“El gobierno israelí avanza con un polémico proyecto que divide al territorio palestino”.
Y en el cuerpo de la nota ampliaba:
“La construcción de nuevas viviendas está prevista en la llamada zona E-1, un área ocupada en territorio palestinoque corta Cisjordania en dos. Esta decisión dividiría las antiguas regiones bíblicas de Judea y Samaria, aislando los territorios administrados por Al Fatah de Jerusalén y comprometiendo la continuidad territorial palestina”.
Por su parte, el diario Página12, informaba (Cinco países europeos presionan a Israel) el mismo día que:
“… la construcción de 3000 casas, particularmente en el área E1, al nordeste de Jerusalén, efectivamente dividiría a Cisjordania y dañaría aún más las aspiraciones de compartir Jerusalén en una futura solución de dos Estados”.
El también argentino diario La Nación (Fuerte ofensiva diplomática europea contra Israel por los nuevos asentamientos) sostenía que:
“… la medida anunciada anteayer, que autoriza la construcción de 3000 viviendas en la llamada zona E1, una medida que dividirá Cisjordania en dos y podría impedir la creación de un Estado palestino”.
En México, La Jornada (Responde Israel con más asentamientos a condena internacional), le daba un giro más dramático al mismo error:
“De concretarse, ese proyecto decapitaría la solución de dos Estados para dos pueblos, pues rompería la unidad territorial de un estado palestino y confinaría Medio Oriente a un eterno conflicto”.
Igual información presentaba el diario El País de Uruguay (Convocan a embajadores de Israel por colonización) el mismo día 4 de diciembre:
“La construcción de nuevas colonias en este corredor uniría Maalé Adounim a los barrios de colonización de Jerusalén Este, con lo que Cisjordania quedaría cortada en dos y se comprometería la viabilidad de un futuro Estado palestino”.
Los autores de la crónica del diario español El País (Europa condena las represalias de Israel) apuntaban en el mismo sentido, pero de una manera más ambigua, y deslizaban que:
“… las zonas de E-1”, unos 12 kilómetros de terreno situados en Cisjordania y cuya urbanización torpedearía la futura creación de un Estado palestino, debido a su ubicación estratégica”.
Si los periodistas aseguraban esto, ¿no deberían haber explicado cómo torpedearía “la futura creación de un Estado palestino” la urbanización de la zona E-1? ¿O sólo están reproduciendo la posición palestina? ¿Cuál es el valor estratégico de esta zona para estos periodistas? ¿Acaso no se puede explicar lo que se asevera?
También en España, elPeriódico.com iba más allá y transformaba (París, Londres, Estocolmo y Madrid convocan al embajador de Israel en protesta por las nuevas colonias), el 3 de diciembre de 2012, las 3000 viviendas planeadas en nada más y nada menos que en 3000 asentamientos:
“El proyecto israelí de alzar 3.000 asentamientos suplementarios, decidido al día siguiente del voto de la Asamblea General de la ONU favorable al reconocimiento de Palestina comonuevo Estado observador no-miembro de las Naciones Unidas, ha suscitado fuertes críticas entre la comunidad internacional”.
El denominador común en la información ofrecida por estos medios es un importante error: la pretendida “división” de Cisjordania en dos.
Con sólo mirar un mapa de la zona hubiese bastado para no incurrir endicho equívoco. Pero, al parecer, contrastar la información no es una prioridad – al menos, en lo relativo a Israel.
El analista de CAMERA, Eric Rozenman explicaba, en un artículo (A Stacked Deck – the NPR Formula at Work) de 4 de enero de 2006 que:
“La construcción israelí a lo largo las 4 millas (6.44 kilómetros) del área E-1 ‘no desmembraría’ nada, dejando a los palestinos en Cisjordania tanta contigüidad territorial como los israelíes tienen dentro de la Línea verde pre ‘67 al norte de Tel-Aviv. Así como los israelíes deben tomar rutas indirectas, circunvalando Cisjordania para viajar al norte y al sur de su país, los palestinos afrontarían una situación comparable en su territorio…”.
Ricki Hollander y Gilead Ini, también analistas en CAMERA, abordaron en 2005 (Updated: The “Contiguity” Double Standard) este mismo tema. En su artículo, reflejaban que muchos informes de prensa indicaban que la construcción en dicha zona es objetable porque impediría a los palestinos el control del “territorio contiguo” en Cisjordania, separando tanto de los barrios árabes en Jerusalén oriental, como dividiendo las zonas norte y sur de Cisjordania. Y remarcaban que dichas acusaciones son del todofalsas; a la vez que demuestran una doble moral, al abogar por contigüidad para los palestinos, y cortando la contigüidad de los israelíes.
E indicaban que:
“El acceso a Jerusalén a través de Abu Dis, Eizariya, Hizma y Anata no se vería impedido por el barrio propuesta, ni vería impedido por una serie de barrios que conectaran Ma’aleh Adumim con Jerusalén”.
Es preciso aclarar, a su vez, que sólo se arribará al trazado de unas fronteras permanentes (que definitivamente delimitarán los territorios) a través de negociaciones. Así lo establecen las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y los acuerdos bilaterales firmados entre palestinos e israelíes.
Consensos fundados en una falacia
Lo que trasluce de estos artículos, es que los medios hispanos en general, aceptan y, a veces promueven, la idea de que Jerusalén Este (entre otros territorios) pertenecer a los palestinos, como un hecho dado y consumado, sin reparar en que dicha ciudad nunca formó parte de la partición del Mandato Británico, y en que la ciudad sólo llegó a estar dividida debido a la ocupación ilegal de la zona Este por parte de Jordania como fruto de una guerra de agresión (1949) – en la que Israel, como parte agredida, tomó la parte Oeste en su movimiento defensivo -. La toma de la ciudad en su totalidad por parte de Israel se produjo en el transcurso de una nueva guerra defensiva (1967). En ningún momento fue parte de ningún territorio palestino – fueron los propios árabes, y los árabes palestinos, los que impidieron la formación de un estado árabe en parte del Mandato Británico de Palestina.
De esta manera, los medios aceptan de manera acrítica el reclamo palestino sobre Jerusalén Este y desconocen la soberanía israelí, aunque sea, sobre la parte occidental de la ciudad. Malabares narrativos y lógicos que sólo se permiten al hablar de Israel: el doble rasero en su máxima expresión.