respuesta a las agresiones y a la suspensión del alto el fuego de Hamás. Es una forma cínica de quitarse de en medio en la siempre complicada encomienda de criticar al Estado hebreo. Israel es demasiado fuerte para oponerse y la aplicación de la etiqueta de antisionista atemoriza a muchos.
La desproporción de la respuesta le quita cualquier legitimidad a la pretensión de ejercicio de defensa. Se trata del Ejército más sofisticado del mundo frente a un puñado de combatientes fanáticos. Pero esa es una ecuación falsa, porque lo que late en toda la política de Israel, con escasas excepciones desde su fundación, es la guerra como metodología de control y dominación en la ampliación de sus territorios.
Israel, por sistema, no respeta la legalidad internacional y ha conseguido la protección permanente de Estados Unidos en su impunidad frente a las normas democráticas que rigen el mundo civilizado. Y el conjunto de la sociedad internacional se ha acostumbrado y ha aceptado que la brutalidad de Israel esté justificada por su supuesto derecho de defensa. La ausencia de proporcionalidad tira por tierra esa pretensión.
Hay silencio cómplice, espeso e insoportable porque el lobby judío es poderoso en todos los sectores de la economía y las comunicaciones. Por eso asistimos a la masacre de Gaza con aspavientos comedidos de la diplomacia mundial que esperan a que el Ejército de Israel termine su trabajo para dar por concluida una etapa más de la desaparición del pueblo palestino. Luego vendrá el simulacro de una negociación y dádivas miserables para fingir la reconstrucción de lo que ni siquiera existía.
Porque de eso se trata: de hacer inviable la existencia de un Estado palestino libre. La guerra es sólo la expresión más cruel del exterminio de un pueblo al que se le niega la existencia. Hamás es sólo el fanático instrumento de una torpe coartada en la que sus provocaciones son la excusa que necesita Israel para ejercitar la ignominia de su hegemonía. Los muertos son mujeres y niños en su mayoría.
El analista político Carlos Carnicero achaca aquí todos los males de la guerra a un solo bando: el israelí. Según él, Israel es un compendio de belicismo y malas intenciones cuya última finalidad es la de terminar con el pueblo palestino.
En su opinión, la gente no se atreve a criticar a Israel por miedo. Basta echar un vistazo a la prensa para ver que los comentaristas y periodistas critican y condenan a Israel, sin miedo alguno.
Especialmente delicado es este artículo, ya que a una crítica feroz contra Israel, hay que sumarle la utilización de potentes tópicos antisemitas. Así, en este texto, vemos aparecer los términos “sionista”, “hebreo” y “judío”, ligados a términos como “atemorizar” , “control”, “dominación”, “lobby”, “poderoso”, “economía”, “comunicaciones”. Probablemente, una excelente adaptación moderna y resumida de Los Protocolos de los Sabios de Sión.
* EL MUNDO
10/01/2009
Cayetana Guillén-Cuervo
OPINIÓN |
A PIE DE CAYE |
¿Provocación? |
CAYETANA GUILLEN-CUERVO Y es que no hay justificación a esta reacción. No hay provocación que calme el adjetivo que merece semejante demostración de fuerza ante un planeta castigado y tan mal diseñado como quien gestiona su convivencia. El ser humano. Capaz de ahogarse ante la enfermedad de un hijo pero a la vez, capaz de matar a quien saca distintas conclusiones de cómo hay que vivir. ¿Contra quién va esta guerra? ¿Qué convicciones sobreviven a esta violencia? ¿Y quién provoca a quién? Porque Israel lleva más de treinta años de sangriento colonialismo, de territorios brutalmente ocupados que se traducen en cientos de palestinos humillados, miles de prisioneros políticos sin derechos, casas demolidas, un muro que atraviesa calles, familias, barrios sin luz, sin combustible, sin atención médica para los enfermos, sin una comunidad internacional a quien tender la mano si algo va mal. Y algo va mal, ¿verdad? ¿Pero no fueron suficientes aquel otro muro y su exterminio para callar para siempre los aullidos de ese lobo que se empeña en devorar al otro para algo más que sobrevivir? ¿O es cierta la teoría de que todo maltratador fue maltratado? Cruz Roja y Naciones Unidas han acusado a Israel de violar el derecho humanitario internacional, de poner trabas a la posibilidad de auxiliar a los heridos civiles que han provocado los bombardeos en la franja de Gaza, de incumplir las leyes de la Convención de Ginebra que rigen la guerra. Y así somos. Leyes para vivir y para matar. Leyes para crecer y para odiar. Leyes para burlar la realidad. Leyes que nos protejan y otras que nos sumerjan en procesos kafkianos de impotencia que nos hagan aullar de soledad. Y organizando todo lo que se mueve, vulneramos hasta lo más sagrado. Qué sinvergüenzas. Capaces de reír y llorar al mismo tiempo, de destruir y crear, de matar en nombre de la paz. Capaces de callar. Miles de ciudadanos israelíes se han manifestado en Tel Aviv, horrorizados. Incapaces de comulgar contra el horror que abandera su país. Miles de ciudadanos nos manifestamos en el mundo entero. Porque nadie ha contado con nosotros. Nadie ha contado con ellos. |
Otra vez, el mundo de la Cultura se manifiesta respecto al Conflicto. En este caso, la actriz Cayetana Guillén-Cuervo recupera para su condena a Israel, el término “genocidio”, y utiliza el encadenamiento de imágenes y conceptos para despertar la angustia solidaria con el pueblo palestino, “masacrado” por un “Terrorismo de Estado”. En la misma línea que su colega Botto, Guillén-Cuervo afirma que no existe justificación alguna para esa reacción. Una vez más, anulada toda posible comprensión del dolor israelí, que aquí apenas es mencionado. Esto queda patente también en el título, que parece poner en duda que más de 8000 kassams sean una provocación.
Vuelve a trazarse aquí un paralelismo entre Shoah y la causa palestina.
El punto original de este artículo, tal vez sea la incorporación de la imagen del “judío bueno”, es decir, el israelí que condena las acciones del gobierno israelí.
