Cuando matar bebés es legÃÂÂtimo. Rabinos sionistas subvencionados por el Gobierno israelàexplican que se puede dar muerte a niños gentiles si sus padres son malvados.
A continuación de este tÃÂÂtulo sensacionalista, no es que Muñoz escribiera en la nota el hecho que dos rabinos discutieron la Halaja (ley judÃÂÂa) y llegaron a esas conclusions sobre el texto; tampoco que fueron repudiados por los miembros de su comunidad (Yitzhar) y por los colonos en general y por cientos de otros rabinos; ni tampoco que sus alumnos no participan del ejército por razones religiosasni que lo que ellos dicen no tiene ningún peso en las acciones de Israel.
No, Juan Miguel Muñoz teje una historia sórdida digna de los antiguos libelos de sangre antisemitas: los judÃÂÂos matan a niños gentiles, y lo hacen a partir de lo que dictan sus libros sagrados (por suerte nos ahorró la parte de que también beben las sangre de los niños sacrificados).
La estrategia literaria de Muñoz es transparente: Encontrar hechos dispares, distorsionarlos en lo necesario, describirlos uno a continuación del otro, y crear la fantasÃÂÂa de que están relacionados. Asàes que Muñoz presenta al principio de la nota dos párrafos sobre soldados que se niegan a evacuar a colonos judÃÂÂos en los territorios. Los jóvenes [que se niegan a evacuar a los colonos] estudian en Hesder Yeshivas nos cuenta Muñoz, en donde se imparten lecciones escabrosas. ¿Cuáles serán las lecciones escabrosas? Muñoz nos guÃÂÂa de la mano hacia ellas.
El tercer párrafo lo dedica a narrar que los árabes musulmanes ya no tienen permitido sembrar el odio a los judÃÂÂos desde sus minaretes y mezquitas y que ahora se controla esta actividad que era antes epidémica. No elogia los buenos resultadosni lo valiosode este cambio en el discurso extremista, sino que por el contrario escribe:
“Los espÃÂÂas abundan en cada rezo. La gente no se atreve a comentar nada con desconocidos”, asegura Issa, un treintañero de un pueblo lindante con Jerusalén
Muñoz introduce asàun elemento de sordidez como para atizar la acción que está por comenzar y cuyo personaje central es, ¡lo adivinaron!, el judÃÂÂo.
El cuarto párrafo por fin entra en la historia de dos rabinos que han publicado un libro en el cual presentan la idea,que derivan dela ley judÃÂÂa, de que es aconsejable matar al enemigo, incluÃÂÂdos bebés del enemigo. De esta forma, Juan Miguel Muñoz construye la impresión de que son estas ideas, y estos rabinos, los que influyen en Israel en las acciones del ejército, de los soldados y en cómo se conducen las guerras, cuando en realidad, no hay relación entre los soldados de Hesder Yeshivas que se niegan a evacuar colonos y estos dos rabinos. La Yeshiva de estos rabinos, Yitzhar, no es parte de la red de Hesder Yeshivas y por lo tanto estos rabinos no enseñan a soldados.
Un residente del Shomron (en la Cisjordania) dijo en respuesta: los rabinos no nos representan ni representan a ninguna de las otras colonias.
Además, la yeshiva de Yitzhar, donde estos rabinos enseñan, no es una Hesder Yeshiva, y sus alumnos en su gran mayorÃÂÂa no participan del ejército. En resumen: dos rabinos sin voz ni voto, cuyos escritos claramente no afectan a soldados y mucho menos al ejército como institución, pero que Muñoz tuerce astutamente como si ese fuera el caso. Además, si bien es cierto que la Yeshiva de Yitzhar está subvencionada por el gobierno, asàlo están todas las Yeshivas, pero eso no guarda ninguna relación con queel gobierno o el ejército se rijan por ellas.
