El Muro de la vergüenza(1 de septiembre de 2011) presta su título al artículo publicado por el medio español especializado en seguridad y defensaAtenea Digital.es, con el que la periodista María Ángeles Moya condena a Israel bajo un prisma descontextualizado más cercano a la militancia que a la observación de la realidad.
Estos son algunos de los elementos:
1. El artículo hace especial hincapié en las incomodidades que la barrera de separación supone en la vida diaria de los palestinos, que se ven sometidos a la continua humillación de mostrar una y otra vez su documentación, que no pueden pasar los férreos controles que circundan Jerusalén, la ciudad más grande de Israel con un millón de habitantes, sin enseñar el pasaporte a las fuerzas policiales que custodian sus accesos y que:
se levantan cada mañana contemplando el paisaje gris de una compleja estructura que incluye alambradas de espino, zanjas, zonas de arena fina para detectar huellas, torres de vigilancia, caminos asfaltados a cada lado para permitir patrullar a los carros de combate, así como zonas adicionales de defensa y áreas restringidas de diversa profundidad
Sin duda, la valla o muro de separación es una triste realidad que nadie desea, que dificulta la circulación de los palestinos y que impide su libre acceso a las zonas israelíes. Pero lo que la autora olvida explicar en su artículo es el porqué de esta situación. Los israelíes no se despertaron un buen día con la voluntad de gastar millones de dólares en construcción y controles de seguridad por la mera diversión de molestar a los palestinos. La construcción de la valla responde a una necesidad defensiva objetiva.
2. La periodista pasa demasiado por alto el grado de amenaza al que se enfrentan los israelíes. La valla no ha sido construida con la finalidad de “humillar” y “someter” a los palestinos, sino como una medida de protección. La propia autora lo menciona unos párrafos más abajo, sin adentrarse en la cuestión, como si no fuera suficientemente relevante:
Para el Gobierno israelí (entonces liderado por Ariel Sharon) el muro tenía como objetivo evitar que entrasen en territorio israelí miembros de los grupos armados palestinos, así como armas y explosivos procedentes de Cisjordania.
El empleo de Para el gobierno israelí parecería quitarle al asunto la objetividad que demuestran los datos. No se trata de una opinión de una de las partes del conflicto, sino de una realidad fehaciente y fácilmente calculable gracias a que la barrera de separación se ha mostrado eficaz. Desde el estallido de la llamada Segunda Intifada, en septiembre del año 2000 y hasta el año 2007, 1.213 israelíes fueron asesinados y 8.342 resultaron heridos en múltiples ataques y atentados cometidos por terroristas palestinos.
A partir de la construcción de la Valla/Muro, la cantidad de ataques empezó a descender dada la dificultad física de cometer atentados en Israel. En su informe del año 2007, el Intelligence and Terrorism Information Center at the Israel Intelligence Heritage & Commemoration Center (ICC) lo resumía de la siguiente manera:
Los atentados de terroristas suicidas palestinos, que era la forma dominante de ataque durante los primeros años de la actual confrontación, ha seguido disminuyendo desde que alcanzó su cenit en el año 2002. (Hubo un ataque de ese tipo en 2007, en la ciudad sureña de Eilat, y uno en lo que va de 2008, en la ciudad sureña de Dimona, en comparación con los cuatro llevados a cabo en 2006 y los 55 del 2002). Esto también se manifestó en la disminución notable del número de ataques suicidas con bombas impedido por las fuerzas de seguridad israelíes. Además, también continuó la disminución del número de israelíes muertos en ataques suicidas con bombas (tres en 2007, en comparación con 15 en 2006 y 220 en 2002).
La denominada por algunos como Intifada de Al-Aqsa, o Segunda Intifada, iniciada en septiembre de 2000 en Jerusalén (las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa consideraron una provocación la visita de Ariel Sharon a la explanada de las mezquitas de Jerusalén y hubo enfrentamientos entre israelíes y palestinos que se saldaron con decenas de muertos) fue una de las razones esgrimidas para erigir el muro.
– La visita a la Explanada de las Mezquitas (para los musulmanes) o Monte del Templo (para los judíos) por parte del entonces líder de la oposición, Ariel Sharon no provocó la Segunda Intifada que según múltiples indicios, a diferencia de la primera, estuvo preparada y planeada de antemano.
La visita de Sharon se hizo a unos territorios bajo control israelí y la Comisión Mitchell, encargada de analizar los orígenes de la revuelta, concluyó que, a pesar de que pudo haber sido inoportuna:
La visita de Sharon no causóla Intifada de Al-Aqsa.