Afortunadamente, no fue esta la tónica general de los artículos publicados. De hecho, Plomo Sólido abrió la puerta a que pudiéramos escuchar algunas voces que se manifestaron abiertamente contra esa utilización de tópicos antisemitas y contra la lectura unilateral del conflicto. Como respuesta a los textos anteriores, hemos seleccionado dos artículos que parecen responder a la visión unilateral de los anteriores. El texto del catedrático de Ciencias Poíticas, Antonio Elorza demuestra cómo se puede criticar la acción militar israelí, sin por ello caer en la retórica antisemita.* EL MUNDO
30/12/09
David Gistau
OPINIÓN |
AL ABORDAJE |
El comodín |
DAVID GISTAU El estigma culpable, el rabioso instinto racista canalizado por las mismas agencias de información que se ponen exquisitas cuando hablan del buen salvaje islámico, es el que permite que estos días hayan sido escritas ciertas cosas sin que nadie se avergüence por ellas. Por ejemplo: que Israel es un elemento desestabilizador que no sabe convivir con sus vecinos, como si Hamas pusiera la música demasiado alta al otro lado del tabique en vez de ser una organización terrorista, inflamada de odio y enemiga de todos los principios de vida occidentales, que ha jurado la destrucción del Estado de Israel y para ello ha convertido su territorio ganado a balazos contra Al Fatah en una lanzadera de misiles. Toma ya modelo de convivencia. Por ejemplo: que, como un monstruo bíblico, como un ente de maldad natural, Israel está perpetrando en diciembre una nueva matanza de «santos inocentes». Hace falta una inmensa apetencia de simpatizar con Hamas para concluir que sus militantes, los que arrojaron sobre el sur de Israel unos quinientos misiles en los últimos tres meses, los que utilizan a sus propios niños como escudos humanos para revolver contra el judío el asco del televidente europeo, los que han sido abatidos en una operación selectiva en la que la inteligencia israelí controló cuanto pudo los daños a civiles, son nada menos que «santos inocentes», como el niño que está en la cuna. Como hace falta mucho cinismo para haber fingido ignorar todo este tiempo que los niños del sur de Israel -y sí: en Israel hay niños, además de carros Merkava- tienen incorporado, como si se tratara de una asignatura más, el aprendizaje de lo que hay que hacer para no morir cuando suenan las sirenas. Y suenan todos los días. Por ejemplo: que el ataque de Israel es desmedido, intempestivo, vehemente, como si no llevara meses conteniéndose a pesar de la renuencia de Hamas a renovar o cumplir la tregua y del abandono de la opinión pública occidental cuando era bombardeada. En realidad, cualquier iniciativa defensiva de Israel siempre será considerada un abuso, puesto que lo que se espera de esa nación es que renuncie a la protección de sus ciudadanos y de su derecho a la existencia como nación. Todo lo que no sea eso sirve para agitar el milenario comodín de la culpa. |
* EL PAÍS
JUDÍOS, HOLOCAUSTO, TOTUM REVOLUTUM06/01/09
Antonio Elorza
ANÁLISIS: El conflicto de Oriente Próximo La hora de la razónANTONIO ELORZA 06/01/2009
La imagen dominante acerca de la invasión de Gaza apenas ofrece espacio para la duda. Después de una semana de bombardeos con cientos de víctimas civiles, el Tsahal, la impresionante máquina de guerra israelí, entra en la franja palestina “a sangre y fuego”. Con el apoyo de Bush y desoyendo los llamamientos a la tregua de medio mundo. Entretanto, los habitantes de Gaza tratan de escapar a la catástrofe, sin agua ni abastecimientos. Veredicto inmediato: Israel es culpable y “los palestinos”, víctimas.
En los planteamientos que apoyan semejante visión de las cosas, como sucede en un vehemente artículo de Tariq Ramadan, los sujetos trágicamente pasivos son “los palestinos”. A Hamás no se la menciona o se la incluye en el relato de pasada, sin introducir para nada en la explicación su responsabilidad en el desencadenamiento de la crisis. Y el pequeño detalle es que fue el Gobierno de Hamás en Gaza el que decidió romper la tregua con Israel el 19 de diciembre, y el que ordenó desde ese momento lanzar decenas de misiles sobre las poblaciones israelíes cercanas. No entra aquí si esos misiles eran de alta o baja calidad. A eso se le llama declarar un estado de guerra, por el cual si alguien asume tal decisión ante un adversario superior, ya sabe lo que les espera a los ciudadanos situados bajo su administración.
Imaginemos una situación análoga. Marruecos tiene una reivindicación tal vez muy justa sobre Ceuta y Melilla. Su Gobierno decide entonces lanzar misiles sobre nuestro lado del estrecho. ¿Tiene el Gobierno español que aguantarlo estoicamente?
Otra cosa es que la respuesta sea claramente desproporcionada y, por tanto, digna de ser condenada. Pero una respuesta armada era inevitable si Hamás seguía atacando. Estamos en una de esas crisis internacionales en las que no hay un responsable, sino dos, y por consiguiente la acción pacificadora debe concernir a ambos. A no ser que disfrutemos con la idea de una destrucción de Israel a medio plazo, objetivo al que, en definitiva, responde la provocación de Hamás.
La experiencia de 2006 prueba que este tipo de conflicto le sienta mucho peor a Israel que los enfrentamientos clásicos de ejército a ejército. Hay, pues, que frenar la invasión, pero al mismo tiempo garantizar cueste lo que cueste, suspendiendo las ayudas que haya que suspender en caso de infracción, que Hamás dejará de atacar desde Gaza. La paz tiene dos caras.
Parafraseando a René Descartes en su Discurso del Método, podríamos decir que hoy en día, la “tolerancia” y el respeto al otro son las virtudes mejor repartidas en la tierra. Todo el mundo piensa que goza de ellos.
Por ello, es interesante notar cómo en algunos autores, Israel se convirtió en la perfecta coartada para poder colar mensajes de odio hacia los judíos, en forma “aceptable” para sus consciencias.
A continuación un artículo que, aunque surge de la crítica al Estado, termina justificando el antisemitismo e incluso, la Shoah.
