Paradojas de la vida, los palestinos acuden al organismo que les ofreció un estado y al cual le dieron la espalda – al no reconocer y pisotear la Resolución 181 de la ONU y emprender, junto a varios ejércitos árabes, una guerra de agresión contra Israel – para que los reconozca como Estado no-miembro.
Pero no termina allí esta triste historia de la hipocresía: ahora reclaman como fronteras unas líneas de armisticio que los propios países que ocupaban Cisjordania y Gaza (Jordania y Egipto, respectivamente) no reconocieron como frontera permanente.
Más despropósitos: se acepta como consuetudinario el derecho de los palestinos sobre Jerusalén Este (en tanto no se acepta Jerusalén (Oeste) como capital de Israel); una zona que en la partición permanecería como corpus separatum administrado internacionalmente. Sólo a través de la guerra de agresión en 1948 se hicieron los jordanos con esa parte de la ciudad. Llamativo cómo de un acto ilegal la comunidad internacional ha erigido un derecho.
Al votar a favor de la propuesta palestina (aunque la ONU no otorga la condición de estado), tácita y explícitamente se estará dando por válido lo que no lo es según las propias resoluciones de la ONU; además de otorgársele un paraguas de legitimación a una organización terrorista como Hamas, porque la Autoridad Palestina no gobierna ni tiene ningún poder de decisión sobre Gaza. ¿Cuál será el estado aceptado en la ONU, entonces?
Ilegitimidad legitimizada
La agencia de noticias italiana, ANSA, informaba, el 26 de noviembre de 2012 que la Autoridad Nacional Palestina (ANP) presentó en la Asamblea General de la ONU, un borrador de la resolución con la cual pide el reconocimiento como estado observador no-miembro de dicho organismo (el único estado observador no miembro es el Vaticano). Actualmente, Palestina es “Observador Permanente” en la ONU.
Si, como indica Alex Safian, analista de CAMERA, los palestinos declaran el estado este año, será al menos la tercera vez que lo hacen. La primera fue en 1948, cuando el Alto Comité Árabe (alegando representar al pueblo palestino) proclamó la independencia de “toda” Palestina (aunque, llamativamente, no de Transjordania, luego Jordania).
Posteriormente, el 15 de noviembre de 1988, en una reunión del Consejo Nacional Palestino en Argelia, la Organización para la Liberación Palestina (OLP) declaró un estado palestino independiente:
“En virtud de sus derechos naturales, históricos y jurídicos, ganados por derecho propio por las sucesivas generaciones que se han sacrificado en defensa de la libertad y la independencia de su patria; en cumplimiento de las Resoluciones adoptadas por las Conferencias Cumbres Árabes y en base a la autoridad conferida por la legalidad internacional encarnada en las Resoluciones de las Naciones Unidas desde 1947…”.
La ONU, en respuesta, invitó a Yasser Arafat, líder de la OLP, a dirigirse a la Asamblea General, que luego pasó la resolución A/RES/43/177 (15 December 1988):
“La Asamblea General,
Habiendo considerado el ítem titulado “Cuestión de Palestina”,
Recordando su resolución 181 (II) del 29 de noviembre de 1947, en la cual, inter alia, llamaba al establecimiento de un estado árabe y uno judío en Palestina…
Reconoce la proclamación del Estado de Palestina por parte del Consejo Nacional Palestino el 15 de noviembre de 1988”.
La resolución fue aprobada por 104 votos a favor, 2 en contra y 36 abstenciones. Se menciona, en la misma, de manera central, una resolución (181) que, como bien destaca Tal Becker, fue declarada ilegal e inválida durante décadas por los estados árabes y los propios palestinos que, además, aseguraron su irrelevancia al llevar a cabo una guerra de agresión contra el recién nacido estado de Israel.
Si un “estado” palestino (sin gobierno, y sin fronteras) ya fue aprobado, ¿qué busca realmente la ANP con esta jugada?
