“Las bases de la moralidad es haber terminado, de una vez por todas, con la mentira; es dejar de fingir creer en aquello de lo que no hay evidencia, y dejar de repetir proposiciones ininteligibles sobre cosas más allá de las posibilidades del conocimiento”, Thomas Henry Huxley (Citado por Carl Sagan, El mundo y sus demonios: la ciencia como una luz en la oscuridad)
Ello, claro está, si uno no quiere ser engañado, vez tras vez, por unas líneas editoriales permisivas con el mal quehacer periodístico – cuando no cómplices de este – y por el abierto posicionamiento de buena parte de los profesionales que cubren el tema.
Porque hay que tener en cuenta que, según un trabajo conjunto de Kai Shu, Huan Liu y Suhang Wang (Facultad de Ciencias de la Computación e Ingeniería de la Universidad de Arizona), Amy Silva (Charles River Analytics, Cambridge, Massachusetts) y Juilian Tang (Facultad de Ciencias de la Computación e Ingeniería de la Universidad estatal de Michigan) – Fake News Detection on Social Media: A data Mining Perspective, de 2017 -, las llamadas “fake news” se dan, por lo general, cuando concurren dos factores: cuando el cortoplacismo utilitarista domina en los medios y los profesionales, de manera coincidente con un dominio de la “psicología de la utilidad” (por ejemplo, recibir noticias que satisfacen opiniones y necesidades sociales previas) en el consumidor, generándose un equilibrio. Esto, decían los autores, explica las dinámicas sociales que conducen a un ecosistema informativo en el que las “fake news” (y el pésimo periodismo) pueden prosperar.
Es decir, tanto emisor como receptor crean un ámbito propicio para la proliferación de las “fake news” y de la confianza en las mismas.
Además, sobre todo a nivel de consumidor de noticias, es de preciso señalar la existencia de las denominadas “echo chambers” (cámaras de eco, literalmente), donde, de acuerdo a la mencionada publicación, “los consumidores están selectivamente expuestos a ciertos tipos de noticias debido a la manera en que las noticias/temas aparecen en las redes sociales, amplificando los desafíos psicológicos para despejar las ‘fake news’”. Además de las redes sociales, podría agregarse también los grupos y organizaciones con fuerte componente ideológico que se frecuenten.
Estas “cámaras de resonancia”, de acuerdo a este trabajo, facilitan en definitiva el proceso mediante el cual la gente consume y cree en las “fakes news” debido a los siguientes factores psicológicos:
Credibilidad social: las personas son más propensas a percibir una fuente como creíble, especialmente cuando no hay suficiente información accesible para confirmar la veracidad de la misma.
Heurística de frecuencia: los consumidores pueden favorecer naturalmente la información que escuchan/leen con más frecuencia, incluso si son “fake news”. Estudios han mostrado que una mayor exposición a una idea es suficiente para generar una opinión positiva de esta.
Es, entonces, necesario hacerse de un buen equipo de instrumentos (a la cabeza de los cuales, siempre se recomienda la lectura de libros, artículos académicos, documentos oficiales) como los que sugería Sagan. En nuestro caso, aplicados a una lectura crítica:
1. Siempre que sea posible, debe haber una confirmación independiente de los hechos. Es decir, se precisan fuentes independientes.
2. Cultivar el debate sustancioso sobre la prueba/hecho de proponentes conocedores y de todos los puntos de vista, sobre la prueba obtenida.
3. Si algo debe ser explicado, pensar en todas las formas que hay de hacerlo. Luego, pensar en las pruebas por las cuales se puede sistemáticamente desaprobar cada una de las alternativas. La hipótesis que sobreviva a la refutación tiene muchas más posibilidades de ser la respuesta correcta que la primera idea que se nos ocurra. (Este es un problema que afecta a algunos de los jurados en los juicios – muy similar al que afecta a los periodistas que llegan a Medio Oriente para cubrir el conflicto árabe-israelí – que, según estudios retrospectivos han mostrado, toman una decisión tempranamente – incluso durante los argumentos de apertura – y luego retienen la evidencia que parece apoyar su impresión inicial, a la vez que rechazan la evidencia contraria).