* EL MUNDO
05/02/ 2009
Antonio Gala
OPINIÓN
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No es nuevo achacar a la víctima la culpabilidad de lo que le sucede, pero es sorprendente que un texto de esta índole tenga cabida en un medio pretendidamente serio.
Este artículo podía resumirse con la frase: “algo habrán hecho…”
Ya desde la elección del título, el señor Gala deja claro su desprecio hacia el objeto de su crítica. Recordemos que la utilización de signos religiosos para usarlos en contra o para hacer chanza de ellos es una clara señal de antisemitismo, según la Agencia Europea de Derechos Fundamentales.
Para él, la creación de Israel (ilegítima, ya que se robó la tierra a los palestinos) es la responsable de todos los problemas de la zona: codicia (un clásico antisemita), voluntad de expansión (versión políticamente correcta de la “voluntad de dominación” que planteaban los Protocolos), desprecio a otros pueblos (el “judío” como pueblo racista) o el resurgir del terrorismo (una vez más, los judíos como responsables de la mayor amenaza existente)…
Alineándose en los postulados de líderes como Mahmoud Ahmadineyad o Hugo Chávez, en su visión de un mundo justo venidero, Gala prevé que los judíos volverán a sucumbir, debido a sus múltiples maldades. Maldades que, para él, justifican los pogromos, las expulsiones o la Shoah…
Un texto como este habla por sí mismo y apenas merece mucho análisis. El autor, de hecho, parece tener una verdadera obsesión con el tema de la Shoah. Hemos rescatado un par de artículos suyos, escritos antes de la Operación Plomo Sólido, donde Gala ya plasma sin ambages su desprecio hacia la Shoah, el pueblo judío e Israel. Uno de ellos data de 2002:
* EL MUNDO
02/04/08
Antonio Gala
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* EL MUNDO
23/02/02
Antonio Gala
LA TRONERA | ANTONIO GALA
Próximo Oriente
lámese como se llame, hay una guerra a nuestro lado. Nosotros miramos hacia otro lado; USA, como siempre, se mira el ombligo, por lo general judío. La mala bestia de Sharon, que debía estar ya donde Milosevic, cansa hasta a su Gobierno, a su partido y a Dios Padre, que parece que eligió, cuando Yahvé, a su pueblo. Cuando Alá, se conoce que no supo a quién elegir, porque a los palestinos los están breando de manera inicua y criminal: si se les oye, es porque aún no se los han cargado a todos. A la UE, por lo visto, le importa tres cominos. Quizá se halla meditando cómo alguien que sufrió el holocausto lo ejerce contra alguien a quien arrebató su territorio. El de uno y el de otro: es igual.
No nos detendremos más en este autor, de quien sí hay que destacar su importancia en el panorama literario y teatral español. Antonio Gala es además, un intelectual comprometido con las causas de los débiles y en términos generales uno de los pensadores más valorados y respetados. Lástima que para él, los seis millones de judíos asesinados en los campos no merezcan ni el más mínimo respeto, y que su obsesión esté dirigida a banalizar la Shoah y a acusar a los judíos norteamericanos (“el dinero americano de su raza” escribirá en otra Tronera el 26/02/08) de todos los males del mundo.
Y precisamente, lo que no faltó en la prensa española, fueron comparaciones con la Shoah:
* EL MUNDO
15/01/ 2009
David Torres
OPINIÓN |
A DIESTRA Y SINIESTRA |
Varsovia en Gaza |
DAVID TORRES Por si tuvieran poco con los cohetes de Hamas, a los palestinos les ha salido de aliado ahora Bin Laden, un profeta con micrófono que suele salir bajo las piedras para animar a sus seguidores a alcanzar el Paraíso mediante la desintegración del átomo. Para quienes dicen que dónde está la desproporción en la matanza de Gaza ahí están los datos: más de 1.000 muertos palestinos contra 13 israelíes -unos 500, además, mujeres y niños-. Qué quieren, por algo la operación se llama Plomo Sólido. Técnicamente no se trata de un genocidio, cierto, pero sí de una masacre en toda regla. Los mamporreros de Israel niegan a los palestinos el mismo pasaporte al coraje que otorgan, por ejemplo, a los polacos del AK en el Levantamiento de Varsovia. Allí también lucharon niños pequeños que corrían entre las alcantarillas huyendo de los tanques y aviones del ejército alemán, y a ningún imbécil se le ocurrió decir que los guerrilleros polacos los empleaban como escudo humano. Claro que ya se sabe que los luchadores de Hamas, enfrentados a una máquina de guerra tan despiadada y aplastante como un mortero Karl Moser de 1944, no son guerrilleros sino terroristas. Siempre ha habido clases. En la muralla que rodea Varsovia, como monumento imperecedero a aquella carnicería alucinante, se alza la estatua de un niño ataviado con un casco enorme y una ametralladora: el símbolo de la resistencia ciudadana. Nunca faltan velas ni banderas en recuerdo de los 45.000 combatientes y 150.000 civiles muertos en las calles. Hoy Gaza es otra vez Varsovia en llamas. Es verdad que a los israelíes todavía les falta mucho para batir el récord, pero como dijo Woody Allen (judío donde los haya), los récords están para superarlos. Ya tienen su primer millar de cadáveres a la espalda y casi sin despeinarse. Por algo se empieza. |
Comparar la resistencia del gueto de Varsovia con las calles de Gaza es un verdadero disparate histórico, cuando no una maldad intencionada, pero que por consistir en una imagen simple y de fácil digestión, cuela en un discurso desprovisto de datos. No entraremos aquí a explicar las diferencias, ya que para ello basta abrir un libro de historia, sin embargo sí queremos subrayar que “el gueto” es inseparable de la “Shoah”. No son dos acontecimientos independientes, de modo que cuando el autor utiliza la imagen del “gueto de Varsovia” está hablando de “genocidio”.
Como escribía Pilar Rahola en las páginas de EL PAÍS el 28/05/05: “La banalización del Holocausto se está produciendo desde hace tiempo por parte de líderes, opinantes y periodistas de izquierdas, y representa, hoy por hoy, el eje básico de un nuevo antisemitismo, inconsciente, prestigioso y perfectamente inserido en el pensamiento correcto. Esa banalización ha acuñado un símil que usa como regodeo, impudor y alegría solidaria, y que resulta especialmente cruel: la comparación entre las prácticas nazis y la actual política de Israel.”
