No es un inocente desliz. A esta altura sería demasiado necio creer en la negligencia como fuente de unos errores que resultan ser siempre del mismo signo, que acontecen en un sentido determinado de la balanza informativa sobre un conflicto sobre el que, además, tanto y tanto se dice (y tantas veces, demasiadas, sin sustancia, puro ruido).
Por ello, no fue una sorpresa que en su crónica del mismo día la web de la cadena informativa CNN Español olvidara señalar en su primer párrafo que la organización a la que pertenecía el preso palestino Khader Adnan, fallecido en prisión a raíz de la huelga de hambre que llevaba adelante, está considerada terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea, entre otros; y que estaba en prisión a la espera de que se celebrara el proceso judicial en su contra por pertenencia a grupo terrorista, apoyo a organización terrorista e incitación.
Eso sí, en ese primerísimo primer párrafo, acaso el único que leerá la mayoría de la audiencia, había espacio para decir que Adnan “se convirtió en un símbolo de la resistencia palestina a las políticas de detención israelíes”. El terrorismo ya no sólo rebajado, sino idealizado, justificado y blanqueados como “resistencia”.
Esa información la iba escamoteando entre declaraciones eminentemente ideológicas que no aclaraban en absoluto el asunto ni aportaba “color” a la crónica, sino que venía a sumar, a la manera de las pesas de una balanza, a un marco particular que nada tiene que ver con el suceso ni con el hecho informativo.
Como también se descartaba – arrojándolo en la formulación “pasó un total de ocho años en cárceles israelíes, la mayoría bajo detención administrativa”, más conveniente para la imagen de “héroe/mártir/inspiración” que se sugería – el hecho de que, ya en 2018, Adnan había estado en prisión – y entonces también realizó una huelga de hambre. En aquella oportunidad, “el tribunal militar lo condenó por haber sido miembro activo de la organización terrorista Yihad Islámica, después de que se declarara culpable en un acuerdo de condena”.
Por su parte, France24, que tampoco identificaba e la Yihad Islámica Palestina como un grupo terrorista, decía que según fuentes israelíes el preso se había negado “a someterse a exámenes médicos y recibir tratamiento”; para, acto seguido, sostener que “esa versión fue ampliamente reprochada desde el lado palestino. El abogado de Adnan, Jamil Al-Khatib, y una profesional de la salud de la organización Médicos por los Derechos Humanos, con quien el detenido se había reunido recientemente, acusaron a las autoridades israelíes de impedirle recibir atención médica”. Y añadía:
“Lina Qasem-Hassan, de Médicos por los Derechos Humanos, indicó que vio a Adnan el pasado 23 de abril, momento en el que había perdido 40 kilos y tenía problemas para respirar, pero se encontraba consciente.
‘Su muerte podría haberse evitado’, aseguró Qasem Hassan, que agregó que varios hospitales israelíes se negaron a admitir a Adnan tras ser atendido de forma breve en salas de emergencia”.
Lo cual era matizado, cuando no desmentido, por la propia Qasem Hassan en el programa Newshour del servicio mundial de la BBC del 2 de mayo de 2023. Ante su declaración en dicho segmento de que el preso había pedido el traslado a un hospital civil, pero que ello no había sucedido – tal como dijo a la cadena francesa -, el presentador la enfrentó al hecho de que Adnan, que se había negado sistemáticamente colaborar con los médicos, sí fue llevado en varias ocasiones a un hospital civil donde cada vez rechazó el tratamiento médico y cada vez fue transferido a la prisión nuevamente – el presentador se preguntó qué podían pensar las autoridades, “no hay mucho sentido en transferirlo porque no se logrará nada con eso”; Qasem Hassan reconoció que sí había sido transferido en unas pocas ocasiones y que, efectivamente, al no cooperar con el equipo médico fue transferido nuevamente a la prisión. También admitió que se negaba a recibir vitaminas o minerales y que le dijo a ella que quería seguir con la huelga hasta obtener su libertad.
Es decir, su posible función de fuente – como facultativo que estuvo en contacto con el sujeto de la notica – quedaba invalidada por la de activista. Pero precisamente esto era lo que France24 le ocultaba a su audiencia – la mínima labor de documentación previa, de verificación de lo afirmado, no se realizaba. Sin esto, el periodismo se reduce a la mera traducción y reproducción; que, en el caso de este conflicto, apunta en una orientación determinada.
Por cierto, el Times of Israel señalaba que, luego de ser hallado inconsciente en su celda de la cárcel de Nitzan, fue trasladado al Centro Médico Shamir, en las afueras de Tel Aviv, donde se le practicaron maniobras de reanimación, pero fue declarado muerto en el hospital.
Como sea, y más allá de estos dos textos que apenas vienen a ejemplificar una deriva más bien general, cada crónica termina por mencionar someramente el hecho de que se trate, para, en su lugar, dedicar espacio y preeminencia a una serie de voces interesadas que dicen una y otra vez la misma narrativa – o, antes bien, el mismo eslogan, la etiqueta persistente. Y es que, como apuntaban Sami Yousif, Rosie Aboody y Frank Keil (The Illusion of Consensus: A Failure to Distinguish Between True and False Consensus), en teoría, el consenso es un importante indicio de la fiabilidad de una afirmación; de tal manera que, “si muchas fuentes informan sobre el mismo asunto, es razonable suponer que sea cierto”. Pero, se preguntaban, ¿son todos los consensos igualmente informativos? O, puesto de otra manera, ¿son claves para interpretar fiabilidad?
Y las voces, como distinguía de las fuentes Sandrine Boudana, del Departamento de Periodismo de la Universidad de Columbia (The Journalistic Referents: A Crucial Distinction Between Sources and Voices) “son creadoras de información – de un tipo particular de información” (no del evento principal, del cual los periodistas se informan a través de las fuentes, justamente) -, puesto que ofrecen, principalmente, opinión e interpretación en forma de “acusación, expresión de una posición, un sentimiento, etc.; de manera que “las voces constituyen o forman otro evento paralelo a aquel del cual se pretende dar cuenta”. Unas voces que, como decía Boudana, muchas veces se confunden con la del redactor, y que crean un evento que es principalmente emotivo, ideológico.
Cada vez más abundan en las crónicas sobre este conflicto precisamente unas voces en particular cuyo afán es imponer un evento paralelo en particular: la “narrativa” o, si se prefiere, la propaganda de una “causa”. Las fuentes o quedan relegadas a un mínimo papel casi anecdótico – y si son israelíes, dudoso -, o directamente son directamente excluidas; quedando un hecho a partir del cual se construye una reiterada imagen, una emoción, una mímica de consenso moral y humanitario.