5. No aferrarse a una hipótesis porque sea la propia. Las hipótesis son apenas etapas hacia el conocimiento. Hay que preguntarse por qué nos atrae dicha idea, y hay que compararla equilibradamente con las alternativas.
6. Si hay un hilo o cadena argumental, cada uno de los eslabones de esta debe funcionar (incluida la premisa); y no solo la mayoría de las ideas.
7. Las proposiciones que no pueden demostrar su validez ni ser refutadas, no valen mucho. Se deben poder comprobar las afirmaciones. De esta manera, herméticos informes mayormente basados en testimonios anónimos son, por tanto, de escaso valor (como no sea propagandístico).
Además, y como resaltaba Sagan, existen ciertas falacias lógicas y retóricas a las que es preciso prestar atención:
8. Para comenzar, es vital distinguir entre experto y “autoridad”. Los llamados “argumentos desde la autoridad” exigen la confianza meramente desde un título o posición. Los expertos, en cambio, se supone que han pasado buena parte de su vida estudiando sobre el tema que se trate.
9. En las coberturas suele verse a menudo el recurso ad hominem, que centra un ataque en quien argumenta o pretende llevar adelante una política, etc., en lugar de centrarse en informar y explicar el argumento o política, etc., en cuestión.
10. Argumento ad consequentiam o argumento dirigido a las consecuencias: aborda las posibles consecuencias de determinado argumento, afirmación, política, etc.
11. Argumento ad ignorantiam o llamada a la ignorancia: en breve, la afirmación de que lo que no se ha probado como falso debe ser cierto, y viceversa. Esta “impaciencia con la ambigüedad”, como la llamaba Carl Sagan, puede ser criticada con una sencilla frase: la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia.
12. Una cada vez más utilizada falacia, especialmente en las llamadas redes sociales, es la del alegato especial, que termina por reducirse a un “usted no entiende la sutileza de…”, “usted con comprender”.
13. Petición de principio, que asume el punto de partida. Algo como:
1. Yo siempre digo la verdad.
2. Por lo tanto, yo nunca miento.
O: “El mercado de valores cayó ayer debido a un ajuste técnico y a la toma de beneficios de los inversores”. Pero, se preguntaba Sagan, ¿hay alguna evidencia independiente para el papel causal del “ajuste” y el cobro de beneficios?
Esta es una falacia que muy a menudo se ve en los medios: aseveran más allá – a veces, mucho más allá – de la realidad; y lo hacen si más evidencia que la propia aseveración.
14. Selección observacional o enumeración de circunstancias favorables. O, como Francis Bacon lo describió: contando los aciertos y olvidándose de las pifias.
Esta es quizás la falacia por excelencia (junto con la del punto 19.) de la gran mayoría del periodismo en español que cubre Israel y el conflicto árabe-israelí. Es más, es casi parte de su manual de estilo. Omitir lo que no entre en el retrato de máximos y mínimos – todo medio excluido -: es decir, de “buenos” y “malos” absolutos al que se abocan.
15. Post hoc, ergo propter hoc: “sucedió después, entonces fue causado por”. Se asume que, si un acontecimiento sucede después de otro, el segundo es consecuencia del primero.
· Ocurrió A, luego ocurrió B
· Por lo tanto, A causó B.
Correlación no implica causalidad.
16. Medio excluido o falso dilema. Considerar sólo loso dos extremos en un continuo intermedio de posibilidades. Por ejemplo: “O amas a tu país, o lo odias”.
17. Pendiente resbaladiza o efecto dominó. Sugiere que una acción iniciará una cadena de eventos que culminarán en un evento posterior (usualmente negativo) predecible, sin establecer o cuantificar las contingencias relevantes.
18. Hombre de paja. A menudo los periodistas caracterizan a ciertos políticos de tal manera que, posteriormente, pueden presentarle a su audiencia los dichos o acciones de estos para que sean considerados a la luz de las primeras claves dadas.
19. Prueba incompleta o supresión de pruebas (cherry picking), referirse a casos o datos que confirman una posición en particular, y que ignoran aquellos casos o datos significativos que contradice la proposición en cuestión. Vinculado al punto 14., es práctica ampliamente generalizada entre quienes cubren en español el conflicto árabe-israelí,