Lo cierto es que muchos autores consiguen ocultar sus tendencias judeófobas bajo una serie de argumentos correctos y bien expuestos, amparados por grandes causas humanitarias. Sin embargo, tarde o temprano, la careta termina cayendo entre las líneas de los artículos. Así, aunque con respecto a “lo judío”, una de las labores más complicadas a la hora del análisis de prensa es la de separar la paja del trigo, es decir la de distinguir el argumento antisemita del argumento crítico, a veces lo escrito no permite duda.
A continuación, un texto escrito por el director del diario EL MUNDO, publicado cuando la crisis económica lanzaba a la fama a Bernard Madoff. Aquí, ni siquiera se trata de Israel , si no de la relación de los judíos con el dinero.
*EL MUNDO
28/12/08
Pedro J. Ramírez
CARTA DEL DIRECTOR |
Domingo, 28 de diciembre de 2008, 28 de diciembre de 2008ingo, 28 de diciembre de 2008 |
La carcajada de Panurge |
PEDRO J. RAMÍREZ «Siempre me citaba a las ocho de la mañana en su despacho del edificio Lipstick», recuerda mi amigo. «Me recibía solo, delante de una taza de café. Bebía pequeños sorbos y comentaba serenamente la marcha de los mercados. Era amable pero distante. La última vez me contó que tenía todo su patrimonio invertido en la compañía y que con la crisis prefería ganar él un poco menos, pero mantener contentos a los clientes». La noche en que le contaron que Madoff había sido detenido, tras confesar que su respetado fondo de inversión no era sino una farsa, rodeada de oropel pero basada en la más rudimentaria de las estafas, el corazón le dio un vuelco. Mi amigo nunca dejará de preguntarse cómo es posible que el nuevo timo del siglo alcanzara tales proporciones, pero su primera reacción -en sintonía con la mayor parte de los medios de comunicación, gobiernos e instituciones- fue culpar al regulador norteamericano. «La SEC tendrá que responder ante los tribunales, ya verás los pleitos que se avecinan». Mi amiga no está de acuerdo en que ése sea el problema y menos aún la solución: «La ventaja de que ese tipo de fondos -los fondos de inversión libre o hedge funds- sean entidades poco reguladas y no tengan la obligación de presentar sus cuentas ni de reportar sus actividades diarias a ningún organismo es que así tienen la máxima flexibilidad para invertir», me dice en un correo electrónico bien argumentado. «Esa es una circunstancia que puede proporcionar grandes beneficios, pero que a la vez hace imprescindible que el potencial inversor dedique importantes recursos a entender bien los fundamentos del fondo en el que se plantea meter su dinero». Para ella resulta inaudito que «fondos de fondos» como el Optimal del Santander, el Fairfield de Noel, Piedrahita y otros yernos o los demás que invirtieron dinero ajeno en Madoff no le sometieran a un proceso de due dilligence para «verificar que todo lo que el gestor dice que hace es cierto: eso abarca entender cómo se generan los beneficios, cómo se controla el riesgo o cuál es la estructura operativa». También le parece increíble que ni siquiera contrastaran la trayectoria de Madoff con el código de «mejores prácticas» vigente en el sector de los hedge funds. Eso les habría llevado a conclusiones muy elementales como que su fondo no contaba ni con administradores ni con custodios independientes, que su auditor tenía tres empleados y a él como único cliente o que toda la información que enviaba a los inversores era un montón de boletas de transacciones bursátiles que en sí mismas no explicaban nada. Algo similar decía el otro día Sebastián Mallaby en The Washington Post al alegar que Madoff «era un granuja que prácticamente telegrafiaba su falta de fiabilidad, contratando a una diminuta auditora desconocida y dando resultados mensuales que no fluctuaban nunca». Sin embargo la crème de la crème de las finanzas internacionales ha aparecido prendida de su anzuelo. Mi amigo alega que, aunque ahora a todo el mundo le parece muy obvio lo ocurrido, la verdad es mucho más compleja, pues en los círculos financieros se daba por hecho que Madoff había dado con una fórmula para neutralizar la volatilidad de los mercados y se entendía como algo lógico que no la quisiera compartir con nadie. Tenía el secreto de la Coca-Cola o, si se quiere, el de los cultivadores de bulbos de tulipanes holandeses. El hecho de que, además de especializarse en la llamada «inversión alternativa», mantuviera una agencia de Bolsa convencional avalaba la teoría de que procesaba las órdenes de compra o venta que le llegaban antes de la apertura de los mercados y aplicaba a la resultante una especie de «logaritmo secreto». Mi amigo llegó incluso a duplicar, a modo de mayor seguridad, la tarea de casar las boletas que reflejaban las supuestas operaciones de Madoff que afectaban a sus clientes. Pero, claro, eso no servía de nada pues uno de los requisitos clave para ser admitido como inversor por Madoff era aceptar que nadie sino él podía conocer el contenido de la que, según The Wall Street Journal, algunos ejecutivos de la propia compañía denominaban premonitoriamente como la «caja negra» de su modus operandi. Ahora que el avión ya se ha estrellado y mientras los investigadores tratan -de momento con bastante poco éxito- de averiguar lo que hay en esa «caja negra», finalmente tal vez vacía, mi amigo admite que uno de los factores determinantes de la espiral de confianza ciega en la que él mismo se vio arrastrado fue el arraigo y prestigio de Madoff en la comunidad financiera judía. No se trata de reavivar ningún estereotipo -y menos de forma derogatoria-, pero yo creo que cuando ambos se sentaban con la taza de café de por medio eran dos maneras de entender la relación con el dinero, la de la cultura judía y la de la cultura católica, las que estaban frente a frente. Para describir la primera, sólo citaré una obra de un autor tan poco sospechoso de antisemitismo como George Steiner, pescando en concreto en el capítulo de sus «libros no escritos», titulada Zion (My Unwritten Books, Weidenfeld and Nicolson, 2008). «La intimidad