Los primeros informes a menudo describían al presidente electo de Irán, Hassan Rouhani, como un “moderado”. Parte de dicha cobertura y algunos comentarios advertían que Rouhani era un próximo del incombustible dictador teocrático y “Líder Supremo”, el ayatolá Ali Jamenei.
No obstante, el presidente electo gozó de cierta presunción de apertura y flexibilidad. Esta esperanza no periodística abarcaba no solo cuestiones nacionales como los derechos individuales o la gestión económica, sino también la tensión internacional generada por el programa nuclear iraní o por el presunto respaldo a grupos terroristas como Hezbollah.
La información inicial rara vez hacía referencia a que, a pesar de no estar implicado en el ataque en sí, Rouhani formó parte del “comité especial del gobierno iraní que planeó el atentado contra un centro de la comunidad judía en Buenos Aires en 1994, según una acusación formal del fiscal del gobierno argentino que investiga el caso” (“Nuevo presidente de Irán relacionado con atentado de 1994”, The Washington Free Beacon). En su artículo del 19 de junio, Alana Goodman escribía: “el atentado a la AMIA se considera el ataque terrorista más mortífero en la historia de la Argentina, causando la muerte de 85 personas e hiriendo a cientos más. El gobierno argentino acusó al gobierno de Irán de planear el ataque y a su aliado terrorista Hezbollah de ejecutarlo“.
Rouhani, al parecer, también fue miembro de un comité secreto encargado de supervisar asesinatos de opositores al régimen y alentó la represión mortal de las protestas iraníes en 1999, según informó Goodman el 20 de junio (“Presidente electo iraní en consejo de asesinato,” Free Beacon).
Sin embargo, a los estadounidenses que siguieron las elecciones iraníes se les ofreció un panorama distinto desde el comienzo.
“Único percibido como moderado en la contienda, Rouhani posee un atractivo natural para quienes buscan un nuevo rumbo tras ocho años del presidente Mahmoud Ahmadinejad, ampliamente visto como una figura pomposa y divisiva que gestionó muy mal la economía”, informaban Ramin Mostaghim y Patrick J. McDonnell, ambos de la cadena periodística Tribune (“El deseo de cambio de los iraníes alimenta la sorpresiva derrota electoral”, Los Angeles Times, [online] 15 de junio). “Rouhani arrastra una reputación de clérigo ligeramente conservador aunque pragmático, con profundas raíces en la Revolución Islámica de 1979”, añadía el artículo del Los Angeles Times.
El grupo Tribune abarca, entre otros, los periódicos The Chicago Tribune, The Baltimore Sun y el Orlando Sentinel. Lo que no queda claro para los lectores de la cadena es lo que significan para la dirigencia de la revolucionaria República Islámica de Irán los términos “ligeramente conservador”, “clérigo pragmático” y “profundas raíces en la Revolución Islámica de 1979”. Considerando que más de 600 candidatos potenciales fueron rebajados a tan solo ocho por el no electo Consejo de Guardianes, leal a Jamenei, sin legítimos oponentes autorizados a enfrentarse al antidemocrático y antioccidental gobierno de los mulás, las apreciaciones de “moderado”, “reforma” y “reconciliación internacional” avanzadas por los medios de comunicación suenan, como poco, prematuras.
“En su primera conferencia de prensa desde que fuera elegido presidente … el clérigo moderado Hassan Rouhani dijo que deseaba mejorar las relaciones con Washington. Pero descartó suspender el programa de enriquecimiento nuclear de Irán, la principal fuente de tensiones entre ambos gobiernos…”, informaron Joby Warrick y Jason Rezaian, del Washington Post (“EE.UU. e Irán suavizan tono; Cauteloso optimismo en torno a Rouhani; Progresos en la cuestión nuclear siguen siendo inciertos”, 18 de junio [print]).
“Cauteloso optimismo” no lo suficientemente cauto
El Post señaló que “funcionarios del gobierno y expertos independientes expresaron cauteloso optimismo en cuanto a la elección de un autoproclamado reformista que prometió mayor libertad política para los iraníes así como una política exterior más pragmática y menos conflictiva.” No quedaba claro, sin embargo, “si Rouhani, aliado de largo de Jamenei, tiene la intención de cambiar el rumbo nuclear del país “.
