Al parecer, la escalada del conflicto entre EE. UU. e Israel no debió haber ocurrido. Este conflicto debe resolverse ya, antes de que produzca un daño irreparable a las perspectivas de paz.
El conflicto fue tramado principalmente por personas con intereses personales. Lo que le dio el impulso inicial al revuelo fue un anuncio inoportuno de que se habían emitido permisos para la construcción de 1.600 residencias adicionales en una parte de Jerusalén que Israel había capturado en la guerra de 1967. El presidente Obama había aclamado al gobierno de Netanyahu por comprometerse a congelar los permisos de construcción en Cisjordania, a pesar del hecho de que el congelamiento no se extendía a ninguna parte de Jerusalén. Por lo tanto, el anuncio acerca de nuevos permisos de construcción no viola ningún acuerdo por parte de Israel. No obstante, el momento inoportuno en que se dio el anuncio avergonzó al vicepresidente Joe Biden, quien se encontraba en Israel en aquel entonces.
El momento elegido no fue un accidente ni tampoco el primer ministro Netanyahu lo hizo intencionalmente para avergonzar a Biden. Muchas personas creen que los opositores del proceso de paz programaron el anuncio a propósito para avergonzar a Netanyahu. Sea cual fuere la motivación, el anunció mereció una reprimenda del vicepresidente Biden. También mereció una disculpa y explicación del gobierno israelí, que Netanyahu emitió de inmediato. Esto debió haber terminado el contratiempo. Pero algunas personas en la administración de Obama aparentemente decidieron que ellos también tenían un plan, además de responder al anuncio inoportuno, y decidieron aprovecharse del desliz de Israel. Empezaron a exagerar, y siguieron exagerando incansablemente. En vez de ser una historia de un día, la controversia se continúa intensificando y todas las partes endurecen sus posiciones hasta esta fecha, y quizás más allá. La verdadera víctima es el proceso de paz, y los ganadores son los que se oponen a la solución de dos estados, como Irán, Hamas y los extremistas israelíes.
Los permisos de construcción mismos no eran para los residentes del este de Jerusalén, sino más bien los del norte de Jerusalén, y no en un sector árabe, sino en un vecindario completamente israelí. Este vecindario, Ramat Shlomo, forma parte del área que todo el mundo reconoce que debería mantenerse como parte de Israel, incluso si eventualmente se alcanzara un acuerdo para una solución de dos estados y la división de Jerusalén. En ese respecto, el caso es muy parecido a la captura ilegal del antiguo barrio judío de Jerusalén, que el ejército jordano cometió en la guerra de 1958 contra los residentes judíos. Posteriormente los jordanos profanaron lugares sagrados judíos durante su ocupación ilegal, y los judíos recobraron el barrio legalmente durante la guerra defensiva de 1967. Nadie que esté en su sano juicio cree que Israel tiene alguna obligación de renunciar al barrio judío de Jerusalén, que incluye el Muro Occidental, el lugar judío más sagrado del mundo, a pesar del hecho de que fue recuperado en la guerra de 1967.
Debido a que los palestinos entienden y reconocen que estas áreas totalmente judías de Jerusalén permanecerán como parte del estado judío incluso después de un acuerdo, el inoportuno anuncio de los permisos de construcción durante la visita de Biden generó una queja rutinaria relativamente leve, en lugar de una respuesta belicosa, por parte de la dirigencia de la Autoridad Palestina. La respuesta belicosa provino de la dirigencia estadounidense, que se negó a soltar el asunto. Una vez que se produjo la exageración, la dirigencia palestina no tuvo otra alternativa más que unirse al coro de condena, para que no la percibieran como menos pro-palestina que la administración Obama.
Ahora las posiciones se han endurecido en ambos lados debido principalmente a la naturaleza pública y persistente de la condena estadounidense. Esta reprimenda culminó con las faltas de respeto muy públicas del presidente Obama hacia el primer ministro Netanyahu durante su reciente reunión en la Casa Blanca. Obama trató a Netanyahu mucho peor de lo que trató al presidente afgano Hamid Karzai, quien es corrupto hasta la médula y que había invitado al dictador iraní Mahmoud Ahmadinejad a entregar una diatriba contra Estados Unidos en el palacio presidencial de Afganistán. Según una fuente afgana de alto rango, Karzai invitó a Ahmadinejad a fastidiar a los estadounidenses. No obstante, el presidente Obama voló hacia Afganistán y tuvo una cena muy pública con Karzai, confiriéndole un tratamiento de alfombra roja, con lo cual lo legitimó después de su reelección fraudulenta.
Por otra parte, el primer ministro Netanyahu ha sido tratado con irrespeto en lo que muchos israelíes ven como un esfuerzo por restarle legitimidad a los ojos de los votantes israelíes que saben cuán importante es la relación entre Estados Unidos e Israel para el Estado judío.
El tratamiento deshonroso que se le confirió al debidamente electo líder israelí ha estimulado también una fea campaña proveniente de algunos enemigos de Israel para restarles legitimidad a las relaciones estratégicas entre Estados Unidos e Israel, y por supuesto a la nación judía misma, ante los ojos de los votantes estadounidenses. El argumento más novedoso, y el más peligroso, que ofrecen quienes intentar dañar la alianza entre Estados Unidos e Israel, es que las actuaciones israelíes, como la emisión de permisos de construcción en Jerusalén, ponen en peligro las vidas de los soldados estadounidenses que luchan en Irak y Afganistán.