judía con el dinero ha sido en cierto modo visceral», sostiene Steiner. «Data de las múltiples prescripciones fiscales del Libro de Moisés. Probablemente como en ninguna otra mitología el dinero desempeña una parte canónica en los relatos sobre la buena fortuna o sobre la traición… La evolución del capitalismo moderno y la crítica que ha inspirado encuentran su contexto y adaptación natural en la comunidad judía. Parece movilizar viejas habilidades y predisposiciones. Los Rothschild han reemplazado a Shylock… Firmas como Goldman Sachs o Lehman Brothers -esto está escrito obviamente antes del crash- o alquimistas individuales como George Soros han sido jugadores decisivos en los mecanismos financieros del mundo occidental. El multinacionalismo ha reclutado los instintos peregrinos y cosmopolitas del judío… Por lo tanto hoy un porcentaje significativo de las finanzas globales está bajo control judío. Los talentos analíticos y metamatemáticos desplegados por los pensadores y científicos judíos han sido brillantemente desarrollados en los dominios, a la vez hiperracionales y demoníacos, del dinero». Frente a ese presunto «despliegue de talento analítico y metamatemático» que dio paso a lo que otro judío ilustre como Alan Greenspan bautizaría como la «exuberancia irracional de los mercados», mi amigo y otros como él actuaban constreñidos por una ética pudorosa y en cierto modo timorata del lucro. En nuestra sociedad se habla con mucha más soltura de sexo -no digamos nada de los placeres de la mesa- que de dinero. La gente te cuenta que se ha llevado a una persona deseada a la cama, pero no que ha ganado dinero con una inversión afortunada. Incluso sobre quienes se dedican profesionalmente a las finanzas parecen pesar las sentencias evangélicas dedicadas al rico Epulón y al pobre Lázaro, al camello y al ojo de la aguja y a lo bienaventurados que son los pobres porque de ellos es el reino de los cielos. A falta de ese pragmatismo calvinista, de esa ética protestante que finalmente permite a todo buen cristiano servir a dos señores -en la City se pone una vela a Dios y otra a Mammón-, la mayoría de nuestros ricos y sus plenipotenciarios se sienten mucho más cómodos cuando sus plusvalías se gestionan en silencio y detrás de un tupido velo que cuando se aventan en cualquier dominio público. Pocas iniciativas nos ocasionan tantos quebraderos de cabeza como el número anual del Magazine sobre las personas más ricas de España. Sólo los horteras del ladrillo quieren presumir de la parte legal de sus fortunas. No olvidemos que algunas de las primeras órdenes monásticas tenían entre sus votos la prohibición de tocar físicamente el dinero. Nada mejor que esta disposición al sigilo y la reserva -que tu mano derecha no sepa cómo se enriquece la izquierda- para un tinglado como el de Madoff basado en la sacralización del secretismo. Al final mi amigo terminó promediando la confianza irracional que emanaba de aquella taza de café con su prudencia racional -incluso con su recelo a ganar demasiado- e invirtió en la «caja negra» sólo una muy pequeña parte del patrimonio confiado por sus clientes y, digamos, dos no tan pequeñas partes del suyo propio. Lo que le reconcome ahora no es, sin embargo, la cantidad sino la calidad del problema. Cualquiera diría que la base de lo ocurrido era que había una serie de potentados ansiosos de ser engañados -a modo expiatorio- y que profesionales honrados como él no fueron sino los médium de la credulidad autoinducida. Resulta difícil de imaginar, en cambio, que un individuo como Piedrahita que, después de haber suscitado todo tipo de recelos en el Reino Unido, aterrizó en España pisando fuerte y haciéndose el simpático con su superjet, su megabarco y su casoplón de Puerta de Hierro no estuviera por vía familiar en el ajo de la estafa. ¿Será capaz la Fiscalía Anticorrupción de separar el grano de la paja? A mi amigo no le servirá de consuelo, pero en la comunidad judía lo ocurrido ha causado tanta consternación como si se tratase de una nueva destrucción del templo de Jerusalén. El rabino Salomón Carmy, presidente del departamento de Estudios Bíblicos de la Yeshiva University -seriamente damnificada por el colapso de Madoff-, ha evocado un pasaje del Génesis sobre la historia de Jacob muy elocuente de la escala de valores a la que me refería antes: «Los justos defienden su dinero más que su propio cuerpo. Si tu ganas dinero honradamente o si lo tienes como consecuencia del depósito de la confianza de otros en ti, debes ser muy cuidadoso». Al margen de que no falta quien espera que de repente se abran los cielos y un rayo con el emblema del Mossad castigue al truhán de forma mucho más contundente de lo que podrían hacerlo los tribunales norteamericanos, la reciente noticia de que la Fundación Elie Wiesel ha perdido la práctica totalidad de sus fondos en el cenagal de la estafa no hace sino realzar la pregunta que el pasado domingo se hacía Frank Rich en The New York Times: «¿Quién podría haber imaginado la historia de un financiero judío que pulveriza millones de dólares dedicados a mantener viva la memoria del Holocausto? Dickens, Balzac, Trollope y, a esos efectos, hasta Mel Brooks se hubieran quedado atónitos». Modestamente se me ocurre sugerir que sólo un resucitado Rabelais podría estar a la altura de ese reto. Y no tanto por las dosis de vitriolo que el gran humanista francés de comienzos del XVI escancia en sus obras al servicio de lo grotesco, sino sobre todo por su paternidad de un personaje cuya pauta y significado ya está sirviendo de útil ganzúa para abrir algunas puertas que son clave para la interpretación de la actual crisis. Me refiero al pícaro Panurge, compañero de fatigas del bondadoso gigante tragaldabas Pantagruel. Si en su libro segundo -capítulo XVI- Rabelais presenta a Panurge explicando que «estaba sujeto de nacimiento a una enfermedad que por entonces llamaban falta de dineros… a pesar de lo cual conocía sesenta y tres maneras de remediarse en su necesidad, de las cuales la más común y honrosa era el