Recientes declaraciones de líderes palestinos han situado al entonces primer ministro palestino Yasser Arafat como uno de los principales incitadores de la violencia, al no sentirse capacitado para aceptar la oferta de paz realizada por Ehud Barak en Camp David.
En septiembre de 2010, el líder de Hamás Mahmud Zahar, declaró ante una audiencia de estudiantes en la Universidad Islámica de Gaza que:
El presidente Arafat dio instrucciones a Hamás para que llevara a cabo un cierto número de operaciones militares en el corazón del Estado judío después de darse cuenta de que sus negociaciones con el Gobierno israelí habían fracasado.
No es la primera vez que se incide en la responsabilidad institucional palestina detrás de la Segunda Intifada. Ya en el año 2000, el entonces Ministro de Comunicaciones palestino Emmad el-Faluji, manifestó que:
Quien piense que esta Intifada empezó como consecuencia de la visita despreciable de Sharon a la Mezquita de Al Aqsa está equivocado. Eso simplemente fue lo que acabó con la paciencia del pueblo palestino. Esta Intifada ya había sido planificada tras la vuelta del presidente Arafat de las últimas conversaciones en Camp David.
– Reincide María Ángeles Moya en la idea de quitarle hierro al terrorismo y de minimizar la amenaza cuando asegura:
Por eso, los palestinos (que casi con toda probabilidad verán cómo en septiembre la ONU desestima sus pretensiones de reconocimiento como estado independiente) reclaman su derecho a moverse libremente y niegan que la defensa de sus derechos (a través de la violencia armada en muchos casos, hecho éste que no se puede obviar) pueda ser considerada terrorismo.
Si atentar contra objetivos civiles explotándose en cafeterías, centros de ocio y autobuses no se considera terrorismo, resulta difícil imaginar qué puede ser terrorismo.
Ningún grupo terrorista se considera a sí mismo terrorista. Todos justifican sus acciones en la supuesta opresión de la que es víctima su pueblo. Así lo hace ETA, que se considera a sí misma como un grupo de liberación, o Al-Qaeda, que justifica sus actos en el paganismo colonial occidental.
Otra buena parte de la responsabilidad corresponde a ciertos intelectuales franceses, algunos de ellos maoístas ayer y hoy próximos a la derecha, enamorados de los terroristas ajenos, que lo han hecho pasar por un combatiente de la libertad, manipulando la historia italiana reciente, al transformar en heroicos revolucionarios a las Brigadas Rojas, a los NAP (Núcleos Armados Proletarios) y otros grupos terroristas que ensangrentaron Italia.
3. Escribe María Ángeles Moya
el muro que separa Israel de los territorios palestinos de Cisjordania se levanta imponente y sobrecogedor a lo largo de 700 kilómetros de tierra casi desértica, aislando así a los miles de palestinos que se encuentran dentro de sus límites, y sometiéndolos a la continua humillación de mostrar, una y otra vez, su documentación para moverse por territorios que antes les pertenecían.
– Probablemente la articulista no haya estado realmente ahí, o al menos no haya recorrido esos 700 kilómetros a los que hace referencia. Si lo hubiera hecho, descubriría que no hay un “muro imponente y sobrecogedor” durante 700 kilómetros, sino que la parte de “muro” apenas alcanza los 4 kilómetros (por tramos separados). Aproximadamente el 95% es una valla de alambre, sólo el 5% está constituido por el muro, en lugares estratégicos concretos, para evitar ataques de francotiradores palestinos.
Por cierto que jamás esas tierras pertenecieron a los hoy llamados palestinos. Nunca existió un país llamado Palestina. Lo que era el antiguo reino de Judea pasó a llamarse Palestina cuando los romanos decidieron expulsar a los judíos de su hogar y optaron por cambiarle el nombre a la zona bajo su administración, para evitar que pudieran volver a reclamarla. Los romanos decidieron rebautizarla con un nombre que hiciera referencia a los antiguos enemigos de los judíos: los filisteos. De ahí viene el nombre Palestina, que pasó de mano en mano por distintos imperios hasta que los británicos se la arrebataron al Imperio Otomano tras el fin de la Primera Guerra Mundial, y parte de la cual (aproximadamente el 11%) volvió a manos judías en 1948.
