La nota se centra en el sufrimiento de los palestinos que se vieron obligados a abandonar sus hogares a raíz de la Guerra de los Seis Días. Apuntes personales y memorias de quienes perdieron todo y se convirtieron en refugiados en Líbano, se entremezclan con una selección de cifras, datos y un contexto selectivo.
El artículo menciona guerras, ocupación, demoliciones de pueblos por parte de ejército israelí, etc Pero nunca cuenta cómo se llega a esta situación. Se habla de la guerra del 48 y de los palestinos que fueron expulsados principalmente durante la guerra que siguió a la creación del Estado de Israel, sin embargo no hay espacio para poner en contexto histórico el drama que se denuncia.
Recordemos muy brevemente que ambas guerras fueron iniciadas por los estados árabes, que se negaban a aceptar la existencia de un estado judío. Recordemos también, que antes de esas guerras tampoco había un Estado Palestino, y que Cisjordania estaba en manos de Jordania y Gaza en manos de Egipto.
¿En qué medida recordar esto es relevante? En la medida en la que el medio quiera contar una historia completa, y no limitarse a un ejercicio partidista. Porque el sufrimiento de una víctima es siempre sufrimiento, pero lo que diferencia un conflicto de otro es la voluntad del perpetrador.
Imaginen que durante la Segunda Guerra Mundial, los periodistas se hubieran limitado a contarnos el sufrimiento de la población de Dresde, bombardeada sin piedad por las fuerzas aliadas. Sin duda, el horror que vivieron los civiles alemanes merece ser contado, pero ese dolor no resume la guerra, sino que es una consecuencia de ella. Nadie duda de que la responsabilidad de la tragedia fue de los nazis.
Del mismo modo, limitarse a contar el conflicto entre palestinos e israelíes desde un primerísimo plano de la víctima de una de las partes, es un ejercicio que transmite una verdad completamente errada. La consecuencia se convierte en única verdad, y el olvido de la causa condena a la repetición constante de los hechos.