El País y su “infanticidio”: Libelo de sangre, mentiras e insinuaciones.

Si en la edad media se acusaba a los judíos de matar niños cristianos para hacer pan ácimo con su sangre, hoy el espíritu de los tiempos quiere que se los acuse de matar niños palestinos, aunque no se sabe muy bien para qué.

Así, el diario El País deleitaba a sus seguidores con una pieza del libelo adaptado. En esta ocasión, los israelíes matan niños de corta edad por voluntad. Son tantas las semi verdades y pequeñas insinuaciones que salpican el texto, que resulta agotador tanto desmontarlas como detenerse en los detalles. Por ello, nos centraremos sólo en unos pocos puntos.

Vuelve el infanticidio a Gaza”, titulaba el que antaño fuera un diario de prestigio.

“Infanticidio” es un término grueso para definir un crimen atroz, esto es el asesinato planificado e intencionado de niños de muy corta edad. Y según se infiere de lo que escribe El País, esta sería la intención de Israel. ¿Por qué Israel querría matar niños? Eso, claro, no se explica, de modo que el lector tendrá que aceptar la maldad absoluta y gratuita del estado judío.

Este término, también empleado en el texto, obvia el hecho de que se trata de una guerra urbana en la que una de las partes emplea a sus civiles como escudos humanos. Así ha sido reconocido por los propios líderes de Hamás, ante el silencio sistemático de los medios occidentales.

FUENTE: HAMÁS

La acusación se sostiene en “datos del Ministerio de Sanidad”, es decir, del grupo terrorista Hamás; y se construye en torno a mentiras y semi verdades cuya finalidad última es la de vender un Israel caricaturalmente perverso.

Por ejemplo, para justificar el empleo de cifras por parte de un grupo terrorista con un prontuario bien cargado, el periodista asegura que las cifras que ofreció Hamas en anteriores confrontaciones tan sólo diferían de un 2% a un 4% de las que posteriormente ofreció la ONU. Pero eso es una verdad a medias.

Para empezar, la ONU sólo tiene acceso a los datos de Hamás, y su agencia UNRWA es parte interesada en el conflicto – numerosos miembros de Hamás o Yihad Islámica, trabajaron o trabajan para esta. Con lo cual, comparar cifras de Hamás con las de la ONU es comparara cifras de Hamás, con cifras de Hamás.

Pero, más importante, Hamás tiene a sus espaldas un amplio historial de mentiras. Por ejemplo, tras la guerra de enero de 2009, el “Ministerio de Sanidad palestino” afirmó que de las 1.380 muertes que atribuía a Israel, 543 eran mujeres y niños, mientras que “el resto son en su mayoría civiles de diferentes grupos de edad”.

Pero poco después, el ministro del Interior de Hamás habló de al menos 600 miembros de grupos armados entre las víctimas. El número total permanecía igual, pero el contenido contaba una historia bien distinta: el objetivo de Israel era Hamás, no la población civil que como Hamás, precisamente, hizo creer con la docilidad de tantos medios.

Recordemos también las directrices de Hamás a los palestinos en la confrontación de 2014, insistiendo en que a las víctimas de la guerra en Gaza se las identificara como “ciudadanos inocentes” cuando se transmitiera la información a los occidentales – que tampoco, visto estaba y está, iban a preguntar mucho.

Más actual, sin ir más lejos, en las mismas fechas que El País publicaba su libelo, el diario británico The Telegraph se hacía eco de una investigación que mostraba que en marzo, Hamás había actualizado discretamente su listado de muertos, eliminando 3,400 muertes supuestamente “identificadas” que figuraban en sus informes anteriores. Ese estudio, dicho sea de paso, no encontró su espacio en ningún medio tradicional español, que sin embargo adoptan las que da el grupo terrorista sin hacer la comprobación de rigor, esa que en gran medida diferencia a un periodista y medio de comunicación de un mero repetidor.

MENTIRAS. LOS BIBAS.

Pero no es la única mentira que publica El País. Hay una especialmente ruin, sangrante por la perversa equiparación moral que traza, cuando, refiriéndose a la muerte de la niña palestina Rajad Hind, el periodista escribe:

“Hind se convirtió en símbolo, igual que lo fueron los hermanos Bibas en Israel, tomados con vida como rehenes en Gaza el ataque del 7 de octubre de 2023 y devueltos el mes pasado en ataúdes (Hamás dice que murieron en uno de los bombardeos; Israel, que asesinados por sus captores, ambos sin presentar pruebas)”.

1- Compara a unos niños secuestrados y asesinados voluntariamente por Hamás y sin que mediara guerra o provocación alguna, con una víctima indeseada de una guerra iniciada precisamente por ese grupo terrorista.

2- Compara un estado democrático, con todas sus falencias, pero con múltiples resortes legales y contrapoderes, con un grupo terrorista que no se cansa de decir, con orgurlo, que utiliza a su población como escudo

3- Israel sí presentó pruebas de que los Bibas fueron estrangulados por sus captores.

Algo interesante a destacar es que la fundación que está vinculada con la imagen de Rajad Hind, y que ha visto su voz ampliada por lo medios occidentales, está íntimamente vinculada a Hezbollah.

Esto no quiere decir que la muerte de la niña no deba ser condenada, ni que la muerte de toda víctima inocente, especialmente niños indefensos, deba ser lamentada. Pero cualquier periodista cuya finalidad última sea la información, buscaría ahondar y matizar, no lanzar consignas y bulos de dudosa procedencia.

INSINUACIONES Y SINSENTIDOS

Para lograr el efecto deseado, el texto se nutre de insinuaciones y comentarios amparados en ejemplos huérfanos de contexto como para que las insinuaciones se conviertan en hechos acusatorios.

Desde el mismo primer párrafo el periodista afirma que Israel respondió “al ataque sorpresa masivo de Hamás con bombardeos sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial”.

La comparativa es un eslogan más que abunda desde el principio de la guerra declarada por Hamás el 7 de octubre y es una manipulación sinsentido.

¿Qué significa “bombardeos sin precedentes”? El periodista no lo explica, queda la acusación resonando en el aire. La información, así, es suplantada por el fácil e ideológico eslogan.

La guerra en Gaza es una guerra urbana en la que el enemigo se atrinchera y ataca desde infraestructuras civiles o se esconde en túneles que serpentean por debajo de los barrios de la ciudad. Difícilmente puede ser la Segunda Guerra Mundial un “precedente”.

En anteriores ocasiones, la cantinela de la “guerra más destructiva”, ha sido también utilizada por otros medios, ignorando, como destacaba el analista Gilead Ini, “la guerra de Irak de 2003, en la que las fuerzas dirigidas por Estados Unidos lanzaron más de 29.000 municiones contra objetivos iraquíes en los primeros 30 días de combate, el doble que Israel, que lanzó el mismo número estimado de municiones pero en el doble de tiempo”. O, por ejemplo, Mariupol, en Ucrania, que tiene menos de la mitad del tamaño de la Franja de Gaza, y que vio dañados o destruidos el 90% de sus edificios residenciales.

Pero la frase queda. Aunque no quiera decir nada, porque ya no estamos tratando con periodistas que se rijan por un código ético, sino con activistas que siguen las líneas que marcan sus filiaciones, en este caso el grupo terrorista Hamás.

Bueno, sí queda algo. Una borra siniestra, producto de esta destilación que ahora llaman periodismo: un odio milenario reavivado y legitimado…

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