Para realizar estas alegaciones, e instalar en el lector la idea de que realmente sucede lo que, precisamente, algunos medios y ONG pretenden sugerir (o, más bien, persuadir), es preciso vaciar al hecho de todo contexto, de toda trascendencia, de toda comparación.
El resultado es la utilización de una acción para elaborar otra “realidad”.
Los hechos en su entorno
El 9 de febrero de 2016, el diario Times of Israel indicaba que el canal 10 israelí había publicado la traducción de un mensaje de texto enviado por un palestino (Ahmad Zakarneh) a sus padres poco antes de cometer un atentado en Jerusalén, junto a otros dos, en el que asesinaron a la joven policía Hadar Cohen.
Decía el mensaje:
“Madre, voy al cielo. Si me ves sofocar en mi vieja sangre, alégrate. No digas ‘murió’ y te entristezcas, pues yo estoy viviendo a la luz de las velas bajo el trono de honor del Señor”.
“Perdóname, padre. Yo anhelaba la muerte de un santo. Mi religión me llamó a respetar el ritual. Soy un mártir, por la ayuda de Alá. Regocíjate”.
Un caso que no es, ni mucho menos el único. El perpetrador crea la situación de su propia muerte. No permitirá otra salida. El “martirio” es casi un sueño, una meta.
Y esto, no se produce en un vacío, sino en una larga cronología de incitación al odio y a la violencia, de glorificación del terrorismo y el “martirio”, por parte de los líderes palestinos.
Además, téngase en cuenta que, tal como el Jerusalem Post indicaba en octubre de 2015, la Autoridad Palestina paga salarios a los palestinos condenados y encarcelados (o a sus familias) por actos terroritsas. Más recientemente (enero de 2016), la organización Palestinian Media Watch informaba que una organización perteneciente a la OLP (Fatah, liderada por Mahmoud Abbas – presidente de la Autoridad Palestina -, es la organización mayoritaria dentro de la OLP) aprobó la lísta de “mártires” para abonarles las asignaciones a las familias de los terroristas.
Mientras tanto, el 15 de septiembre de 2015, el diario inglés The Telegraph daba cuenta de cómo abordan las fuerzas de seguridad alemanas una situación de ataque con cuchillo por parte de un “extremista islámico”:
“Un conocido extremista islámico fue abatido tiros por la policía en Berlín luego de que apuñalara e hiriera de gravedad a una oficial de policía en un aparente ataque terrorista.
[…]
La mañana del jueves llamaron a la policía al distrito berlinés de Spandau luego de que se informara de la presencia de un ‘desquiciado cono un cuchillo’ en el área.
Rafik Y. atacó a la oficial de policía mientras salía del coche patrulla, apuñalándola en el cuello, justo por encima de su chaleco protector.
El compañero de la oficial sacó inmediatamente su pistola y le disparó cuatro veces a Rafik Y.”.
El diario The Guardian (7 de enero de 2016), explicaba cómo lo hacen en Francia:
“La policí abatió a tiros a un hombre que entró en una estación de policía de París blandiendo un cuchillo de carnicero y vistiendo un falso chaleco suicida…”.
El 11 de febrero de 2016, el canal 4 de la cadena estadounidense NBC informaba que en Columbus, Ohio, un hombre entró a un restaurante con un machete y atacó e hirió a varios comensales. Luego del ataque, huyó en automovil hasta que la policía lo interceptó. Según le comentó el sargento Rich Weiner al medio, el sospechoso salió del automovil, machete y un cuchillo en mano, y se avalanzó contra la policía; momento en el que un oficial disparó dos veces contra el individuo.
Ninguno de estos países se encuentra bajo una persistente ola de ataques de esta índole (o a tiros, o de atropellos, etc) contra sus ciudadanos. Así y todo, las respuestas a situaciones similares, sin, precisamente, similares. Acaso uno deba centrarse, sobre todo, en las acciones de quien ataca, es decir, de quien crea la situación, el escenario.