Puede hablarse de invocar el “cese al fuego” si y sólo si Israel responde al ataque. “Alto el fuego”, pues, no tiene, en las voces de cierta serpentina y cómplice diplomacia, de cierto periodismo estulto y obvio, de corrompidas ONG, un carácter humanitario ni moral. Es un dispositivo para cercenar el derecho a la defensa del estado judío
No es extraño que al mal olor se lo disimule con algún perfume o con una oportuna corriente de aire. En el periodismo, o eso que finge serlo, cada vez es más común que se oculte (se censure) el terrorismo de corte islamista detrás de una historia personal
Para qué disimular, si ni hay respeto a la audiencia ni a la profesión y, sobre todo, si no hay consecuencias al mal quehacer “periodístico”. De tal manera, la BBC Mundo, en lugar de presentar una crónica, parecía ofrecer un comunicado de Hizbulá aliñado con algunos de los elementos utilizados habitualmente por los informadores
Cómo parece molestar que el judío no sólo quiera sobrevivir en su fuero interno, en la intimidad de sus anhelos, sino en el plano de la realidad que afecta a quienes pretenden eliminarlo
El medio seguía al pie de la letra, y al instante, el guion de Hamás sin dejar lugar para un atisbo de periodismo, ausente ya de manera sistemática por una cuestión de evidente necesidad
El desconocimiento, la repetición y la negligencia se han erigido en las herramientas favoritas de quienes pretenden hacer de la mentira un consenso; en un recurso que habla dos veces mal de quien lo emplea, por festejar e incrementar la estupidez, y por manipular al público
Como ante el nombre Israel todo está permitido, el agresor palestino se convierte en víctima y fuente de información confiable por obra de la mera invocación, y uno de sus financiadores y anfitrión de su liderazgo, en “negociador” e, incluso, por esa misma potencia pronunciadora y, por fuerza, censora, en una suerte de ángel de "paz"
Buena parte de la cobertura mediática sobre Medio Oriente parece haberse reducida a mera muchedumbre – es decir, no a la suma de los individuos que la componen, sino a “una especie de animal sin lengua ni verdadera conciencia” –, que marcha por la conciencia colectiva cotidiana propalando el último capricho, la distracción más reciente, el odio de turno envuelto en benévola ideología de la solidaridad y la complicidad más descarada con aquello que se dice despreciar y denunciar
Se cuenta que el físico austríaco Wolfgang Pauli respondió una vez a un artículo de esta guisa: “Esto no está bien. No está ni siquiera mal”. ¿Qué puede ser peor que eso?, se preguntaba Michael Shermer en un texto publicado en la revista Scientific American. ¿Qué puede ser peor que mal? Acaso una respuesta acertada sea la mala fe cabalmente escenificada en el artículo de El Periódico