En los discursos y comunicados de los líderes iraníes es muy común la presencia de mensajes antisemitas y de amenazas de extermino hacia Israel.
No es, ni mucho menos, el exabrupto de un loco, sino que forma parte de las declaraciones oficiales. Ya en el año 2005 medios como La Nación, de Argentina, se hacían eco de las amenazas:
Como dijo el imán [Khomeini], Israel debe ser borrado del mapa’, dijo el mandatario [Mahmoud Ahmadinejad] ante más de 4000 estudiantes durante una conferencia llamada Un mundo sin sionismo’.
’Todo el que reconozca a Israel arderá en el fuego de la furia de la nación islámica , dijo Ahmadinejad.
Y por mucho que los escépticos se empeñen en relativizar la amenaza, este tipo de declaraciones se ha ido repitiendo a lo largo de los años. Más recientemente, el 16 de agosto de 2012, el diario ABC de Paraguay publicaba:
El Estado de Israel será borrado de la geografía mundial’ afirmó el líder supremo de la revolución iraní, ayatolá Ali Jamenei, en una reunión con excombatientes de la guerra entre Irán e Irak
Debate en la Folha de S.Paulo
Por ello, no llama la atención el contenido del artículo publicado por Ali Mohaghegh (O futuro do Oriente Médio), primer secretario de la Embajada de Irán en Brasil, el 20 de agosto de 2012 en el diario brasileño Folha de S.Paulo, donde el diplomático despliega todo el arsenal de acusaciones y prejuicios antisemitas. Lo que sí es más llamativo, es la respuesta de repudio inmediata, no ya oficial, sino de periodistas pertenecientes al propio periódico paulista. Algo que se echa, en general, de menos, en la prensa hispana.
El primero en salir al cruce de la nota de opinión fue Clovis Rossi, miembro del Consejo Editorial del diario. Su comentario, titulado A “solução final”, versão iraniana, comenzaba:
Ali Mohaghegh utilizó las páginas de la Folha para proclamar la versión iraní de la solución final’ para los Judios. Él escribió: Sin duda, no habrá lugar para los sionistas en la región en el futuro’.
Rossi remarca que la nomenclatura de Líder Supremo es una reminiscencia de la figura del Führer durante el nazismo, y no por casualidad, por cierto.
Ademas, Rossi sostiene que el predicamento que llama al exterminio de los judíos:
es tan odioso en sí mismo, que hace necesario examinar el argumento del diplomático iraní desde el punto de vista del derecho internacional. Aún así, no vale la pena recordar que el “lugar de la región” para el Estado de Israel fue establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Por cierto, que el escrito de Mohaghegh culpa al Estado de Israel de tener la mayor red internacional de terrorismo. Demás está decir que no aporta ni una sola prueba y que omite información nada despreciable:
Al responsabilizar directamente al gobierno de Irán por el atentado terrorista que demolió la sede de la AMIA hace 12 años [asesinando a 85 civiles argentinos], los fiscales que investigan el ataque pidieron ayer la captura internacional de ocho ex funcionarios iraníes, entre ellos un ex presidente de ese país, dos ex ministros, integrantes del Hezbollah, y dos ex diplomáticos que estuvieron destinados en la embajada argentina.
El ataque fue ejecutado por la organización terrorista libanesa Hezbollah, a instancias de las máximas autoridades del entonces gobierno de la República de Irán’, dijeron los fiscales Alberto Nisman y Marcelo Martínez Burgos, que tienen la investigación.
La mentira al desnudo
Pero volvamos a las respuestas de los periodistas del propio diario. El 22 de agosto, dos días después de aparecida la columna de opinión, Salomão Schvartzman y Zevi Ghivelder escribieron Medio Oriente, hoy:
un artículo publicado en este medio, firmado [por] Ali Mohaghegh, reúne un contenido alarmante en el que un país soberano pide explícitamente la erradicación de otro país soberano. Ni los nazis se atrevió a hacerlo.
Los autores indican que Mahaghegh señala a la llamada primavera árabe como un movimiento en contra de Israel y los Estados Unidos:
cuando precisamente lo que atrajo la mayor atención fue el hecho de que no había, en El Cairo, Trípoli o Túnez, durante los levantamientos, la quema banderas israelíes o estadounidenses, tantas veces vista, sobre todo en Teherán.
De hecho, los autores señalan que en cuanto al atentado cometido por un pequeño grupo de matones contra la embajada israelí en El Cairo, éste fue reprimido por las autoridades egipcias en sí.
Por otra parte es dable señalar, que Libia no era precisamente un santuario pro-israelí. El país norafricano brindó durante décadas campos de entrenamiento para los terroristas de la OLP a partir de 1969. Recién en 1990 se cerraron algunos campos. Sumado al hecho de que el diplomático iraní se cuida mucho de no incluir a Siria entre la ola de rebeliones, las que, asegura, tienen un marcado carácter anti-sionista.
Los autores desmontan también la aseveración del diplomático iraní de que Israel desprecia las resoluciones de las Naciones Unidas al afirmar que:
la mayor falta de respeto aconteció cuando la Asamblea General aprobó la partición de la antigua Palestina y, al año siguiente, poco después de la proclamación del Estado de Israel, la nueva nación fue invadida por seis ejércitos hostiles.
Por cierto que el diplomático iraní acusa a Israel de violar las resoluciones de la ONU pero olvida de que, tal y como la agencia Reuters recordaba en mayo de 2012:
Siria sigue siendo el mayor destino para los envíos de armas iraníes, violando una prohibición de la ONU a la república islámica para realizar este tipo de exportaciones, según un informe confidencial sobre el incumplimiento de las sanciones por parte de Teherán
Así, las acusaciones de Mahaghegh parecen indicar más bien aquello en lo que Irán incurre.
Schvartzman y Ghivelder se detienen, finalmente, en un punto reiterado: el diplomático iraní sostiene los palestinos deben recuperar sus derechos. En este punto – escriben los periodistas – vale la pena una breve lección de historia:
Durante 500 años, el territorio palestino fue ocupado por el Imperio Otomano. Luego, de 1920 a 1948, estuvo bajo mandato británico. De 1948 a 1967, los palestinos se tornarán súbditos del rey de Jordania, donde, por cierto, fueron masacrados y expulsados durante el Septiembre Negro [1971].
Palestina nunca fue una nación con un respectivo gobierno autónomo respectivo, nunca tuvo capital, instituciones independientes o moneda propia. Tales derechos sólo surgieron después de la ocupación de Cisjordania por Israel.
¿Por qué la ocupación? Porque Egipto, Jordania y Siria perdieron una guerra que habían iniciado y ocupaban los territorio palestinos.
Schvartzman y Ghivelder cierran su columna asegurando que el antisemitismo sostiene que los judíos no tienen lugar en la sociedad. El anti-sionismo sostiene que Israel no tiene ningún lugar en el mundo. ¿O es que el antisemitismo y el anti-sionismo tienen la misma raíz?.
Y, ¿no será que el silencio mediático ante las amenazas iraníes, al que estamos tan acostumbrados, y la difusión del odio también comparten una misma raíz?