De una oleada de personas que escapan del mismo, llegando a sus puertas.
¿Qué precisó para horrorizarse?
De la muerte “aséptica” de un niño en sus costas. Sin sangre. Sin metrallas ideológicas adheridas que pudieran señalar a sus asesinos.
El horror en casa. Pero lavado por el mar. Fotografiable. Asumible.
Los miles y miles de niños asesinados con armamento químico, con bombas barril y hambreados por el régimen sirio, durante los últimos cuatro años siguen sin exisistir. El conflicto sirio, para los europeos, se reduce a una cuestión “inmigratoria” (aunque, a decir verdad, se trataría más bien dedesplazados– que los cercanos Arabia Saudí y los estados del Golfo, países musulmanes, no han acogido).
Los activistas que dicen ser periodistas reservan sus furias de papel, Twitter y moralina para Israel. Sin saber que, amén de brindarle coartadas a los grupos terroristas, han transformado a los palestinos en una “atracción”, en un “parque temático”, donde ellos mismos (los activistas-periodistas) son los protagonistas.
La realidad los espanta. Por ello se mantienen alejados de Siria. De Irak. De Yemen.
Por eso mismo, escandalizarse con aquello que no forme parte de la cuota diaria de “palestinidad”, parece precisar una cierta cercanía (geográfica) y una cierta “higienización” de la víctima (que conlleva un saneamiento de los culpables; que, en este caso, son musulmanes: la palabra o identidad tabú para el encono europeo).
Los activistas-periodistas han ofrecido durante largo tiempo lo que el público quería ver (pero sin mirar muy detenidamente; sólo la costra de la fábula) sobre el conflicto palestino-israelí (al que presentaban como la “explicación” de la situación en Medio Oriente). Y lo han hecho proporcinando un placentero recuento de consecuencias (sin el “engorro” de remontarse a las causas, ni realizar una inmersión en las razones), brindándole a los lectores la posibilidad de mostrarse “sensibles”, “humanitarios” y, sobre todo, “morales”. Morales ante los judíos. Y eso, ninguna tarjeta de crédito lo puede pagar.
Pero, mientras los activistas-periodistas siguen insistiendo con su mirada en el conflicto palestino-israelí, en detrimento de la terrible situación que se vive en Siria, en Yemen y en Irak, los muertos siguen sumándose a la ya extensa lista de números anónimos, sin historia; los civiles (en el caso sirio, un gran número de ellos palestinos – aunque estos palestinos no están en el conflicto “apropiado”) siguen huyendo de una guerra que no respeta normas ni derechos internacionales, ni sensibilidades, ni morales, ni nada.
Y mientras tanto, según el Observatorio sirio de Derechos Humanos, 104.629 civiles han muerto en Siria entre el 18 de marzo de 2011 y 14 de abril de 2015. De ellos, 11.021 eran niños.
11.021 niños asesinados… durante los últimos cuato años.
Pero, señor lector, eso no es relevante. Mire hacia allí, hacia la “causa palestina”, hacia la “maldad” israelí; ahí radica el “gran problema”…