Josep Borrell, Alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, aparecía en varios medios de comunicación españoles para hacer balance de los dos años de guerra entre Rusia y Ucrania. Las entrevistas eran aprovechadas para emitir también unas valoraciones sobre la confrontación entre Hamás e Israel.
Borrell es (o era; o acaso todo fue interpretación) hombre de la socialdemocracia y representante un electorado moderado, alejado de los discursos crispados, que promueven la exasperación. Su postura clara de denuncia de las injerencias rusas y la defensa de Ucrania, le han valido más respeto, si cabe. No obstante, a la hora de abordar la cuestión israelí, su discurso sirve de vector de los mismos errores y fanatismos de los discursos extremos. Ni siquiera la elegancia verbal disimulaba lo burdo de la reflexión.
Recordemos que incluso no hace mucho, Borrell llegó a acusar a Israel de haber creado Hamás. Un bulo digno precisamente de los medios de desinformación rusos que tanto deplora cuando habla de otros temas.
De todas las entrevistas, merece la pena destacar la ofrecida al espacio Espejo Público, de Antena 3, en el que dedicaba 10 minutos a hablar del conflicto en Oriente Medio. Resulta un excelente repertorio de cómo la desinformación se puede propagar, vestida de seda, precisamente en aquellos entornos en los que se espera algo más de rigor.
- No existe Hamás
Probablemente lo más llamativo de la entrevista sea que durante los diez minutos que dura, ni una sola vez, el señor Borrell hace mención a Hamás, ni al 7 de octubre, ni a los secuestrados, ni al lanzamiento de cohetes sobre Israel, ni a Irán… Como si no fueran actores morales, los palestinos son presentados como meros objetos, receptores del actuar solitario israelí. Como si en la guerra sólo hubiera un actor. Como si Israel la hubiera iniciado.
- Doble rasero
La entrevista se iniciaba con un primer bloque de análisis sobre la guerra lanzada por Rusia. Preguntado acerca del número de víctimas mortales, Josep Borrell, se mostraba prudente: “pasa lo mismo que pasa en Gaza, nadie lo sabe.”
Sin embargo, una vez metidos en el segmento sobre la guerra entre Hamás e Israel, dicha prudencia se desvanecía y el alto representante afirmaba: “el número de víctimas civiles es absolutamente desproporcional”.
En apenas cinco minutos, Borrell pasaba de no saber a tener certezas. Probablemente, porque si en el caso ucraniano mostraba una voluntad de análisis, era otra la motivación en el caso israelí.
Irónico que fuera precisamente él quien lamentara el doble rasero europeo por no condenar suficientemente a Israel. Consejos vendo, para mí no tengo.
- Eslóganes
El discurso de Borrell está, de hecho, salpicado por pequeñas trampas retóricas:
– Da por válidas cifras, que, como hemos explicado arriba, él mismo dice desconocer, para soltar el eslogan de la “desproporción” de víctimas civiles, a pesar de que incluso expertos en guerras urbanas han afirmado lo contrario.
– Asume las denuncias de la ONU como denuncias legítimas, cuando este conflicto ha levantado serias dudas de la complicidad de dicho organismo con una de las partes. Especialmente después de que se supiera que miembros de su agencia UNRWA participaron en las masacres del 7 de octubre.
– Parte de una comparación entre Rusia e Israel completamente inconsistente. Son precisamente dos casos opuestos. Incluso, Zelensky, presidente ucraniano que algo sabrá de la guerra que enfrenta, ha comparado a Ucrania con Israel. Ambos fueron atacados y ambos enfrentan un enemigo que desea su desaparición. Lo único comparable en este caso es que tanto Rusia como Israel son países militarmente fuertes, pero la fuerza no determina la legitimidad de una causa.
– En el momento de mostrarse imparcial, moderado y por encima de las pasiones, Borrell volvía a comparar lo incomparable:
“… hay que evitar palabras gruesas: “Esto es la Soja (su pronunciación de “Shoah”), esto es el genocidio””.
Pero es que mientras que la acusación peregrina de genocidio ha sido publicada en todos los medios, voceada por múltiples líderes e, incluso, llevada al Tribunal Internacional, nadie en su sano juicio ha comparado las matanzas del 7 de octubre con el Holocausto en sí. De lo que se ha hablado es del golpe más mortal a los judíos desde el Holocausto, de que Israel enfrenta una amenaza existencial como la enfrentaron los judíos durante el Holocausto, y de que la fragilidad israelí rememoró los fantasmas del Holocausto. Un pueblo que arrastra la herencia del trauma de un verdadero genocidio se ve enfrentado a un ataque con la misma voluntad exterminadora; hecho que, comprensiblemente, abre una herida, reaviva el terror. Muy lejos de la vergonzosa maquinaria ideológica, mediática e institucional para llevar a Israel a los tribunales y soliviantar la opinión pública.
- Caricaturiza los críticos a sus comentarios.
Pero es que comparar hechos con abstracciones debilita y caricaturiza a una de las partes. Algo que Borrell vuelve a hacer cuando, hasta en tres ocasiones, se defiende de la acusación de antisemita, afirmando que se puede criticar al gobierno de un país sin por ellos ser acusado de judeofobia. Ese es un argumento de hombre de paja. Al margen de las redes sociales, en las que se acusa a todos de todo, nadie critica a Borrell por antisemita, lo que se le reprocha es su parcialidad y sus mentiras como, por ejemplo, la referida de que Israel creó a Hamás. Situándose como víctima de la acusación de antisemita, Borrell se gana la simpatía de muchos radicales caricaturizando el desacuerdo a su postura, pero falta a la verdad. Son sus palabras y actos los que se le reprochan, no sus filias o fobias.
- Complacencia mediática
Mención aparte merece la complacencia mediática de quien supuestamente estaba entrevistando al alto representante europeo. Ni una contra pregunta, ni un hecho, nada que no fuera pura admiración. Tan sólo en un momento, en el que la presentadora le quiso arrancar una mínima crítica al gobierno actual de España, pero Borrell zafó, insistiendo a la periodista a que le preguntara sobre Israel. Se ve que el señor Borrell iba a lo que iba: a desinformar contra Israel.0