El 1 de noviembre el periódico El País publicó un artículo de EFE, “Detenido un terrorista israelí nacido en EEUU“, sobre el arresto del israelí Yaakov Teitel, nacido en EEUU, por una serie de crímenes perpetrados en Israel durante un período de 12 años hacia palestinos, judíos mesiánicos, gays y lesbianas, policías, un profesor y otros. El tema de la detención de Teitel trajo en la edición del 2 de noviembre en El País un segundo artículo, esta vez de Juan Miguel Muñoz, corresponsal de El País en Jerusalén, Medio Oriente. En este artículo, “Detenido el ultra israelí que cargó contra todos“, Muñoz aprovecha el tema para airear insinuaciones y sugerencias inapropiadas y bajas y para escribir información que no ha sido corroborada como si fuera fáctica. Los mensajes del artículo de Muñoz son codificados, pero claros, y resultan reveladores del autor y el periódico a la vez.
Escribe Muñoz:
Yaakov Teitel, colono fanático, nativo de Florida (Estados Unidos) y ciudadano israelí tras acogerse a la Ley de Retorno, la normativa que permite a cualquier judío del mundo convertirse en israelí,
Yakov Teitel es aparentemente un ciudadano israelí, nacido en Estados Unidos. Que la Ley del Retorno permite a cualquier judío del mundo convertirse en [ciudadano] israelí, no es un hecho ni necesario de mención acá ni tampoco tan único. Muñoz parece no poder aceptar como normal y natural que Israel es el estado de los judíos, tal como España es el estado de los españoles. Tan es así que España tiene una ley idéntica: la Ley de la memoria histórica por la cual cualquier hijo y nieto de españoles puede recibir la ciudadanía española.
Israel es el estado de los judíos y ese es justamente su mandato natural e internacional: así lo estipuló claramente en su propia acta de independencia, así lo prescribió la Liga de las Naciones cuando le otorgó el Mandato al Reino Unido, y así lo resolvió las Naciones Unidas cuando votó aceptar a Israel como estado miembro en 1948. Por lo cual es hora de que Muñoz se acostumbre a la idea de que Israel es el estado de los judíos y que la Ley del Retorno fluye en forma natural de esa condición. Sería cansador que cada vez que se hable de los españoles se cite que son ciudadanos de España por esta o la otra razón.
Más abajo en el artículo, asevera Muñoz que: Más del 90% de los ataques contra palestinos se archivan, muchos sin ser investigados Esta información proviene de una publicación del 31 de noviembre de 2008 en el diario Ha’aretz sobre un reporte de la ONG Yesh Din (Hay Justicia). Esta información nunca fue corroborada e inclusive el mismo artículo de Ha’aretz que la publicó incluye la aserción que la información está siendo investigada por el ministerio de justicia israelí y por el ministro de defensa Ehud Barak. Que Muñoz la escriba como hecho comprobado no es nada menos que engañar al lector. Muñoz no hizo nada más que copiar y citar al periodista Avi Isacharoff que escribe un artículo sobre Teitel en Ha’aretz y contiene esta oración (también sin otra fuente que la ONG). Muñoz se aproprió de esta información sin molestarse en averiguar su valor de verdad en medios oficiales, por ejemplo consultando al Ministerio de Justicia israelí.
Describiendo uno de los numerosos crímenes de Teitel, escribe Muñoz:
En marzo de 2008, remitió dulces que escondían explosivos a una familia de judíos mesiánicos -una secta que cree que Jesús fue el mesías, anatema para los judíos? e hirió de gravedad a un adolescente […]
¿Cuál es el significado de este comentario? Es claramente un hecho que ya tiene 2009 años de existencia que los judíos no aceptan a Jesús como el mesías, pero, es necesario mencionar eso en este artículo? No para el contenido del artículo pero sí para plantar una idea muy muy antigua de antisemitismo visceral y religioso en el lector desprevenido. ¿Quién no sabe que los judíos no aceptan a Jesús como mesías y que por lo tanto los que lo aceptan no son judíos? ¿Cuál es el sentido del signo de pregunta que Muñoz escribe (y que El País imprime)? El de cuestionar o el de condenar la religión judía, o el de condenar a los judíos (una vez más, cabe agregar) en forma muy sutil frente al lector. Uno debería creer que en un periódico y mediante un periodista (no hablamos de una iglesia y un párroco) usar cuestionamientos y condenas religiosos serían tácticas caducas y obsoletas. No para El País ni para Juan Miguel Muñoz.
Escribe Muñoz en su oración final:
No hay más que dar una vuelta por varias de las colonias que frecuentaba Teitel para constatar que el fundamentalismo judío más radical goza de buena salud en la Cisjordania ocupada.
El tono sugestivo de Juan Miguel Muñoz hace que quede en la imaginación del lector leer entre líneas: ¡qué horrores de fundamentalismo judío debe haber visto el corresponsal en Cisjordania! La imaginación no es para el periodismo, para eso existe el género de la ficción. Muñoz insinúa que él ya ha constatado el fundamentalismo judío más radical [ ] en la Cisjordania. Quizás este fundamentalismo no consista en más que el deseo de vivir allí. Pero viniendo como cierre de un artículo sobre un loco presumido asesino, Muñoz insinúa que el fundamentalismo judío es eso: judíos asesinos sueltos. De uno a todos, el típico patrón antisemita. Y, preguntamos: ¿los palestinos no tienen entre ellos fundamentalistas? ¿Son todos democráticos, laicos, ciudadanos del mundo?
Juan Miguel Muñoz usa tácticas antisemitas bajas y lo hace con gran sutileza para llevar al lector a condenar a todos los judíos y a Israel a través de presentar los actos de un judío israelí acusado de crímenes violentos. Por empezar, Teitel ha sido acusado y no condenado, por lo tanto corresponde a un buen periodista hablar de él de esa forma: el acusado Teitel. Son los jueces y los jurados los que condenan, no los periodistas. A partir de Teitel, un desvariado acusado de crímenes violentos, Muñoz ya acusó en este artículo a todos los colonos judíos en Cisjordania de fundamentalismo asesino al generar insinuaciones de que en los territorios se puede corroborar el fundamentalismo judío más radical sin hechos fácticos que las substancien. De paso también condenó la Ley del Retorno por darle a los judíos un hogar nacional: otra vez, Muñoz insinúa que esta práctica de la Ley del Retorno, idéntica a la española Ley de Memoria Histórica, es injusta: ¿por qué darle un hogar nacional a los judíos?; y para completar su lista de insinuaciones y condenas, trajo el anatema de Jesús y el judaísmo a colación. En suma Muñoz teje artesanalmente en la mente del lector una línea directa: los judíos y el anatema de Jesús, los judíos y su apropiación de Israel, los judíos que cometen crímenes contra los que aceptan a Jesús como mesías y crímenes contra los palestinos, y la justicia de Israel que ignora esos crímenes contra palestinos que todos esos colonos fundamentalistas judíos cometen en la Cisjordania ocupada. Muñoz espectacularmente lo insinúa todo a partir de la historia de Teitel. Ese es el subtexto de este artículo que Muñoz y El País brindan con muy mal juicio periodístico a sus lectores en todo el mundo.
¿Cómo puede aceptar el lector en la España actual un artículo de este tono en el diario de mayor distribución y lectura? ¿Es que los españoles están todavía en el medioevo?