Seis días antes, un titular del Post declaraba: “Moderados iraníes ponen sus esperanzas en el clérigo. Rouhani se percibe en la carrera presidencial como la mejor alternativa a la línea dura”. Según Rezaian, “tres días antes de las elecciones presidenciales, moderados y reformistas en Irán se unen detrás de Hassan Rouhani, clérigo y ex-negociador nuclear y principal esperanza de conjurar un campo de conservadores divididos, con clara ventaja en la liza. ”
El artículo del Post también avanzaba una referencia ahistórica al “movimiento reformista de finales de 1990 y principios de 2000, previo al extremismo que se afianzó con la elección de Mahmoud Ahmadinejad en 2005.” Prácticamente toda la cobertura mediática señaló, al menos de pasada, que los presidentes iraníes se inclinan ante los “Líderes Superiores” del país, dictadores musulmanes chiítas de cosmovisión triunfalista. Desde su revolución islámica de 1979, Irán ha tenido solamente dos de tales tiranos: el ayatolá Ruhollah Jomeini -para quien también trabajó Rouhani- y su sucesor, el ayatolá Jamenei.
The New York Times informó del resultado bajo el titular “Irán moderado gana elecciones por amplio margen”, 15 de junio [online]). La entradilla del corresponsal Thomas Erdbrink anunciaba a los lectores: “En un repudio sorprendente hacia los ultraconservadores que ostentan el poder en Irán, los votantes eligieron de forma abrumadora a un clérigo de modales afables que aboga por mayores libertades personales y por un enfoque más conciliador con el mundo.”
Rouhani obtuvo el 50,7 por ciento de los votos, según cifras oficiales, dijo el Times. Esto le permitió evitar la segunda vuelta, y los otros cinco candidatos en liza -cuatro descritos como conservadores y uno como moderado- se repartieron el resto del escrutinio. El periódico, al igual que otros medios de comunicación, no cuestionaron la fiabilidad de las cifras, a pesar de que la reelección de Ahmadinejad en 2009 había sido ampliamente considerada fraudulenta, dando lugar a manifestaciones generalizadas que fueron brutalmente reprimidas por las fuerzas gubernamentales.
No obstante, el artículo advertía que “si bien la elección fue una victoria para la reforma y para los votantes de clase media, también sirvió los objetivos conservadores del líder supremo, aportando al menos una pátina de legitimidad al estado teocrático, proporcionando una válvula de escape para un pueblo angustiado por años de malestar económico y aislamiento, y devolviendo un clérigo a la presidencia”.
Una entradilla de Usa Today se hizo eco de tal punto de vista: “Según los analistas iraníes, el candidato moderado-conservador vencedor de las elecciones presidenciales de Irán, Hassan Rouhani, es conocido por ser un hábil negociador del programa de armas nucleares del país y un reformista que la línea dura iraní consideraba hasta hace poco como demasiado liberal y conciliador” (“Sorpresa reformista con victoria electoral en Irán; Aunque según los analistas Hassan Rouhani no podría esgrimir el poder real,” 17 de junio).
El artículo, firmado por Victor Kotsev y Jabeen Bhatti, añadía que Rouhani “se convirtió en un aliado y parte del círculo íntimo del líder revolucionario, el ayatolá Ruhollah Jomeini, desempeñando diversos papeles en el gobierno tras la ascensión al poder de Jomeini”. Citando al erudito investigador iraní Alireza Nourizadeh, “el presidente electo siempre se hizo pasar por un moderado, jugó muy bien el juego y supo convencer a los votantes de que es un reformista. … Pero yo conozco a este hombre: es el mismo que sirvió en el Supremo Consejo de Seguridad Nacional durante 24 años, y el que pedía la ejecución de los estudiantes que protestaban en las manifestaciones generalizadas de 1999”.