Este argumento falso, que se le atribuyó originalmente al vicepresidente Biden y al general David Petraeus, pero que ambos negaron categóricamente, ahora ha tomado vida propia en los medios de comunicación. Un encabezado de CNN en el Rick Sanchez Show vociferó: Israel es un peligro para las tropas de EE. UU. Otros encabezados transmitieron un mensaje similar: EE. UU. le dice a Israel: Ustedes debilitan a Estados Unidos, ponen en peligro a las tropas’. Variaciones de este argumento peligroso y falso han sido recogidos por comentaristas tales como Joe Klein en el Time Magazine, Roger Cohen en el The New York Times, DeWayne Wickham en el USA Today y como es de esperar, Patrick Buchanan y los profesores Stephen Walt y John Mearsheimer.
Este es un argumento peligroso y falso. Es peligroso porque su propósito es reducir el apoyo a Israel entre los estadounidenses comunes, quienes comprensiblemente se preocupan por nuestras tropas que luchan en el extranjero. Esto es irónico, porque el pilar principal de la política de Israel con respecto a las tropas de EE. UU. es que Israel nunca quiere poner en peligro a nuestras tropas. Por esto, este país nunca ha pedido que soldados de EE. UU. peleen por Israel, a diferencia de otros aliados que han pedido que nuestros soldados peleen por ellos. Al intentar convertir a Israel en el chivo expiatorio por la muerte de los soldados estadounidenses a manos de terroristas islámicos, este argumento culpa a los que aman a Estados Unidos por muertes causadas por los que odian a Estados Unidos.
Pero por encima de todo, el argumento es totalmente falso. No hay absolutamente ninguna correlación entre las actuaciones israelíes y la seguridad de las tropas estadounidenses, para nada.
Nadie ha demostrado jamás alguna relación entre lo que hace Israel y la tasa de bajas estadounidenses, porque este tipo de relación no existe en absoluto. Consideren dos períodos de tiempo significativos.
El primero es a fines de 2000 y principios de 2001, cuando Israel les ofreció a los palestinos virtualmente todo lo que podían haber querido: Un estado en el 100 por ciento de la Franja de Gaza y 97% de Cisjordania, una capital en una Jerusalén dividida y un paquete de compensación para los refugiados de $35 mil millones. Virtualmente todo el mundo árabe le pidió a Arafat que aceptara esta generosa oferta, pero él la rechazó. Durante el mismo mes en el que Israel estaba haciendo todo lo posible para promover la paz con los palestinos, al-Qaeda planificaba su devastador ataque al Centro de Comercio Mundial. No hay ninguna correlación entre las actuaciones israelíes y las bajas estadounidenses.
Entonces, consideren el final de 2008 y principios de 2009 cuando Israel estaba involucrado en la Operación Plomo Fundido, que causó importantes bajas entre los palestinos. Durante ese difícil período no hubo un incremento en las bajas estadounidenses. De nuevo, no hay correlación.
Los que ofrecen este falso argumento empírico tienen la obligación de presentar evidencia para apoyar esta correlación falaz, o bien, dejar de utilizar este argumento intolerante.
La razón de que no haya una correlación se debe a que los extremistas musulmanes que matan a los soldados americanos no están indignados por lo que hace Israel, sino más bien por lo que Israel es: un estado judío secular y democrático. Mientras Israel exista, habrá extremistas islámicos que consideran ese hecho como una provocación. Lo mismo puede decirse de Estados Unidos: mientras existamos como una democracia secular, con derechos iguales para las mujeres, cristianos y judíos, los Osama Bin Ladens del mundo intentarán destruirnos. Ciertamente, mientras las tropas estadounidenses permanezcan en cualquier parte del mundo árabe, ya se trate de Kuwait, Arabia Saudita, Irak o Afganistán, los fanáticos musulmanes tratarán de matar a nuestros soldados. La culpa por el asesinato de soldados estadounidenses se debe poner en quienes los matan, en lugar de culpar a los que representan los mismos valores de democracia e igualdad que Estados Unidos.
Al considerar la relación entre Estados Unidos e Israel, se deben tener en mente varios asuntos. En primer lugar, EE. UU. e Israel están del mismo lado en la lucha continua contra los extremistas islámicos, que ponen en peligro las vidas de las tropas estadounidenses y de los civiles estadounidenses. En segundo lugar, Israel es uno de los aliados estratégicos más importantes de Estados Unidos, proporcionándonos inteligencia esencial, investigación y desarrollo y otros recursos importantes. En tercer lugar, no hay nada que Israel o Estados Unidos puedan hacer para convertir a estos enemigos extremistas en amigos. Lo que somos, más que lo que hacemos es lo que irrita a los que desean convertir a todo el mundo en un califato islámico y someternos a todos a la ley de la sharia islámica. En cuarto lugar, cualquier debilitamiento en la alianza entre Estados Unidos e Israel hará mucho menos probable que los israelíes, los que se pronuncian sobre estas cuestiones, estén dispuestos a tomar riesgos significativos para lograr la paz. En quinto lugar, los ataques públicos de la administración de Obama contra Israel van a endurecer las exigencias de los palestinos y a hacer menos probable que estos acepten un compromiso de paz. En sexto lugar, si los enemigos de Israel depusieran las armas y detuvieran los ataques terroristas y los misiles contra Israel, entonces habría paz. En séptimo lugar, si Israel depusiera las armas, entonces habría un genocidio. Y en octavo lugar, cuando la dirigencia y la población palestina quieran su propio estado más de los que quieren que no exista un estado judío, entonces habrá una solución de dos estados.
Por el bien de Estados Unidos, del proceso de paz y de Israel, los desacuerdos entre los aliados deben resolverse silenciosa y constructivamente, para que se pueda avanzar hacia el logro de una solución de dos estados que asegure la seguridad de Israel y la estadidad de los palestinos.