Los estándares morales del ejército de Israel no están basados en Yeshivas o en rabinos. El coronel Richard Kemp, asesor del gobierno del Reino Unido para asuntos militares, declaró durante la guerra en Gaza: No creo que haya habido en la historia de los conflictos armados ningún ejército que haya hecho mayores esfuerzos para reducir la muerte de civiles y personas inocentes que el ejército de Israel está haciendo hoy en Gaza.
Los rabinos en cuestión, si bien no contribuyen en absoluto al buen nombre de Israel escribiendo ideas ampliamente repudiadas basadas en textos, tampoco tienen influencia alguna en el ejército on en la sociedad israelÃÂÂ. Esgrimir sus escritos, agregar párrafos no relacionados sobre acciones de soldados desvinculados a ellos que se niegan a desmantelar colonias, insinuar que el ejército israelàobedece a dictados escabrosos y que comete actos de asesinatos de bebés árabes es un acto abominable de blasfemia por parte del desvergonzado Muñoz y del igualmente desvergonzado diario El PaÃÂÂs.
Mientras disfruta de la hospitalidad de Israel, sentado probablemente en sus cafés asoleados y protegido de ataques homicidas por los uniformados que difama, Muñoz trama sus artÃÂÂculos con motivos, crÃÂÂmenes y adjudicación de culpa, mientras que El PaÃÂÂs publica sin edición ni cuidado periodÃÂÂstico alguno las injurias y blasfemias de Muñoz.
Que el Estado de Israel no le retire a Muñoz su visa periodÃÂÂstica por insinuar estas blasfemias sobre el ejército demuestra cuán risibles le deben parecer. Sin embargo, atendamos a lo que nos enseña la Historia. Un tal Theobald de Cambridge, Inglaterra, judÃÂÂo converso al catolicismo, confesó ahàpor el año 1144 que los judÃÂÂos europeos se reunÃÂÂan todos los años en Narbonne a decidir adónde en Europa un niño cristiano serÃÂÂa sacrificado para la Pascua y beberÃÂÂan su sangre. Este mito se fue extendiendo por toda Europa y para el 1235 resultó en la ejecución de 34 judÃÂÂos en Fulda, Alemania, acusados de haber realizado el ritual de beber sangre de un niño cristiano. Este mito fue desvirtuado por la más respetada autoridad católica, a saber: el mismo Papa Inocencio IV, quien entre los años 1247 al 1253 sacó 4 bullas en las que declaraba: El Papa prohÃÂÂbe acusar a cualquier judÃÂÂo de usar sangre en sus rituales, dado que el Antiguo Testamento prohÃÂÂbe a los judÃÂÂos consumir sangre, menos aún sangre humana. A pesar de que actualmente los cristianos tuvieron desde sus comienzos el rito de beber la sangre de Cristo en la EucaristÃÂÂa, por lo cual fueron acusados por los paganos, los judÃÂÂos nunca tuvieron un ritual semejante, en donde la idea de beber sangre fuera parte del ritual religioso. La lección impartida en esta historia es que: no ayudó que el mismo pontÃÂÂfice negara vehementemente los cargos; el daño ya estaba hecho. Por cientos de años el libelo de sangre circuló por toda Europa y causó la muerte y el tormento de cientos y miles de judÃÂÂos.
Asàtambién, el tÃÂÂtulo Cuando matar bebés es legitimo ya ha hecho el daño tanto para los que leen sólo los tÃÂÂtulos como para los que leen toda la nota. Muñoz puede enorgullecerce de haber sembrado una blasfemia en el jardÃÂÂn de las blasfemias antisemitas de antaño. Lo que se ignora cuando se considera inocuo lo que Muñoz escribe es que estas historias son leÃÂÂdas por miles de lectores y adoptadas seriamente por algunos cientos de ellos, causando un daño que sólo el tiempo puede medir. Éstas son las mentiras vilmente fabricadas por Muñoz, mientras saborea un buen café en las calles asoleadas y seguras de Jerusalén, capital de Israel.
Desde este sitio, solicitamos a El PaÃÂÂs la retracción de este artÃÂÂculo por sus insinuaciones tergiversadas y omisiones viles.
repudio: