“Y me pintaba las manos y la cara de azul…”, cantaba Domenico Modugno (Volare). Buena parte de los periodistas que informan en español desde Oriente Medio no se pintan, se posicionan; y lo que sí hacen es blanquear al grupo terrorista palestino Hamás hasta dejarlo casi transparente, inexistente, como una palabra que denomina un estado de ánimo, un “sufrimiento”. Hamás sin miembros; una abstracción sin responsabilidad que simplemente reacciona.
Pero Hamás no es ese maquillaje que le aplican demasiados medios de comunicación (“movimiento”, “milicia”, “grupo militante”, “ministerio de Sanidad” o “de Interior”, son algunos de los eufemismos utilizados).
Y el 7 de octubre de 2023 hizo lo que venía diciendo que haría en cuanto pudiera cruzar la frontera y entrar en Israel. Lo que decía y aquellos periodistas omitían de manera sistemática, orwelliana. Lo que sus audiencias fueron descubriendo a medida que las tenebrosas imágenes grabadas por los propios perpetradores palestinos fueron saliendo a la luz. A medida que Hamás iba saliendo de la censura que le habían impuesto aquellos que decían estar informándoles, mientras traficaban con negligencia, en el mejor de los casos, y con ideología y prejuicio en el peor.
Aún persisten; vendiendo sus cifras de bajas en Gaza como si fuesen ajenas, provenientes de un “ministerio de Sanidad” que nada tiene que ver con el grupo, como si este controlara pero no controlara la Franja. Acaso ya no lo hagan sólo por Hamás – por la pretendida “causa palestina” -, sino sobre todo por el pedestal moral que se han erigido a sí mismo mediante la argucia pomposa hacer creer que siempre se está del “lado correcto, honesto, de los hechos”. Por ello siguen negando el papel que interpreta el grupo terrorista no ya vis a vis con Israel, sino con su propia población. O, mejor dicho, el rol que le asignan a los gazatíes sus millonarios gobernantes.
Quien quiere ocultar el carácter de un grupo está, pues, obligado a evitar los nombres que lo definen cabalmente. Por ello no puede decir “terrorista”. Por ello no puede hablar de los gazatíes como una población secuestrada por el terror: ese es el famoso bloqueo; la propia existencia de Hamás, de sus fines, sus métodos que emplea para conseguirlos. Por ello no puede decir que ha convertido a su población en un elemento de ese método.
Antes que nada
Ernesto Garzón Valdés explicaba (El Terrorismo Político No Institucional. Una propuesta de definición) que utilizar el término “combatiente por la libertad” – o miliciano, militante, como en este caso – en lugar de terrorista, los confunde, pues olvida que “cuando quien combate por la libertad de su pueblo utiliza el método terrorista, convierte [su] causa… en una empresa inexcusable” – en el caso de Hamás, su objetivo, por lo demás, es la eliminación de Israel.
Y, “dado que el terrorismo es un método de ejercicio de la violencia, toda persona o grupo de personas que lo utilice se transforma en terrorista, ocasional o permanente, en el respectivo ámbito de su actuación”. De manera que “intentar justificar el terrorismo por las razones que lo motivan es echar agua para el molino de este comportamiento criminal que, en última instancia, resultaría así justificado por la alegada legitimidad moral de sus causas u objetivos”. En ello andan no pocos periodistas, medios, agencias internacionales, organizaciones no gubernamentales y otras supuestamente defensoras de los derechos humanos. Y para ello, se aferran a la “narrativa” y a las cifras de Hamás.
En un comunicado de prensa del 17 de mayo de 2021 la Organización de Estados Americanos decía que la “agresión terrorista” de entonces de Hamás era ilimitada y buscaba siempre víctimas civiles, así como escalar la dinámica del conflicto y las acciones armadas, y “sembrar el terror entre las poblaciones inocentes, tanto israelíes como palestinas”.
No sólo aquel era un ataque terrorista. Todos los anteriores. Y también es terror el que aplica sobre su población, tanto mediante el control brutal que ejerce sobre ella, como también utilizándola como escudo y como material propagandístico ante las respuestas israelíes. Y no son pocos los medios que comercian con el grotesco engaño, con el horroroso chantaje.
En el mismo comunicado, la OEA declaraba:
“La inmoral e indigna utilización de niños y mujeres como escudos humanos, así como la militarización de zonas residenciales, constituyen en sí mismos actos que merecen el más absoluto repudio y condena”.
Todos conocen esta situación, poque Hamás no la oculta. Todos menos los dedicados periodistas que tanto se duelen por los habitantes de Gaza. Menuda paradoja. O, mejor dicho, menudo embuste.
Lo esencial siempre estuvo a la vista
Ya en 2008, el “Ministro de Interior” de Hamas, Fathi Hammad, se vanagloriaba en un discurso transmitido por el canal de televisión Al-Aqsa (traducido por MEMRI):
“[Los enemigos de Alá] no saben que el pueblo palestino ha desarrollado sus [métodos] de muerte y de búsqueda-de-la-muerte. Para el pueblo palestino, la muerte se ha convertido en una industria en la cual, las mujeres sobresalen, de la misma manera que todos los que viven en esta tierra. Los ancianos sobresalen en ello, lo mismo que los mujahideen y los niños. Es por esto por lo que hemos formado escudos humanos de mujeres, niños y ancianos y mujahideen, para desafiar la máquina de bombardeo sionista. Es como si le estuviesen diciendo al enemigo sionista: ‘Deseamos la muerte como tú deseas la vida’”.
