“Desde el río [Jordán] hasta el mar [Mediterráneo]” no es una compadreada de multitud, un envalentonamiento de anonimato, un pecado de juventud sin consecuencias mayores. Ni siquiera es un mero eslogan, como ya lo advertía Ishmael Haniyeh, líder del grupo terrorista palestino Hamás, en mayo 2018 desde una de las carpas de la “marcha del retorno”, y con cánticos antisemitas como fondo:
“¡Nunca olvidaremos Palestina desde el mar [mediterráneo] hasta el río [Jordán]! ¡Palestina es desde el mar [Mediterráneo] hasta el río [Jordán]! ¡Y nunca, nunca, nunca, nunca reconoceremos a Israel!”
“Estos no son meros eslóganes. Este es nuestro camino. ¡Es la verdad, la verdad! Este es nuestro principio, nuestra ideología, y no está dispuesta a transigir”.
Los miembros de la muy “moderada” Fatah son de la misma monotemática opinión:
Según informaba el diario israelí Times of Israel el 22 de enero de 2016, un alto cargo de Fatah , Tawfik Tirawi, dijo que un “Estado palestino junto a Israel es sólo ‘una etapa’ y que Palestina debe extenderse finalmente del río Jordán al mar”.
Y Faysal Al-Husseini, ministro de Asuntos de Jerusalén de la Autoridad Palestina, le dijo a un periódico egipcio (2001) que “los Acuerdos de Oslo son un caballo de Troya; el fin estratégico es la liberación de Palestina desde el río [Jordán] hasta el mar [Mediterráneo]”.
El artículo 12º de la Constitución de Fatah, por lo demás, llama a la “completa liberación de Palestina, y a la erradicación de la existencia económica, política, militar y cultural sionista”; en tanto que el artículo 8º, decreta que la “existencia israelí en Palestina es una invasión sionista”. Por su parte, la Carta de la OLP (organización de la cual Fatah es miembro mayoritario) establece en su primer y segundo artículos que “Palestina es la patria del pueblo árabe palestino; es una parte indivisible de la patria árabe, y el pueblo palestino es una parte integral de la nación árabe”, “Palestina, con las fronteras que tenía durante el mandato británico, es una unidad territorial indivisible” (llamativo, por lo demás, que sea el Mandato Británico el que brinde el contorno político y geográfico).
No, no es una consigna que se apaga en cuanto la “protesta”, la marcha, se acaba. Prescribe una “solución”. La “solución” al problema que les plantea la existencia de un estado judío al liderazgo palestino.
La única posible. Han convencido a su pueblo que cualquier otra es, o bien transitoria, o una afrenta. O, dicho de otra manera, no sólo han postulado la “resolución” maximalista y obligado, por vía del adoctrinamiento, a su gente al sacrificio (el “martirio” su forma más extrema), sino que han establecido su coartada: “el pueblo no permitirá otra salida, nuestras manos están atadas”.
El filósofo inglés Isaiah Berlin señalaba en su libro The Crooked Timber of Humanity que la mismísima noción de una única solución, de una “solución final” (utópica) no sólo es impracticable, sino que es extremadamente peligrosa porque, si uno cree que tal solución es efectivamente posible, entonces ningún coste será demasiado alto en el camino a su consecución.
Así, Fatah ofrecía en su constitución (artículo 19º) la fórmula para lograrlo: “La lucha armada es una estrategia, no una táctica, y la revolución armada del pueblo árabe palestino es un factor decisivo en la lucha por la liberación y en el arrancar la existencia sionista, y esta lucha no cesará a menos que el estado sionista sea demolido y Palestina completamente liberada”. Y en el 22º, por si no quedara claro, reiteraba su oposición “a cualquier solución política ofrecida como alternativa a la demolición de la ocupación sionista de Palestina…”
Regresando al análisis de las soluciones finales o únicas, de Berlin, como los líderes conocen el único camino verdadero para la solución definitiva, saben entonces cómo guiar a su sociedad hacia la misma; es decir, no puede permitírsele a la gente la libertad de elección si es que se pretende alcanzar el fin declarado.
A eso se prestan en occidente quienes creen defender una causa pulcra, inocente, casi salida de un apócrifo pasado “colonial”. A eso y nada más – ni la paz, ni el alto el fuego, ni el petulante narcisismo pseudo-humanitario: no, se pliegan al llamado a la eliminación del estado judío para ser suplantado por otro estado árabe-musulmán.
Por lo demás, recordaba Berlin las palabras de Alexander Herzen, una meta inmensamente remota – infinita para las generaciones presentes -, no es tal cosa sino un engaño.