Sin embargo, los palestinos de hoy (que tampoco son descendientes de los filisteos, sino que en su mayoría son inmigrantes llegados desde los países árabes vecinos), sí tuvieron la oportunidad de tener su propio estado pero lo rechazaron. En 1948 los países árabes no quisieron aceptar la resolución 181 de la ONU, que establecía la creación de dos estados, uno árabe y otro judío. Recordemos que en la Declaración de Independencia de Israel, el primer ministro David Ben Gurion, tendió la mano a sus vecinos, proponiendo una oferta de paz y buena vecindad y exhortándolos a establecer vínculos de cooperación y ayuda mutua con el pueblo judío soberano asentado en su tierra. La respuesta fue una declaración de guerra de todos los países vecinos, y hasta no vecinos, como Iraq. En dicha contienda, Gaza pasó a manos de los Egipcios y Cisjordania a las de Jordania. No fue hasta 1967, en otra guerra defensiva, que Israel pasó a administrar esos territorios, y que tal y como ha declarado en numerosas ocasiones, está dispuesto a abandonar a cambio de un acuerdo de paz.
– La periodista también escribe en su artículo que:
Su construcción, dentro del territorio ‘ocupado’ de Cisjordania, aislaba entre sí a comunidades de familias, separaba a campesinos de sus tierras y a los palestinos de sus lugares de trabajo, centros educativos y de salud, y de otros servicios esenciales. Además, su trazado violaba la ‘línea verde’ reconocida por la comunidad internacional tras el armisticio que puso fin a la guerra árabe-israelí de 1948.
Sin embargo la valla/muro no es definitiva, no delimita frontera alguna, y será desmantelada el día que ambos lleguen a un acuerdo que garantice la seguridad de Israel. De hecho, a medida que la situación ha ido mejorando Israel ha aliviado la situación para los palestinos, desmantelando puestos de control en Cisjordania o cediendo autonomía a las fuerzas palestinas.
– Moya habla de esa zona como de inmensas cárceles de hormigón transmitiendo una sensación de aislamiento y desesperación que no es lo que reflejan los datos objetivos respecto a la vida en Cisjordania, cuya economía, según el Fondo Monetario Internacional, creció en un 9% en la primera mitad del año 2010, entre otras cosas gracias a la gran afluencia de turismo.
3- Desconcierta a cualquier persona que conozca Jerusalén una anécdota que narra la periodista respecto a un guía palestino que quiso entrar a la zona del Muro de los Lamentos:
sufren constantes humillaciones cuando tienen que acceder, por ejemplo, al lugar en el que se encuentra el Muro de las Lamentaciones, en pleno centro histórico de Jerusalén. El viernes cuando se pone el sol, momento en que comienza el Sabbat, día sagrado para los judíos, los accesos al Muro están repletos de controles policiales. “Tú no eres ciudadano israelí”, le grita con prepotencia un policía a uno de los guías turísticos (palestino que profesa la religión cristiana ortodoxa) que, por cierto, tiene todos sus papeles en regla.
Si esto sucedió tal cual escribe María Ángeles Moya, desde luego que merece ser destacado, ya que es algo totalmente inhabitual. Los accesos al muro, en efecto están repletos de controles, pero no para evitar que entren no israelíes, sino para evitar el acceso a terroristas. Los mismos controles que se tienen que pasar para entrar en importantes organismos oficiales en cualquier parte del planeta, o para entrar en ciertos museos. No son además controles que se pongan en marcha para el shabat, sino que están vigentes durante toda la semana y deben pasar por ellos, judíos, musulmanes, cristianos, israelíes, palestinos, suecos o chinos.
Y aunque la periodista asegure que :
al margen de otro tipo de consideraciones, hay un hecho probado que está fuera de toda duda: los palestinos no pueden moverse libremente por Israel.
Los palestinos sí pueden moverse libremente por Israel, lo que no pueden es atravesar los puestos fronterizos con total libertad, debido a la Valla de Seguridad erigida precisamente para protegerse de los terroristas que antes no tenían dificultades para viajar a Israel a hacerse explotar en sus autobuses, cafeterías o sitios de ocio.
Sin duda es cierto que la valla/muro provoca múltiples incomodidades a los palestinos, y urge que ambas partes lleguen a un acuerdo para poder normalizar las vidas en la región.
Pero esta no es la única valla construida en el mundo, ni las únicas medidas de seguridad existentes.
Lamentablemente el terrorismo globalizado ha obligado al mundo entero a reforzar su protección en todo el planeta, provocando molestias a millones de personas inocentes que no pueden viajar sin hacer colas interminables en los aeropuertos, o en lugares como Israel, no pueden entrar en un simple bar sin mostrar sus pertenencias. El problema reside en querer ver el mal en la respuesta y no en la provocación. No es culpable quien se defiende, sino quien ataca.