Después de 26 años en el mundo de la política, nueve de ellos sirviendo como primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, ha captado el mensaje de la actual sociedad israelí y se dispone a pilotar el giro del país hacia las posiciones ultranacionalistas y ultraortodoxas que demanda la calle.
¿En qué se basará el artículo del ABC para afirmar que la calle israelí reclama un giro hacia el ultranacionalismo? El texto no lo explica en absoluto.
Antes de las elecciones de 2013, la prensa en español también hablaba de una derechización del electorado israelí. Pero la realidad, en forma de resultados electorales, dio por traste con esa afirmación mediática que respondía, más bien, al discurso del liderazgo palestino que busca deslegitimara Israel, presentando a sus líderes y sus políticas como “extremistas”.
De hecho, el recientemente fallecido periodista argentino Pepe Eliaschev escribía el 18 de febrero de 2013:
Los resultados de las últimas elecciones del 22 de enero revelaron un escenario muy diferente al apocalíptico cuadro inventado por el escritor [Vargas Llosa, que hablaba de la derechización de la sociedad israelí]. Por de pronto, el bloque político encabezado por Benjamín Netanyahu, que se colocó en un primer lugar con 832,099 votos, lo hizo con apenas el 23.25 %, mientras que en las precedentes elecciones de febrero de 2009 la misma alianza sumaba 1.123.631 votos, equivalentes al 35%.
Del mismo modo, mientras que en 2009 los partidos de izquierda Avodá y Meretz sumaban entre ellos unos magros 434.511 votos (13.33% de los votos), el mes pasado totalizaron 573.835 (16.04%). Pero eso es incluso poco de cara a los resultados que vienen de obtener partidos laicos de centro izquierda, como Yesh Atid (Hay un futuro), cuyo líder Yair Lapid recibió 507,879 votos (14.19%). Tres partidos árabes de izquierda -Ta’al (Lista Árabe Unida), Hadash (Frente Democrático por la Paz y la Igualdad) y Balad (Alianza Democrática Nacional)- sumaron 342.827 votos (9.58%).
Es decir, la famosa derechización pronosticada con anterioridad a las elecciones de 2013, estaba fundada más en prejuicios, que en hechos e indicios de la realidad.
Actualmente, el diario ABC no presentaba ninguna evidencia sólida que sostuviera la afirmación de un viraje hacia la derecha. Por el contrario, la aseveración parecía – como entonces – fundada en una percepción preconcebida de lo que es Israel (y su sociedad, claro está) o de lo que los lectores deberían creer que es el Estado judío.Aquello que los ingleses llaman wishful thinking (algo así como pensamiento ilusorio; un pensamiento odeducción, que se basado en lo deseado, en lo imaginado, en lugar de en la realidad).
Finalmente, la crónica del ABC aseguraba que:
Prescindir de Livni y Lapid supone un mensaje a los sectores más radicales de la sociedad y a la comunidad de internacional sobre la nula confianza de Netanyahu en la solución de dos estados, la base de las hoy detenidas negociaciones de paz.
¿Cómo es eso?
Otra vez, no hay ninguna explicación.
¿El obstáculo para la paz y la solución de los dos estados es la derecha israelí? ¿Los palestinos están exentos de responsabilidad? ¿Los líderes palestinos se han mostrado siempre dispuestos a hacer concesiones en pos de la paz? ¿Jamás rechazaron acuerdo alguno? ¿Arafat no abandonó Camp David en 2000 y al llegar a Ramallah lanzó la segunda intifada?
No pareció ser la derecha israelí un obstáculo para la desconexión total y unilateral de Israel de la Franja de Gaza en 2005. No pareció serlo cuando Ehud Olmert, un ex del Likud, le hizo una generosa oferta a Mahmoud Abbas, que el presidente palestino rechazó.