Hace mucho tiempo atrás – pero mucho, cuando incluso el tiempo era nuevo -, podría haberse argumentado que la razón había sido secuestrada, que por ello un medio de comunicación o un periodista caían en la trampa de una operación de desinformación. Podría haberse hablado de negligencia.
Pero eso fue hace mucho. Ahora no se extravió la razón. No, es la dignidad la que ha sido abandonada – desbancada por la colaboración con la ideología, con la estulticia de quien quiere mostrarse doliente y moral, de quien ya se sabe irremediablemente cómplice. Eso y el respeto a la audiencia (que ahora es mera carne de engaño emotivo). Por ello tanto medio de comunicación (si el ruido, la desinformación, la confusión, pueden se consideradas tal cosa), tanto periodista (¿se acuerdan de esa profesión?), por un síndrome de Estocolmo (síndrome de Gaza; o, mejor dicho, de Hamás), se arrojaron a los brazos de la de propaganda del grupo terrorista palestino – o, si usted prefiere, el afeite con el que se presentó la estafa: Ministerio de Sanidad de Gaza.
No sólo eso. Eso ya no es nada cuando se ha perdido la honorabilidad (algo de lo que, contradictoriamente, sugieren, tienen superávit). Ahora, se niega por medio de las astucias que permiten la desvergüenza y la mediocridad incontestable el peso de las evidencias, de la realidad que de pronto vence el amasijo de engaños porfiados, repetidos con el afán inane de que esa reiteración es, ya no un mentido consenso, sino prueba cabal de sí mismo. Entran entonces en escena los “hay que dudar, hay que se escépticos” (ahora que hay evidencias, sí, no antes; dude como los anti-vacunas, los terraplanistas)”, “guerra de versiones” (cada cual, se pretende, con sus verdades, o sus mentiras; vamos, que no hay manera de comprobarlo), “pruebas insuficientes o no verificadas independientemente”, según el gusto del usuario.
“Versiones”
“Dude; usted dude”
BBC Verify, BBC Verifica… Sí, mucho verifica, tanto que el 17 de octubre afirmó inmediatamente la acusación que Hamás dictaba.
Otro chiste más de “verificaciones” lo aportaba Efe Verifica:
“Acusaciones cruzadas” (una variación de “versiones”)
En el quehacer ya desnudo de integridad profesional – la otra, la personal, que cada cual se arregle -, la palabra del grupo terrorista que acaba de perpetrar una masacre en la que torturó, violó, quemó, mutiló y asesinó a unos 1400 israelíes (aún, mire usted, se desconoce la cifra real; los correveidiles del terror, en cambio, pudieron dar una cifra que rondaba los 500 en apenas minutos, y que días después, el semanario francés Le Point, cifra entre 10 y 50 los muertos por el misil palestino), hirió a unos 3400 y secuestró a más de 200 civiles. Decía, la palabra del grupo que llevó a cabo esta atrocidad, por demás anunciada (y omitida sistemáticamente por la mayoría de los medios), es, para estos auto-proclamados adalides de la profesión (“en mi dilatada experiencia”, en la que, incluida va una reputadísima moral), más admisible que la de un estado democrático. O lisa y llanamente eso es lo que sus audiencias consuman: chatarra moral, efluvios terroristas y una emoción que, en muchos casos, llevó a más de uno a pintarrajear o a atacar una sinagoga (porque, señores, “no es antisemitismo”, no, es una “crítica al estado…”, etc.).
Eso sí, ninguno será responsable de nada. Ellos, y ellas, y aquellos y aquellas, “están para informar, para dar cuenta de lo que ven, de lo que sus sacrosantas Fuentes le susurran al oído”; aunque no está del todo claro que estén donde están, porque si lo que ven es lo que cuentan, entonces o hay un problema de visión o de posicionamiento – sea el que sea, no informa; o distorsiona por falta de dioptrías, o engaña por necesidad ideológica o lo que sea. Y, respecto de sus fuentes, si estas son casi siempre las mismas ONG palestinas o pro-palestinas, pues apañadas van sus audiencias con lo de estar informadas; y si es el ministerio de Sanidad, de Interior de Gaza – y lo mismo si es el de Igualdad -, es aún peor, si cabe, puesto que no es otro que el grupo terrorista Hamas. Claro que, para no ensuciar lo que venden, nunca hablan (la complicidad requiere a veces de ruido, y muchas otras, de silencio) de la muy inclusiva carta de Hamás, que abiertamente dice que su objetivo es la eliminación de Israel; ni mencionan las múltiples veces que sus líderes advierten lo que harán con Israel y sus habitantes. Tampoco les cuentan de los didácticos campamentos de verano para niños y jóvenes que organiza el grupo terrorista, donde los párvulos aprenden a ser carne de cañón para sus multi millonarios líderes.
Mucho hay que callar para que el cuento no se venga abajo, para que no huela a aquello que trafica.