latrocinio», es en su libro cuarto -capítulo VIII- cuando este pícaro escatológico, ingenioso y cruel que preludia a la vez a Falstaff y a Sancho alcanza su verdadero momento de gloria. Todo sucede a bordo de una embarcación en la que Panurge compra un cordero del rebaño del comerciante Dingdong y, comoquiera que considera que el precio ha sido abusivo, da rienda suelta a su cólera arrojándolo bruscamente al mar. El resto del rebaño se apresura a seguir a su compañero y todos -ovejas, carneros, pastores y el propio Dingdong- se precipitan al agua y se van ahogando poco a poco, mientras un sádico e implacable Panurge disfruta de su venganza, impidiendo con el remo que nadie regrese a la barca, y filosofa sobre el instinto gregario que ya Aristóteles detectó en ciertas especies. Desde entonces le mouton de Panurge es el desencadenante de cualquier moda y el «panurgismo», el efecto imitativo que la alimenta. Es el caso de la actual deflación en el que la parálisis económica se contagia con tal virulencia que ni siquiera los que tienen más dinero disponible gastan, consumen o invierten. He ahí la levadura del miedo que va inflando el círculo vicioso del efecto pobreza. Pero hasta como quien dice antesdeayer el mimetismo había operado en sentido contrario. Puesto que el vecino lo hacía, había que hipotecarse; puesto que el amigo lo hacía, había que consumir más allá de los propios posibles; puesto que el compadre lo hacía, había que invertir a crédito en la Bolsa. Mi amiga explica muy bien en su correo electrónico lo que era un secreto a voces en su sector: «Según el manual nadie debería haber invertido en Madoff, pero como había muchos conocidos que ya lo habían hecho durante tanto tiempo y nunca había pasado nada, pues todos seguían invirtiendo». Era el «dónde va Vicente, pues donde va la gente» de los multimillonarios. Tú no eras nadie si Blahnik no te hacía unos manolos a medida, no estabas en la lista de invitados de las fiestas de Mustique y no te dejaban meter dinero en Madoff. Ese «reservado el derecho de admisión» era lo que fascinaba a los obsesionados con no ser menos que fulanito o menganita. Y Piedrahita les hacía pasar por taquilla. Hasta que se pinchó la burbuja y se hundió el soufflé. Mi propio amigo piensa que las inversiones y plusvalías de Madoff fueron reales durante bastante tiempo y que sólo cuando sufrió un importante traspié -no se sabe si por el hundimiento de las punto com, por la crisis asiática o por qué otra vicisitud- decidió recurrir al viejo truco de la pirámide. «Yo creo que casi fue más una cuestión de amor propio que otra cosa. No quiso decirles a los de la sinagoga de la Quinta Avenida que había perdido su dinero y emprendió la huida hacia delante». O sea que durante años fue metiendo a todos los corderitos en el barco y un buen día tiró el primero al mar, marcando el número del FBI. En Far from the madding crowd -Lejos del mundanal ruido- hay una escena similar cuando un perro irresponsable arrastra a todo el rebaño hasta el fondo de un acantilado y arruina al joven y entusiasta pastor Gabriel Oak. Su autor Thomas Hardy trataba de expresar así la crueldad y la injusticia inherentes a nuestro universo. Puedo imaginarme la carcajada de Panurge al oír hablar tanto estos días de la necesidad de regular los mercados y reformar el capitalismo. ¿El capitalismo? Mientras no reformemos la condición humana… |
Un día después, el 29 de diciembre, una carta al director nos brindaba un análisis de lo escrito por Pedro J. Ramírez. Su autor: Boris Levy.
OPINIÓN |
Lunes 29 de diciembre 2008 |
Cartas al Director |
Sr. Director: Todo lo que se escriba es poco para denunciar la escandalosa estafa del Sr. Madoff. Terrible la condición humana. En su necesidad de reforma podemos estar todos de acuerdo, tal como concluye su Carta del director del pasado domingo. Pero no lo podemos estar en la particularidad que hace usted, cita incluida, sobre la condición humana de nosotros, los judíos. Por desgracia o por fortuna, la condición humana es universal. Afecta por igual a todas las personas. Todos conocemos a buenos y malos, asistamos a iglesias, mezquitas, sinagogas o a ninguna de ellas. Pero cuando ocurre algo malo, todas las plumas se afilan para encontrar culpables ajenos y expiar pecados propios. Le invito a usted y a sus lectores a revisar la hemeroteca. En cada escándalo, robo, estafa, tráfico de influencias, recalificaciones de suelo… y tanto más que nos regala la condición humana busque usted si el artículo se refiere a la religión del protagonista (algo en todo caso irrelevante al crimen o escándalo en cuestión). Verá que ocurre en muy pocos casos. Pero en los pocos casos que ocurre, vaya coincidencia, resulta que la mayoría es judía. «Financiero judío», «empresario judío», «magnate judío». Incluso nuestra prensa española nos ha otorgado con «balas judías» y «tanques judíos». Hecho esto, luego añada usted la religión a todas las noticias que no indican la religión de su protagonista. La enorme mayoría. Escriba al lado de cada político, alcalde, empresario, constructor, magnate y otros títulos vulgares o nobiliarios su religión. El punto que quiero hacer, Sr. Director, es que usted sigue al rebaño de los que buscan explicaciones fáciles. Y se lo digo desde la admiración y el respeto que le tengo y le seguiré teniendo. El Libro de Moisés es también el Libro de Jesús y el Libro de Mahoma. La condición humana es única y debemos estar unidos en su reforma. Boris Levy. Madrid. |
CONCLUSIÓN:
Los textos que hemos seleccionado son tan sólo una pequeña muestra de un pensamiento que subyace muy anclado en el consciente y en el inconsciente colectivo español. En una situación normalizada, la crítica a Israel o a algún miembro de la comunidad judía, no debería ser considerada antisemita. Pero en una situación normalizada, toda acción israelí o judía no sería observada con lupa. Si la justicia se exige a una sola de las partes, deja de ser justicia para convertirse en persecución. No se trata sólo de “qué” se dice, si no también del “cómo” se dice.