En 2014, era el turno de Ismael Haniyeh, líder de Hamás, que espetaba:
“Sí, somos un pueblo que anhela la muerte, así como nuestros enemigos anhelan la vida. Anhelamos el martirio por la misma meta por la que murieron nuestros líderes, así como los demás aman sus asientos de poder”.
Bueno, él no anhela más que una vida de lujo. El “martirio” se lo deja a su pueblo bienamado.
El mismo año, el portavoz de Hamás decía en una entrevista emitida por Al-Aqsa TV que la “política de la gente de enfrentarse a pecho descubierto a los aviones de guerra israelíes para proteger sus hogares ha demostrado su eficacia contra la ocupación. Además, esta política refleja el carácter de nuestro valiente pueblo. En Hamás hacemos un llamamiento a nuestro pueblo para que adopte esta política, con el fin de proteger los hogares palestinos”.
Traducido a la realidad, esto quiere decir “Hamás hace un llamamiento para que proteja las instalaciones de Hamás enclavadas en zonas residenciales o comerciales”. Entre esta infraestructura, la red de túneles donde se ocultan los terroristas y sus arsenales.
En cada conflicto, Hamás repite la orden en forma de siniestro elogio.
Así, en mayo de 2018, era el líder de Hamás en Gaza, Yahya Sinwar, el que, durante una entrevista televisiva lanzaba el desprecio por los propios como si fuera orgullo:
“Cuando decidimos embarcarnos en estas marchas [contra la valla fronteriza con Israel], decidimos convertir lo que nos es más querido – los cuerpos de nuestras mujeres y niños- en un muro de contención que impida la deriva muchos árabes hacia la normalización de los lazos con [Israel]”.
Hay amores románticos, los hay platónicos, a distancia; y luego el amor de Hamás.
En tanto, y como indicaba la revista Tablet el mismo año, los organizadores de esas acciones violentas urgían a los manifestantes a través de altavoces “a que rompieran la valla, diciéndoles que los soldados israelíes estaban huyendo de sus posiciones, incluso mientras los reforzaban”.
Carne de cañón, eso son para Hamás los gazatíes.
El New York Times apuntaba el 27 de abril que el alto cargo de Hamás Ismail Radwan, instaba a los “manifestantes a no temer la muerte sino a darle la bienvenida al martirio”. “Cuando somos valientes, nos acercamos al martirio, al martirio, al martirio, al martirio”, les decía.
“Somos”, decía, preparado para ir al búnker exclusivo de los valientes de Hamás.
Sinwar también utilizaba esa primera persona del plural de los discursos, que es la única manera en que los líderes de Hamás están junto a los suyos, durante una arenga a principios de abril de 2018 desde el lugar de las mal llamadas “protestas”: los palestinos, afirmó, “no pueden entregar ni un centímetro de Palestina”, que reiteró que incluía todo Israel, y dijo:
“Derribaremos la frontera y les arrancaremos [a los israelíes] los corazones de sus cuerpos”.
Toda una crónica de una barbarie anunciada en una frase.
Haniyeh, líder de Hamas, advertía en mayo 2018 desde una de las carpas de la “marcha del retorno”, y con cánticos antisemitas como fondo:
“¡Nunca olvidaremos Palestina desde el mar [mediterráneo] hasta el río [Jordán]. ¡Palestina es desde el mar [Mediterráneo] hasta el río [Jordán]! ¡Y nunca, nunca, nunca, nunca reconoceremos a Israel!”
“Estos no son meros eslóganes. Este es nuestro camino. ¡Es la verdad, la verdad! Este es nuestro principio, nuestra ideología, y no está dispuesta a transigir”.
Ya en 2021, Sinwar, luego de agradecerles a la cadena catarí Al-Jazeera (porque “ha sido el mejor púlpito para dar la voz precisa a nuestra posición”) y a Irán (por la financiación, las armas y el asesoramiento), se jactó de que Hamás cuenta con 500 kilómetros de túneles y de que, para ellos, “disparar una andanada de 250 cohetes a Tel Aviv es más fácil que [beber agua]”.
Tan fácil les resulta beber agua, que utilizaban tuberías para fabricar cohetes.
En septiembre del mismo año tuvo lugar la conferencia “Promesa de futuro – Post liberación de Palestina”, “patrocinada por el dirigente de Hamás en Gaza Yahyah Al-Sinwar y a la que asistieron altos cargos de Hamás y otras facciones palestinas, se debatieron los preparativos para la futura administración del Estado de Palestina tras su ‘liberación’ de Israel después de que éste ‘desaparezca’, según indicó MEMRI.
En la misma, Sinwar afirmó que:
“La liberación es el corazón de la visión estratégica de Hamás, que habla de la liberación total de Palestina desde el mar hasta el río…”.
Pero qué Palestina es aquella en la que sus habitantes valen lo que dicten las necesidades de sus líderes.
A saber qué proyecto de país es aquel que empieza truncado; pero lo que sí puede saberse es que no es posible la información donde se le amputan hechos a la realidad para ajustarla a una ideología, a un capricho o a una tozuda incompetencia – poco importa realmente cuál es el motivo, porque el resultado es el mismo: desinformación que muchas veces resulta en violencia en las calles.