Así como durante la operación defensiva israelí Pilar Defensivo los medios se aprestaron a elucubrar teorías relacionando la respuesta militar con la cercanía de las elecciones, ¿no sería, quizás, oportuno preguntarse si la reciente escalada de ataques terroristas con cohetes desde Gaza – que provocó la reacción israelí – no está vinculada con esta estrategia diplomática?
Máxime, cuando, según publicó el Instituto Gatestone, Mahmoud Abbas fue el primer líder árabe en “felicitar a Hamas por su ‘victoria’ sobre Israel durante la reciente confrontación”. Un cambio radical, ya que durante los pasados años el propio Abbas había denunciado públicamente a Hamas, ya que al lanzar cohetes “ineficaces”, le “otorgaba” a Israel una “excusa” para atacar Gaza. Khaled Abu Toameh, autor del artículo, señala:
“Los cohetes, desde su [Abbas y sus asistentes] perspectiva, ya no eran ‘ineficaces’, porque esta vez, extraían un alto precio de Israel”.
“La decisión de Hamas fue inesperada. El grupo radical no reconoce el derecho a existir de Israel y ha descartado intentos previos del presidente de la Autoridad Palestina por promover la causa palestina a través de medios diplomáticos.
[…]Aunque los líderes del movimiento que controla Gaza aceptan la creación de un Estado palestino con fronteras previas a la guerra de 1967, dicen que esta sería sólo una solución temporal antes del establecimiento de una nación con límites basados en los territorios de 1948”.
¿Qué cambió en uno y otro lado? ¿Fue, entonces, la escalada de ataques de los grupos terroristas palestinos que operan desde Gaza funcional a la estrategia que persigue la ANP?
De hecho, el diario español El País, en un artículo titulado El conflicto de Gaza refuerza la candidatura palestina a la ONU, decía:
“Fuentes diplomáticas occidentales y palestinas alertan de que Gaza ha cambiado la ecuación política hasta el punto de animar a algunos países a apoyar al presidente palestino, Mahmud Abbas, en su órdago diplomático,el próximo jueves ante Naciones Unidas, con tal de contrarrestar el impulso político que ha cobrado Hamás con la ofensiva. “Salvar a Abbas” ante el resurgir islamista se ha convertido en el nuevo mantra para algunos países”.
Y añadía:
“La clave está en la palabra Estado y en el avance que supone en términos del reconocimiento internacional de la causa palestina”.
Pero antes de intentar desentrañar los objetivos reales de la ANP, conviene revisar el perfil y las implicaciones legales de esta estrategia.
Lo ilegal como ley
Como bien puntualiza Safian, todos los acuerdos entre Israel y los palestinos han demandado que las disputas entre las partes deben resolverse a través de negociaciones directas y no a través de terceras partes. La Declaración de Principios (13 de Septiembre de 1993), que formalizó el proceso de paz entre israelíes y palestinos, exige, en su Artículo XV que:
“Las disputas derivadas de la aplicación o interpretación de esta Declaración de Principios, o de cualquier acuerdo subsiguiente relacionado con el período provisional, deben ser resueltas mediante negociaciones a través del Comité de Enlace Común que se establecerá de acuerdo con el Artículo X supra.”
Por su parte, Dore Gold, presidente del Jerusalem Center for Public Affairs y ex asesor para asuntos exteriores para el gobierno israelí, puntualiza que:
“… el Acuerdo Provisional Israelí-Palestino de 1995, que creó a la Autoridad Nacional Palestina, establece un principio fundamental: ‘Ninguna parte puede iniciar o tomar ningún paso que cambie el estatus de Cisjordania y Gaza, a la espera de los resultados de las negociaciones del Estatus Permanente’”.
Estas obligaciones fueron apoyadas por importantes miembros de la comunidad internacional (Unión Europea, Rusia, Estados Unidos, Egipto y Noruega) que, de hecho, fueron signatarios del Acuerdo Provisional en calidad de testigos.