“Fascismo chiíta”, más concretamente
El Rouhani sin barnices apareció con frecuencia en columnas de opinión. Bret Stephens, del Wall Street Journal, señaló que el presidente electo de Irán no solo presidía el Consejo de Seguridad Nacional en 1994, cuando se planeó el atentado de Argentina, sino que también lo hacía en 1996, cuando un camión bomba suicida explotó junto a las Torres Khobar en Arabia Saudita, matando a 19 aviadores estadounidenses. Además, Rouhani supo “ganar tiempo” liderando con éxito las negociaciones nucleares de Teherán entre 2003 y 2005 (“Un mullah pragmático”, 18 de junio).
“La búsqueda de un líder iraní “moderado” ha venido ilusionando a todos los presidentes estadounidenses desde la revolución de 1979″, lanzaba un editorial del Wall Street Journal (“Un unicornio iraní”, 17 de junio). “Jamás se ha hallado criatura alguna de dicha índole, pero la caza del unicornio parece condenada a volver a empezar con la insistente información de que los iraníes han elegido al clérigo de 64 años Hassan Rouhani como su próximo presidente”. Irónicamente, la cacería incluiría a la propia sala de redacción del Journal: la primera plana de la misma edición mencionaba la elección “sorpresa” en Irán de un “centrista”.
Sin embargo, el editorial del Journal advirtió que “el poder supremo en Irán recae … en el señor Jamenei y sus colegas clérigos, respaldados por los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica, que ha ampliado su control sobre los negocios y otros ámbitos de la sociedad a lo largo de las últimas décadas. Irán hoy se comprende mejor como un estado fascista chiíta revestido de una pátina democrática electoral y con ambiciones de dominar la región”.
Apuntalando la noción de “Estado fascista chiíta”, Harold Rhode añadió: “los presidentes iraníes no poseen poderes como los presidentes estadounidenses”. Rhode, que se jubiló en 2012 tras 28 años como especialista en Oriente Medio del Pentágono, hizo hincapié en que la palabra farsi para “Líder Supremo”, o “guía”, es Rahbar, más equiparable tal vez en los idiomas occidentales a la voz alemana “führer”, es decir líder, el título usado por Adolf Hitler durante el régimen nazi.
“Puesto que Rouhani habló ‘moderadamente’ durante la campaña y que arrastraba una reputación de ‘moderado'”, su victoria en el marco del sistema de Jamenei “prácticamente garantizaba que el pueblo iraní -que salió a las calles después de que les robaran las elecciones anteriores- no reprobaría esta vez los resultados electorales. La ‘elección’ de Rouhani, por tanto, apacigua a los reformistas que visiblemente no van a protestar en su contra, lo cual ahorra al régimen iraní la represión, arresto y asesinato de personas, acciones que en su día horrorizaron a la comunidad internacional.
En un escrito para el Instituto Gatestone, Rhode añadió: “Occidente puede auto-arrullarse en la ilusión de que, por ser Rouhani un ‘moderado’, quizás sea alguien ‘manejable’. El resultado de las elecciones, por tanto, es una enorme victoria para Jamenei y su camarilla, y una derrota para Occidente, Israel y el pueblo iraní”.
Los think tanks también contribuyeron a sacar las cosas de contexto en la mayoría de sus informaciones. Patrick Clawson, del Instituto Washington para la Política de Cercano Oriente (“La perspectiva nuclear de Rouhani: ¿un libro abierto?” 19 de junio), señaló que “en al menos siete libros y 50 artículos”, Rouhani “se describe como habiendo participado activamente en la cuestión nuclear durante al menos 24 años …. Sus libros no puntualizan en detalle por qué el régimen quiere un sólido programa nuclear”. En cambio, Rouhani “menciona reiteradamente la importancia de la tecnología nuclear para la nación; en otras palabras, no aporta una lógica económica”.
Casi un mes antes de la votación, el secretario de Estado estadounidense, John F. Kerry, dijo en una conferencia de prensa en Israel que la campaña presidencial iraní “difícilmente podía considerarse regida por las normas que la mayoría de la gente en la mayoría de los países consideran como elecciones libres, justas, abiertas, accesibles y transparentes [en respuesta a la última pregunta]”. Al parecer, muchos periodistas, editorialistas y comentaristas no lo escucharon.
Nota: algunos medios deletrearon el nombre del presidente electo iraní Hasan Rowhani, o Rohani. Por coherencia, este artículo lo ha estandarizado como Hassan Rouhani.)