Tomemos como ejemplo el periódico de mayor tirada nacional: EL PAÍS. Los artículos publicados durante la Operación Plomo Sólido se caracterizaron por su línea crítica hacia el gobierno israelí. Fue muy difícil encontrar alguna pluma que se atreviera a defender la postura de dicho gobierno. Incluso Amos Oz, autor que solía escribir en este periódico tuvo que publicar su justificación de la operación en el diario ABC. Pero, en términos generales, los artículos de opinión de EL PAÍS no cruzaban la frontera de la crítica legítima. Sin embargo, cabe preguntarse, hasta qué punto no hay un ensañamiento cuando día tras día, se publican artículos condenando al mismo bando o cuando los corresponsales deslizan opinión en medio de la información. O cuando, por opción política, se transmite información errónea (EL PAÍS informa reiteradamente a sus lectores que Tel Aviv es la capital de Israel). El curioso título del editorial publicado el 31 de Enero de 2009, lo dice todo:
31/01/2009
El editorial trataba acerca de la decisión del juez Andreu de llevar a algunos miembros del ejecutivo israelí ante los tribunales. El título casi parece un acto fallido, y podríamos traducirlo de la siguiente manera: “acertado o no, acusar a Israel es un acto de justicia universal”. Acertado o no.
Otro ejemplo: el segundo periódico de mayor tirada, EL MUNDO, publicaba en agosto de 2008 un estudio en profundidad sobre la II Guerra Mundial. Para ello se daban cita en sus páginas los más importantes historiadores y especialistas en la materia. Pero el periódico consideraba oportuno, situar entre los grandes expertos, a un negacionista de la talla de David Irving.
Al respecto, el 8 de agosto de 2009, Jorge Trías Sagnier escribía en la versión digital de La COPE:
Un mundo antisemitaEs inaceptable equiparar opiniones respetables con otras indignas del Holocausto.
Jorge Trias Sagnier
Existe un mundo, alimentado por algunos estados como Irán o Siria, profundamente antisemita. Son quienes divulgan esas ideas sobre la falsedad del Holocausto, sirviéndose de personajes, como David Irving, que llevan años intentando colar sus “investigaciones” en el mismo plano de igualdad de las de historiadores o investigadores indiscutiblemente competentes, como Avner Shalev o Richard Evans. Pues esto es lo que, por fin, consiguió Irving el otro día cuando El Mundo le publicó una entrevista, al mismo nivel de las publicadas a Shalev o Evans, en la que con la desfachatez que le caracteriza negaba, melifluamente, la existencia del Holocausto.
El ministro español de Exteriores mostró su justa indignación, recordando que la entrevista no podía ser enmarcada en el derecho a la libertad de expresión, ya que lo que hacía El Mundo era equiparar opiniones respetables con otras deleznables. El editorial de El Mundo, en una rabieta infantil, una especie de “y tu más”, le recordó al ministro una serie de entrevistas que había tenido —¡faltaría más!— en el digno ejercicio de su cargo. El diario que dirige Pedro J. Ramírez no recoge opiniones repugnantes, como han hecho otros diarios europeos, sino que coloca esas opiniones en el mismo plano de igualdad que otras investigaciones responsables. De ahí la indignación de algunos de los historiadores entrevistados en días anteriores. El Mundo incurre en el mismo error que, hace años, cometió la revista Tiempo, cuando la dirigía Julián Lago, al permitirle a Degrelle, el nazi belga de las Waffen SS, despacharse a gusto y afirmar que los campos de exterminio eran un invento judío.
Quienes le conocemos, y en algún momento de la historia de El Mundo ayudamos a Pedro J. a levantar sus páginas, sabemos cómo piensa. Y esta es la razón por la que nos sorprende y duele lo que ha ocurrido. ¡Qué forma más absurda de deslegitimar de un plumazo tantos años de dignidad!
En un encuentro con periodistas del área mediterránea, el rabino David Rosen, director del Departamento de asuntos Interreligiosos del Comité Judío Americano planteaba la siguiente reflexión: para los judíos, la amenaza existencial es una realidad que ya conocen. Tras siglos de persecuciones y después de haber sido objeto de la mayor carnicería ideada y perpetrada por el ser humano, es lógico entender que teman por su seguridad y sean sensibles ante cualquier amenaza. Por eso, si se pretende criticarlos, a ellos o al estado que los cobija, se deberá hacer de manera a que sientan el afecto antes que la crítica. Sólo desde la absoluta aceptación y el respeto, sin dobles raseros, sin condiciones incumplibles, sin exigir más que al resto.
Y, como hemos podido comprobar, la crítica en España no siempre parte del afecto…
Terminamos con un artículo publicado el 10 de Enero en LA VANGUARDIA, por el periodista Enric Giuliana, quien desde las páginas de su periódico reflexionaba acerca de la poca simpatía que Israel despierta en los españoles en general.
NOTAS DE MADRID
España e Israel: del ‘homo sapiens’ al ‘homo videns’
La pregunta del primer día era: ¿por qué tan poca gente defiende a Israel en España?
Enric Juliana|10/01/2009|Actualizada a las 10:13h | Política
A la presunción, compartida por muchos lectores, de que la actitud de Israel es hoy indefendible, he intentado contraponer estos días la idea de que la visión española sobre este país se halla notoriamente condicionada por un trasfondo histórico singular, que podría resumirse de la siguiente manera:
a) España expulsó a los judíos en 1492, y en 1609, tras la expulsión de los moriscos (descendientes de los musulmanes), se convirtió en una sociedad aparentemente uniforme, sin minorías (con la única excepción de los gitanos).
b) Este país sin minorías raciales (de alguna manera substituidas en el tiempo por las minorías nacionales) no participó de manera activa en las dos guerras civiles europeas del siglo XX, aunque su Guerra Civil 1936-39 formó parte de ese trágico ciclo.
c) Aislada en su drama interior, España no vivió de manera directa la tragedia del Holocausto y el posterior trauma moral europeo.
d) La memoria española del Holocausto es, por consiguiente, débil: apenas hay placas o monumentos que lo recuerden en pueblos y ciudades, y e) Hay un trasfondo religioso. La jerarquía católica española hizo todo lo posible para desentenderse de la reflexión autocrítica sobre la Shoah emprendida por el Vaticano entre 1998 y 2000: mientras Juan Pablo II pedía perdón en el muro de las Lamentaciones, el cardenal Rouco Varela planeaba la beatificación de Isabel de Castilla (Isabel la Católica), bajo la atenta mirada de José María Aznar.