El Cuarteto de Medio Oriente, por otra parte (Naciones Unidas, Unión Europea, Rusia y Estados Unidos), en una declaración emitida el 26 de junio de 2009, afirma que:
“… acciones unilaterales adoptadas por cualquiera de las partes no pueden [determinar de antemano] el resultado de las negociaciones y no serán reconocidas por la comunidad internacional”.
Así, una declaración unilateral de Estado, en lugar de una solución negociada del conflicto, no sólo sería una violación al Acuerdo, sino que podría afectar a la legalidad internacional, ya que, como destacó el profesor Malcolm Shaw (citado en el artículo de Gold), un “acto ilegal no puede producir derechos legales”.
Tal Becker advierte que la resolución 181, que estipulaba la partición del Mandato de Palestina, fue reemplazada – luego de quedar nulificada por la negativa árabe y palestina y los ataques subsiguientes contra Israel – por las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de la ONU.
De esta manera, la ANP estaría creando un Estado sin acuerdos de paz con Israel, tal como establecen ambas resoluciones que, al surgir del Consejo de Seguridad, son vinculantes. A lo que se suma que el establecimiento de un Estado sin haber conseguido la paz, quitaría todo incentivo para que el liderazgo palestino negocie cualquier acuerdo de paz futuro. Aunque, ¿cómo se podría llegar a acuerdos futuros con quienes sistemáticamente los violan? ¿Qué valor tendría un acuerdo en esas condiciones?
Implicancias
Alan Baker, ex asesor legal del Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel sostiene – según recoge Dan Diker en un artículo – que una acción unilateral palestina, además de violar el Acuerdo Provisional de 1995, socavará la legitimidad y la existencia legalmente sancionada de la Autoridad Palestina, en vista de que el Acuerdo Provisional sirve como base jurídica y fuente de autoridad para el establecimiento de la ANP, incluyendo sus instituciones.
Y señala que el apoyo por parte de la ONU, o la aceptación o aval de una declaración unilateral palestina en la ONU, mina su mismísima autoridad al adoptar posiciones para las que no tiene autoridad, socavando sus propias decisiones legales y recomendaciones pasadas.
Dore Gold, por su parte, advierte que:
“… si surgiese una oleada de unilateralismo, asentada en el precedente palestino, el resultado entonces no sería de justicia internacional, sino más bien de caos internacional, erosión de la diplomacia como medio para la resolución de conflictos”.
Además, señala que existen docenas de conflictos internos a lo largo del mundo, y que estos pueden resultar, siguiendo este ejemplo, en la formación de nuevos estados: los chechenos, los vascos, tibetanos; los kurdos, corsos; el kurdistán, sólo por mencionar algunos, podrían ver abrirse una puerta hasta hace poco impensable.
Estado según el Derecho Internacional
Tal Becker apunta:
“La entidad palestina no puede convertirse en un Estado dentro del derecho internacional mediante una mera declaración a tal efecto. Para ser elegible para [dicho] reconocimiento, se debe satisfacer un criterio legal específico. De hecho, bajo el derecho internacional, el reconocimiento de una entidad que claramente no cumple con este criterio constituye un acto inválido e ilegal”.
Según la Convención de Montevideo de 1933 (generalmente considerado como de derecho internacional consuetudinario) una entidad debe, para ser reconocida como un estado soberano independiente:
1. Ejercer un control gubernamental efectivo e independiente.
2. Poseer un territorio definido sobre el cual ejerza dicho control.
3. Tener la capacidad para tomar parte de las relaciones exteriores.
4. Ejercer un control gubernamental independiente y efectivo sobre una población permanente.
La Declaración de Principios antes mencionada, en el punto de los Acuerdos para el Auto-Gobierno provisional, firmada por la OLP e Israel el 13 de Septiembre de 1993 estipula que la Autoridad Palestina tendría únicamente una competencia limitada. Es decir, que el primer punto ya no se cumple, puesto que el control no es, ni mucho menos, independiente, ni efectivo, ya que no controla Gaza.
