El 29 de enero, la agencia EFE daba cuenta de la decisión del Tribunal Supremo israelí de posponer su fallo respecto a la paralización o no de la construcción de un tramo de la valla/muro de seguridad en el valle de Cremisan.
La nota explicaba en detalle como el peregrinaje judicial de los vecinos de Beit Yala comenzó casi ocho años atrás, cuando interpusieron un recurso contra la construcción de un tramo del muro que dividiría el conocido como Valle del Cremisán.
Según EFE:
En el contexto de crisis económica que atraviesan los territorios, los habitantes de la región también miran al valle como uno de sus más importantes recursos.
Es espacio para la agricultura, la producción de madera de olivo o aceite, además de una plantación vitícola que se ha hecho famosa por producir uno de los pocos vinos palestinos que existen, que en general constituyen la principal fuente de ingresos de cientos de personas.
No faltaban tampoco declaraciones de quienes se oponen a la construcción, además de una mención a que, en caso de que ésta se realizara, Israel se anexonaría parte del territorio.
¿Y la otra parte? ¿La versión israelí? Ni una sola palabra. Ni tan siquiera explicar que ese muro (o valla en su aproximadamente 95%) se construye por motivos de seguridad, y no por un afán colonialista conquistador.
Una de las primeras premisas del periodismo es contrastar la información. De hecho, Israel tenía algo que decir al respecto y así lo explicó en un comunicado del Ministerio de Defensa:
La ruta de la valla de seguridad en la región de Beit Jala se basa en consideraciones puramente de seguridad. Esa porción de la valla es parte de la sección de la de Jerusalén y está ahí únicamente para mantener el terror fuera de Jerusalén. Sin esta sección de la valla, Jerusalén permanece abierta y vulnerable. Durante los últimos cinco años, los huecos en la valla han sido utilizados como puerta de entrada por parte de infiltrados ilegales – en algunos casos, terroristas – para entrar en Jerusalén. Decenas de infiltrados ilegales son detenidos en esta zona todos los días.
Cabe señalar que antes de la ola de terror palestino que se cobró la vida de más de 1.000 israelíes, no había ninguna valla, no había necesidad de una barrera. Israel – al igual que cualquier otro país amante de la vida – tiene el deber de proteger a sus ciudadanos, y en la actualidad, la barrera de seguridad salva vidas.
Un matiz demasiado importante como para obviarlo.