Conclusión: Forjada en la periferia del sistema de valores europeo (nuestro pasaporte europeo sólo tiene 23 años de edad), la actual sociedad democrática española mantiene unos vínculos afectivos muy débiles con Israel, país con el que no se establecieron relaciones diplomáticas hasta el año 1986 (el mismo año en que se formalizó el ingreso en la Comunidad Económica Europea). Esa es nuestra coordenada. Constatarlo no justifica ni un sólo disparo de cañón, pero antes de dar lecciones de moral siempre es conveniente saber cuál es nuestra real ubicación en la escena del crimen.
Evidentemente, hay más razones, más factores a tener en cuenta. La historia no lo explica todo. Hay en la reacción de estos días (claramente expresada por muchos lectores de la página web de La Vanguardia), rasgos absolutamente contemporáneos. La indignación de un español ante las imágenes de un niño muerto por un misil es la misma que la de un francés o un noruego. También en el resto de Europa se está produciendo un intenso debate político y emocional. Con algunas excepciones y matices. Un político europeo se lo pensará dos o tres veces antes de acompañar una manifestación que concluya con la quema de la bandera de David. El fuego aplicado a los símbolos judíos produce aprensión en Europa. En nuestro país y muy concretamente para algunos exponentes de la izquierda catalana, parece que “no ve d’un pam” (tanto da).
Concluyo con unos cuantos apuntes sobre la reacción emocional de estos días:
1) La indignación por la acción militar de Israel está actuando como condensador de muchos malestares, en un momento de aguda crisis económica y de gran incertidumbre. Esta nueva guerra nos recuerda que navegamos a la deriva. Y nos indica que no hay milagro posible (San Barack Obama). Puede haber esforzadas y complicadísimas correcciones de rumbo, pero todos sabemos, en nuestro fuero interno, que no habrá milagros.
2) La guerra en Gaza retroalimenta el pasional litigio entre “derechas” e “izquierdas”. Le da vida. La izquierda es propalestina desde los años setenta, aunque comunistas y socialistas apoyaron inicialmente la creación del Estado de Israel. La izquierda quiere estar con los más débiles y con ello orilla, suaviza e incluso ignora la tensión que debiera producirle el integrismo islámico, enemigo de la emancipación femenina, de la libertad de pensamiento, de la separación entre religión y Estado, de los derechos de los homosexuales y de toda libertad de costumbres, valores que la izquierda defiende con gran ahínco en España. A la derecha le ocurre lo contrario. La derecha española es proisraelí porque ello le permite combatir mejor a sus adversarios políticos. Y porque le aproxima a los círculos neoconservadores norteamericanos que tanto han influido en la Administración Bush y tanto entusiasmaron al ex presidente Aznar. La derecha española es pro Israel de cintura para arriba. De cintura para abajo, siente un pálpito por Isabel de Castilla. Que nadie le hable de revisar las claves históricas del antijudaísmo en España.
3) Se está confirmando la profecía del intelectual italiano Giovanni Sartori: el homo sapiens está dando paso al homo videns. Las imágenes cada vez influyen más en la articulación de nuestro pensamiento; en la configuración de nuestra noticia del mundo. El mapa de nuestras indignaciones es muy desigual. El mapa de nuestras indignaciones coincide con el mapa de los enlaces de televisión vía satélite.
Resulta insoportable ver a los niños palestinos muertos en cada edición del telediario y nos resultan más livianas las matanzas de Darfur, puesto que sólo hemos tenido noticia por escrito (en los diarios) de los secuestros, asesinatos y violaciones cometidos en esa ignota región del suroeste del Sudán, donde se lucha por el control del agua. Tendríamos dificultades para ubicar Darfur en el mapa y muy poco gente conoce el nombre del presidente del Sudán (Omar Hassan Al-Bashir), que alguna responsabilidad tendrá en lo ocurrido. Evidentemente, nadie ha salido a la calle para quemar la bandera de Sudán. El mapa de nuestras indignaciones es muy desigual, porque no puede ser de otra manera. No podemos absorber todo el dolor del mundo, aunque las nuevas tecnologías de la información a veces nos hagan creer lo contrario.
4) Como no podemos absorber todo el dolor el mundo, ni resolver todos los dramas que visualmente nos asaltan (disponemos de un mando a distancia para ver, pero no un telecomando para actuar), nos irrita sobremanera que Israel ataque de manera desproporcionada (Pero ninguna guerra se ha regido jamás por la proporción; la guerra es, por definición, la ruptura de la armonía).
5) Sudán se halla fuera del palacio de cristal de Occidente (por utilizar la metáfora de Dostoievsky), pero Israel está dentro. Israel, de alguna manera, nos representa. Israel pertenece a nuestra casa común. Por ello nos indigna que desoiga nuestras razones morales. Es evidente que Israel ha perdido la batalla de la opinión pública en Europa. Es más, teniendo en cuenta que sus gobernantes son personas inteligentes, todo indica que la ofensiva en Gaza ha sido ordenada prescindiendo totalmente de lo que puedan pensar o sentir los europeos al respecto. ¿Cómo? ¿Alguien es capaz de mover ficha en el gran tablero del mundo sin tener en cuenta la opinión y los sentimientos de los europeos? Respuesta: sí. Cada vez será más frecuente. Ya no somos el centro del mundo y habrá que irse habituando a ello. Será doloroso.
Hasta aquí las reflexiones sobre España e Israel, quizá inoportunas (“no es el mejor momento, no te metas en un jardín”, me ha dicho un amigo), de un periodista al que también le conmueven las imágenes de los telediarios. No he pretendido justificar nada, pero me gusta pensar por mi cuenta. Y, la verdad, me gustaría saber más sobre el conflicto en Oriente Medio. Por ello recomiendo la lectura de un interesante articulo del escritor israelí Abraham B. Yehoshua en Le Nouvel Observateur, titulado Pourquoi cette guerre?.