Acaso sin notar la ironía, El País titulaba “Israel, juez y parte” una opinión que comenzaba afirmando “el Ministerio de Defensa de Israel… controla la ocupación de los territorios palestinos desde 1967”. El problema es que la extensión de los territorios que deberían formar parte de un futuro estado palestino no estaba entonces, ni ahora, aún acordados. Pero, el medio, erigiéndose como abogado de una de las partes, también se erigía en juez y dictaminaba la titularidad de todo el territorio que había ocupado Jordania – y que antes de formar parte del Mandato británico, había sido territorio del imperio otomano. Amén de que la resolución 242 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas La resolución requería que “se establezca una paz justa y duradera en el Próximo Oriente, llamaba a la “retirada de las fuerzas armadas israelíes de territorios que ocuparon durante el reciente conflicto”. No de todos, sino, de una parte.
A continuación, el medio hablaba de dos de las ONG, diciendo de una de ellas que “suele ser consultada como fuente fiable por diplomáticos occidentales y periodistas extranjeros”. El problema, es que no pocos gobiernos occidentales financiaban a dichas ONG, y los periodistas extranjeros se valen demasiado de organizaciones que, como mucho, las más de las veces pueden ser consideradas voces interesadas, pero no fuentes de información. La confusión es mayúscula y madre una cobertura no ya pobre, sino partidista.
Lo que no decía el medio era que, según Israel, esas ONG habrían servido, básicamente, como canales para financiar al Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), una organización que Israel, Estados Unidos y la Unión Europea, entre otros, consideran terrorista. Claro que, el medio, devenido en abogado y una suerte de operador político afanado en el saneamiento de la imagen de estas ONG, decía de este grupo que “partido de izquierda minoritario calificado como terrorista”.
En ese pasar a las apuradas y mal por la realidad, porque lo que parecía era que había que reprobar la decisión de Israel – vamos, afear a Israel -, recordemos lo que el medio parece preferir que el lector desconozca, que entre los ataques terroristas perpetrados por el FPLP, se encuentra el asesinato de un ministro israelí en 2001, el asesinato de cinco miembros de la familia Fogel – los padres y tres niños, uno de los cuales era un bebé -; la bomba colocada en 2019 que mató a una adolescentes e hirió a sus familiares. Además, el director de Finanzas y Administración de una de las ONG en cuestión, la Unión de los Comités de los Trabajadores Agrícolas (UAWC, por sus siglas en inglés), fue acusado en octubre de 2019 de cuatro cargos, entre ellos, el de ayudar en un intento de asesinato en un ataque terrorista.
Pero el medio, tan dado a los silencios (selectivos), guardaba las guirnaldas lingüísticas y activistas para el final, donde llegaba a decir lo siguiente:
“… Israel puede haber entrado en un rumbo antidemocrático que le lleve a considerar como terroristas todas las formas de resistencia palestina a la ocupación, incluidas las pacíficas”.
Con hipérbole negativa mediante para Israel, el medio ofrecía la coartada de la “resistencia a la ocupación” a los grupos palestinos. A todos. Porque si lo que se hace “resistir” – “aguantar, sufrir”, en definitiva, “pervivir” -, qué no estará permitido…