Por otra parte, aunque Mahmoud Abbas proclame como fronteras las líneas de armisticio de 1967, la resolución 242 del Consejo de Seguridad estipula el:
“Retiro de las fuerzas armadas israelíes de territorios que ocuparon durante el reciente conflicto;”
“De territorios” es muy diferente a la expresión “de los territorios”. Es decir, aún no existe frontera fija, y esta no puede ser impuesta por una de las partes (por demás, la parte que ha formado parte de las menos tres guerras de agresión), sino que debe surgir como parte de un acuerdo negociado que lleve a la:
“Terminación de todas las situaciones de beligerancia o alegaciones de su existencia, y respeto y reconocimiento de la soberanía, integridad territorial e independencia política de todos los Estados de la zona y su derecho a vivir en paz dentro de fronteras seguras y reconocidas y libres de amenazas o actos de fuerza…”
Es decir, el segundo punto, tampoco se cumple.
Una entidad que pretenda ser reconocida como estado, debe cumplir con los cuatro requisitos. Palestina no cumple, como mínimo, con dos. Y, en el trayecto que ha emprendido, viola, además, acuerdos internacionales y resoluciones de las propias Naciones Unidas. Pero el mundo le aplaude la gracia.
Objetivos
Alex Safian asegura que un voto favorable en la ONU será presentado por parte de los palestinos y sus simpatizantes como un respaldo a su declaración de estadidad. Por otra parte, los palestinos pueden ganar acceso a agencias afiliadas a la ONU, como la Corte Penal Internacional, permitiéndoles interponer demandas de crímenes de guerra contra Israel y contra oficiales israelíes. Una vez más, el objetivo es la búsqueda de la utilización capciosa y corrompida de las agencias internacionales como medio para atacar y deslegitimizar a Israel.
Es decir, aislar a Israel y señalarlo como un paria entre las naciones. Un premio muy grande para quien siempre ha estado en el bando agresor y, casualmente, en el perdedor. Sería inverosímil volver la vista atrás y ver como algo lógico a la Alemania agresora y derrotada de 1945 imponiéndole sus condiciones a los Aliados. Más aún, que éstos aceptaran sus caprichos.
De esta manera, se termina por premiar a quien, vez tras vez, ha dicho no a un Estado. Mahmoud Abbas rechazó una oferta de Ehud Olmert (¡que proponía una división de Jerusalén!), en 2008, que se asemeja mucho a lo que ahora exige: una historia siniestra que suele repetirse; aquello que se rechazó se exige con posterioridad; en tanto, Israel se refleja como la parte intransigente que no se atiene al derecho internacional.
Esto sólo se puede lograr por medio de la negligencia, la necedad y la desmemoria.
A los palestinos, observa Alan Dershowitz, se les ofreció un estado en numerosas oportunidades: 1938, 1948, 2000 y 2007. En cada oportunidad, rechazaron la oferta, eligiendo, en su lugar, el camino de la violencia.
Y ahora, se encuentran exigiendo, con pompa y alharaca, una vez más, lo rechazado; continuando la “lucha” por lo que denominan “Palestina” (cuidándose mucho de no incluir a Jordania, claro está): Cisjordania, Gaza y el territorio israelí.
Pero la realidad indica una cosa bien distinta: la única “resistencia” que ejercen los dirigentes palestinos, es una resistencia a la paz dialogada y a la existencia misma del Estado de Israel.
A fin de cuentas, para estos mismos dirigentes parece mejor ser sin ser: así la ayuda internacional seguirá corriendo en su auxilio mientras su pueblo sobrevive manso y manejable con la distracción del eterno enemigo, del mal supremo. Así, los casos de corrupción de Arafat y Abbas pasan sin ser notados.
Que la dirigencia palestina juegue este juego, es detestable pero lógico. Pero que lo haga la comunidad internacional, aplicando los relativismos más abyectos y la comprensión más negligente, es increíble. Con ningún otro conflicto se ha actuado de manera tan contraria a los valores que inspiraron, justamente, la creación de la ONU.