La propaganda no sólo funciona realizando peregrinas aseveraciones, señalando ‘culpables’ (y exonerando ‘víctimas’), distorsionando la realidad para ajustarla a un marco ideológico dado, a un beneficio esperado. No, también funcionado borrando parte de esa realidad. Es esta, la de la censura, la omisión, una parte fundamental de la misma.
Las personas, es dable esperar, contemplan la posibilidad del ejercicio de la propaganda desde diversas organizaciones y partidos políticos, pero acaso, escasamente lo conciben de los medios informativos. Quizás por ello sean más vulnerables a esta que a las otras – para las cuales, quizás, pueda presumirse una cierta predisposición anímica e ideológica. Pero disfrazada de noticia (repetida) – y de la imparcialidad, la documentación, contextualización, búsqueda de fuentes diversas que se le presupone a la profesión periodística -, posiblemente la audiencia sea más permeable a ella sin el auxilio de su discernimiento.
La propaganda, en última instancia, amén de coagular ‘opiniones’ (asentimientos, más bien), busca que un punto de vista – o, antes bien, una idea, un sentimiento – se imponga como autoevidente, excluyendo todo lo que lo contradiga.
En lo tocante a la cobertura mayoritaria del conflicto árabe-israelí se refiere, se hace cada vez más difícil llamar información lo que más ajustadamente califica como propaganda, como un intento de enmarcar el conflicto en un maniqueo y falaz escenario ‘víctima-victimario’ incuestionable. Para realizar esta manipulación se hace preciso no sólo repetir y magnificar peregrinas acusaciones sin asidero, sino, y acaso sobre todo, omitir todo aquello que impugne el objetivo anhelado (el encuadre pretendido). En este sentido, RobertEntman (Framing: Toward Clarification of a Fractured Paradigm), señalaba precisamente que los marcos, que determinan si la mayoría de la audiencia advierte – y cómo entiende y recuerda – un problema; así como la manera en que lo evalúa y decide actuar al respecto, se definen, mayormente, por “lo que omiten, así como por lo que incluyen… para guiar a la audiencia”.
Por ello mismo la mayoría de los lectores en español encontrará en su medio de referencia cualquier declaración, sea altisonante y relevante o nimia (ya se le dará el giro negativo), de un funcionario o personalidad israelí. Más, en cambio, jamás – o un raramente que tiene a un nunca – encontrará declaraciones similares o, incluso, más incendiaras (que las hay a montones), de las contrapartes palestinas o árabes. El marco exige una ‘víctima’ sin mácula; absoluta: es decir, un ‘victimario’ categórico, paradigmático.
De tal manera, esa audiencia no conocerá las últimas palabras del ‘moderado’ (como lo presenta buena parte los medios) Mahmoud Abás – presidente de la Autoridad Palestina con mandato finalizado en 2009… -, cuya tesis doctoral “minimizaba el número de víctimas del Holocausto y sugería un vínculo entre el sionismo y el nazismo”.
De acuerdo a lo que informaba el Middle East Media Research Institute (MEMRI) el 3 de septiembre de 2023, el también líder de Fatah habló sobre antisemitismo en un discurso pronunciado en la 11ª sesión del Consejo Revolucionario de Fatah, el 24 de agosto de 2023. Y esto fue algo de lo que dijo:
“La verdad que debemos aclarar al mundo es que los judíos europeos no son semitas. No tienen nada que ver con el semitismo. … cuando los oímos hablar de semitismo y antisemitismo, los judíos asquenazíes, al menos, no son semitas”.
“Dicen que Hitler mató a los judíos por ser judíos, y que Europa odiaba a los judíos porque eran judíos. No es cierto. Se explicó claramente que [los europeos] lucharon [contra los judíos] por su papel social, y no por su religión. … Los [europeos] lucharon contra esta gente por su papel en la sociedad, que tenía que ver con la usura, el dinero, etcétera, etcétera”.
“Incluso Hitler… Todo el mundo sabe que, durante la Primera Guerra Mundial, Hitler era sargento. Decía que luchaba contra los judíos porque se dedicaban a la usura y al dinero. En su opinión, se dedicaban al sabotaje, y por eso los odiaba. Sólo queremos dejar claro este punto. No se trataba de semitismo y antisemitismo”.
Bueno, visto está que Abás no “habló sobre antisemitismo”; sino que lo ejerció (y no por primera vez), dio un buen ejemplo, precisamente, de los tópicos del antisemitismo.
Y los medios en español hicieron oídos sordos. Otra vez.
Es decir, censuraron. Otra vez. Las palabras de máximo responsable palestino, aquel que debería entablar conversaciones de paz con Israel. Aquel que dirige una organización, Fatah, que cuenta con una organización terrorista…
Silencio sobre silencio sobre silencio… Que equivale a decir, complicidad sobre complicidad sobre complicidad: porque este desequilibrio – por llamarlo de alguna manera – informativo le proporciona una ventaja a la llamada “causa palestina” en la lucha ideológica y su justificación de sus acciones violentas, extremistas.